Fourty Six.

4.9K 603 213
                                    


Ruben estaba en aula de Arte esperando impaciente a Miguel, y aunque lo había visto un poco decaído en la clase de inglés pensó que aparecería por la puerta, pero no fue así. Cinco minutos, ocho, catorce, diecinueve, veinte, veinticinco y el pelinegro no aparecía; tomó su maleta y salió del salón un poco triste, sería la segunda vez que lo deja plantado.

Ruben conoció a Miguel en un entrenamiento de básquet en primaria, el castaño pensó que era muy guapo y no dejó de perderlo de vista, y aunque nunca le haya hablado por miedo al rechazo, siempre intentó estar cerca de él lo más posible. Y aunque habían pocas veces en las que podías ver al ojinegro sonreír, el castaño se sentía bien consigo mismo.. Al fin y al cabo, ver a la persona que te gusta sonreír tu también lo harás sin que te des cuenta.

Pero hay un problema, Ruben quiere acercarse, poder conversar con él, compartir cursos, hablar sobre videojuegos, leer cómics, abrazarlo, pero no puede hacer nada de eso ¿Por qué? por el siempre hecho de que Miguel huye del ojiverde, y este no entiende porqué.

Ruben frena en seco al escuchar sollozos en el aula de Ciencias, se queda estático sin saber que hacer; la última vez que ayudó a una persona "llorando" terminó siendo una broma muy aterradora, pero el ojiverde se recuesta en la pared—cerca del umbral de la puerta—y escucha murmullos.

—M-Miguel, no llores...

El castaño se alarmó al escuchar el nombre de la persona que mueve su mundo en todos los sentidos. Sus pies se movieron con destino al salón, pero algo dentro de él le dijo que se quedara quieto y escuchara.

—Toma- esa voz era de Dan, el hermanastro del pelinegro.

Hubieron segundos se silencio en los cuales el ojiverde de debatía en entrar o no.

—¡Ya lo sé, Dan! Sé que le gusto, él me gusta.. Pero no puedo hacer nada, no puedo fingir escucharlo cuando en realidad no escucho nada. Llevo más de ocho meses con esta maldita sordera, y me cuesta leer los labios. Sí tan sólo pudiera hacerlo, me pararía frente a él y haría como si lo escuchara, ¡Pero no puedo joder! ¡No puedo escuchar! ¡No puedo hablarle! ¡Se alejará de mí a penas lo sepa! Además tiene a medio salón detrás él, se merece a alguien mejor que yo.. No a un sordo que hace lo posible para alejarse de todo. Dan, si en verdad pudiera hacerlo algo, remediar las cosas.. lo haría, por él y por mí. Pero no puedo, no puedo retroceder en el tiempo y romper los malditos audífonos, no puedo.

—¡Mierda, Miguel! Deja de ser tan negativo, le gustas y todos lo saben, ¿Por qué hablas así de ti mismo? Dale una oportunidad al chaval, a él no le importará si eres sordo o no... La última vez que te vi feliz fue hace un año con Guillermo, y quiero que vivas este momento, que vuelvas a sonreír y amar.

—Sólo entendí que dijiste mi nombre, mierda y Guillermo. ¡¿Acaso te olvidad de que soy sordo, joder?! No es necesario que gastes tus palabras para hablarme, en realidad sólo llegaré a entender dos o tres.

—Lo lamento, Mangel.

Dan ya no sabía qué hacer, todos sus planes se habían quedado varados y ahora tenía a su hermanastro llorando en su hombro. Así que lo abrazó con fuerza mientras trataba de decirle que todo estaría bien y aunque Miguel no le escuche, se sentía mejor reconfortándolo como el hermano que es. El ojinegro pasaba por un momento difícil para su edad, tener sordera a los dieciséis era horrible; no poder escuchar música, las conversaciones de tus primos sobre los últimos videojuegos que acaban de lanzar, durante las clases tendrías que pretender que prestas atención y así por lo menos no te sacarían a participar, con tus amigos tendrás que ser como una sombra, no saber de qué hablar y no poder opinar sobre lo que crees que es correcto o no.

—Salgamos de aquí Dan, quiero ir a casa- dice Miguel mientras deja de abrazar al nombrado y se seca las lágrimas- Te esperaré afuera, quiero tomar un poco de aire..-murmura y al salir corre hacia la salida, sin notar que Ruben había escuchado absolutamente todo.

El castaño tenía una mueca de tristeza en su rostro y las lágrimas amenazaban en salir en cualquier momento. Y allí es dónde todo cobraba sentido.

Cuando casi atropellaron a Miguel, ahora entendía por qué no había escuchado la bocina del camión y para no levantar sospechas, se había colocado los audífonos con el volumen demasiado alto.

Cuando le invitó a la audición en el salón de actos, donde se presentó junto a sus amigos, Miguel debió haberse sentido horrible y Ruben se echaba la culpa al haberlo invitado.

Maldecía aquella vez donde le recitó un poema frente a toda la escuela, ahora entendí por qué el pelinegro había salido corriendo.

Y aquella estúpida idea donde le regaló el CD de su banda favorita. ¿Acaso era idiota? se preguntaba así mismo, y es que ahora entendía porque Miguel se mostró triste al ver el disco en su casillero.

Oh y faltaba la nota de voz. Aquella donde decía su más grande secreto, en donde su corazón habló por él, aquel "Te Amo" que no pudo ser escuchado por Mangel. ¡Maldición, por qué no puedo escribirlo! Y Ruben se repetía una y otra vez; 'Lo único que conseguí hacerle a la persona que más amo, es el sufrimiento'.

—¿Ruben?- el nombrado deja a un lado sus pensamientos y observa la cabellera rubia de Dan.

—Dan...

—¿Q-Qué.. h-haces tú.. aquí?- pregunta asombrado- ¿Tú..h-haz escuchad..-al ver la cara del castaño, abrió los ojos como platos- ¡Diablos!

—M-Miguel es..

—Sí Ruben, Miguel es sordo. No puede oír, ahora que lo sabes debes saber el resto de la historia.- suspira y agrega- Ven, ¿qué te parece si entramos al salón?

—S-Sí, claro.

Ambos se sientan en una de las carpetas, y se miran por segundos. Dan debía hablar, era tiempo de que el ojiverde se enterara del porqué Miguel se había quedado sordo y era tiempo de que Ruben escuche la historia completa.





[Si quieren formar parte de un grupo de WhatsApp, vayan a Unhappy y vean la acutalización que subí.]

Deaf|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora