Epílogo:

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No estaba atendiendo a clases, podía escuchar la voz de la profesora hablar sobre la edad media, pero la información entraba por un oído y salía por el otro. Mis ojos se clavan en el parque que está al costado de la universidad, puedo ver a algunos niños jugar mientras sus madres conversan entretenidamente.

Estoy en uno de estos días en los que recuerdo mi pasado, cuando tenía dieciséis años y trataba de ganarme el amor de aquella persona tan importante para mí. Podía jurar que era el amor de mi vida, que tendríamos un futuro junto, pero se alejó de mí.

Desde aquel día en el Dan me dijo sobre la partida de Miguel, recuerdo haber llorado por días y dejar de ir a la escuela, por el simple hecho de que todo me recordaba a él. Tenía miedo de tomar mi móvil y revisar nuestras conversaciones, tenía miedo de ver algún mensaje en donde me decía que era el definitivo adiós y que nunca más nos cruzaríamos.

Recuerdo esa semana con perfección, es como un pensamiento vivo que nunca se borrará porque aquellos días fueron en los que más sufrí. Ahora con veintitrés años, sigo sintiendo esa soledad en alguna parte de mi cuerpo, sigo esperando que venga con su carismática sonrisa y que se avalance a mi brazos pidiéndome disculpas.

En los años que pasaron no traté en comunicarme, mamá dijo que era mejor dejarlo en el pasado y mirar hacia adelante. Que alguien vendría a juntar los pedazos de mi corazón, y con esmero saldría adelante dejando atrás el dolor de su partida.

En aquel entonces tenía unos dieciocho, había salido de la escuela y trabajaba en una tienda de música, y allí fue donde conocía a—'el amor de mi vida'—Eddy. Recuerdo como terminamos riéndonos porque un hombre, de unos cuarenta, había entrado corriendo a la tienda pidiendo prestado el baño.

Eddy aquel día había ido a comprar un disco para la fiesta de su hermana, y yo le ayudé a encontrarlo. Ambos intercambiamos números, y ese mismo día tuvimos una gran conversación; él me había dicho que a su hermana le encantó su regalo, y que quería conocerlo. Obviamente pensé que era una broma, y sin más le di mi dirección. Al día siguiente un carro negro estaba estacionado en mi puerta, con curiosidad miré por la ventana y encontré a Eddy con un ramo de rosas frescas.

Y eso es lo único que puedo recordar, traté de borrar cada recuerdo que tenía de él y lo logré. La peor parte de todo, fue que Eddy aparentaba ser un muchacho normal de unos diecinueve años, pero me engañó a mí y a todos. Su identidad verdadera es: Alexis. Un narcotraficador de personas. Él utilizaba, muy a menudo, la excusa de ir a comprar algo y así inspeccionaba a sus víctimas y yo caí fácilmente.

Salimos por seis meses, aquellos meses en los que me di cuenta que era tan feliz que me asustaba. Una tarde en el mes de Octubre, estaba limpiando mi pieza y escucho como la puerta se abre abruptamente, Eddy estaba con una pistola y junto a él dos hombres más.

Al principio pensé que era una broma, pero luego de reírme por varios segundos, unos de los hombres me tomo de los hombres con tanta fuerza que sentí el hueso de mi omoplato quebrarse. Fue gracias a mi grito que uno de los vecinos llamó a los policías, y fui portada de periódicos, revistas y demás, por tres semanas o más.

Así que para alejarme de todo y despejar mi mente, decidí mudarme al país en el que estoy, Estados Unidos. Al llegar me fui a vivir con la hermana de mi madre, y en su vecindario había un grupo de chicos que hacían fiestas todos los viernes, y decidí unirme y allí es donde conocí a las mejores personas que he podido tratar.

Alejandro Bravo, fue el que me recibió en la entrada de la fiesta. Recuerdo como podía oler el alcohol en su aliento, y me dejó pasar así sin más. Luzu Borja, choqué con él al querer buscar la cocina, él fue el me introdujo a los demás. Samuel de Luque, me extendió una botella de vodka y no dudé en aceptarla. Guillermo Díaz, nos quedamos hablando sobre nuestro pasado y cuantos amábamos este país. Y por último: Frank Garnes, fue aquel que me acompañó a casa, ambos demasiado borrachos logramos dormirnos en el sillón de mi casa.

Deaf|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora