Capítulo 2

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Sus pasos resonaban al chocar sus tacones con el suelo de mármol. En cuanto las personas la veían venir trataban de alejarse de ella o clavaban su vista en cualquier cosa que no fuese ella.

Ella había forjado un imperio, una nueva imagen a base de una personalidad fría y calculadora cuando de los negocios se hablaba. Nadie se atrevía a mirarla a los ojos o a dirigirle la palabra sin titubear un poco.

No era algo de lo que se sintiera completamente orgullosa, pero en el mundo de los negocios los débiles no servían para nada.

Se acercó a la recepcionista, una mujer rubia de ojos verdosos que estaba clavada en su ordenador. Le dio una tarjeta de acceso indicándole que debía ir al piso siete, sala 6-B.

Se dirigió a los elevadores y en cuanto las puertas se abrieron una mujer de mediana edad se acercó a ella con una cálida sonrisa quien la acompañó hasta la sala dándole una afectuosa bienvenida y presentándose como Sarah, su asistente personal.

Cuando el elevador se detuvo caminaron por un largo pasillo hasta llegar al final, había un par de puertas de caoba.

—Estaré en mi escritorio, si necesita algo llámeme —le dijo Sarah.

—Lo haré.

Dio un largo suspiro y revisó que todo su atuendo estuviera en orden y abrió las finas puertas llamando la atención de todos en la sala.

En cuanto puso un pie dentro de la sala una docena de ojos se clavaron en ella. En un pasado ella se hubiese atemorizado, pero ya no era la vieja ______. Ya no era una chica débil, ya no más.

Una larga mesa negra se extendía justo en la mitad de la sala. Caminó con seguridad acortando la distancia y tomó asiento en el lugar vacío que le pertenecería desde ahora en adelante, era la segunda al mando.

—Es un gusto conocerla —dijo uno de los hombres que se encontraban en el otro extremo de la mesa.

—¿Aún no ha llegado el señor Botswick? —preguntó con indiferencia.

—No —dijo un castaño—. Suele llegar diez o quince minutos tarde.

—¿Siempre? —preguntó ella.

—Normalmente sí.

—¿Entonces no respeta el tiempo de los demás?

—Estamos acostumbrados —dijo un castaño.

—Ustedes, no yo. Cuando llegue díganle que llame a mi asistente y haga una cita para verme. No pienso esperarlo hasta que se digne a llegar —dijo levantándose y saliendo de la sala.

Estaba acostumbrada a llevar esa máscara de arrogancia, desde que había escapado de su antigua vida ella se había esforzado por ser alguien más, por ser fuerte... no quería parecer débil. No quería ser herida, se rehusaba a ser usada otra vez.

¡Te Amo, Idiota! (Book 2) [Kellin Quinn y Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora