Amar y dar en silencio

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Capítulo 11

La playa que había bajo la casa era una media luna de arena pálida, con un embarcadero a un lado. Se había convertido en el refugio de Sakura mientras esperaba el regreso de Sasuke.

Igual que ella, todo el personal esperaba con ansia el regreso de su amo. Y él no parecía tener prisa por complacerlos.

En su ausencia, parecía haber entrado en una especie de limbo, atrapada entre la inquietud y la soledad, mientras los días se sucedían, eternos. Las noches eran aún peor, las pasaba tensa, anhelando algo que sólo Sasuke podía darle.

Y no había ninguna garantía de que fuera a hacerlo. Esa vez no habían colocado su ropa con la de él sino en una habitación de invitados, al final de un largo pasillo. Josefina, había cometido la indiscreción de cuestionar el tema, pero una mirada de su padre la había silenciado.

Zeno era un hombre alto y entrecano cuya actitud, aunque correcta, era distante, al igual que la de su regordeta esposa. Así que Sakura se alegraba de tener consigo a la risueña Josefina. Aunque la comida y el servicio eran excelentes, se percibía algo extraño en el ambiente.

Le preguntó a Josefina si no habían esperado su llegada y la chica admitió, avergonzada, que sus padres siempre habían creído que la primera mujer que el señor Sasuke llevara a Alyssos sería su futura esposa. Sakura comprendió su desaprobación, no la consideraban a su altura.

Se preguntaba dónde estaría situada la antigua casa de tía Tsunade y quién la ocuparía en la actualidad. Se planteó preguntárselo a Zeno, pero desechó la idea. Era un hombre fiel a los Uchiha y mencionar el apellido Akasuna sería como agitar un trapo rojo ante un toro.

Se le ocurrió que sería buena idea ponerse en contacto con Ino, enterarse de cómo iba el negocio y asegurarle que volvería pronto.

Pero le negaron acceso al teléfono y al ordenador, diciéndole que podría utilizarlos cuando el señor Sasuke regresara.

Derrotada, se preguntó si temía que enviara un mensaje pidiendo que la rescataran, o algo así. No tener contacto con el mundo exterior le hacía sentirse como una prisionera, pero no podía decir que fuera infeliz allí.

Alyssos era una isla muy pequeña. Tenía un puerto diminuto, del mismo nombre, cuyo mayor atractivo era la llegada de un ferry a diario. No le habían permitido ir a verlo, tal vez por si intentaba escapar. En el Selene había descubierto que su pasaporte había desaparecido, así que no habría llegado muy lejos si intentara huir.

Aparte del ferry, el pasatiempo principal de la isla era observar los olivos y demás árboles frutales. En otras circunstancias, seguramente habría sido el remedio perfecto contra el estrés.

Igual que tumbarse en la orilla de la playa y dejar que las olas acariciaran su cuerpo. Podría haber sido un paraíso...

Villa Mikoto, nombrada en honor de la difunta madre de Sasuke, era un edificio de una planta, blanco y con tejado verde. Las paredes estaban cubiertas de buganvillas rosas y moradas. Contaba con dos alas, que se extendían hacia el mar, una dedicada a los dormitorios, y la otra a cocina, almacenaje y dependencias de servicio.

Los suelos eran de mármol claro, la decoración neutra y los muebles rectos y modernos, excepto los mullidos sofás y sillones del salón. Según Josefina, todo había sido diseñado por Sasuke.

En los jardines había una piscina de agua fresca, resguardada tras setos de hibisco y rodeada por un solárium con cabinas para cambiarse.

Sakura prefería la pequeña playa que había a doscientos metros de la casa. Cada mañana, manos desconocidas llevaban allí una tumbona, una sombrilla y una nevera con agua mineral.

Inocente RendicionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora