PRIMER ENCUENTRO la segunda carta

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Capítulo 3

Sakura llegó a Atenas en mitad de una tormenta. Cuando salió de aduanas, vio a un hombre fornido y trajeado que alzaba un cartel con su nombre. La saludó con cortesía, agarró su bolso de viaje y la condujo a una limusina blanca, con chófer uniformado incluido.

El aire era húmedo y cálido, agobiante. Se alegró de haberse recogido el pelo.

Ocupó sola el asiento trasero del lujoso coche; su escolta se sentó junto al chófer. Sakura se recostó y se dedicó a escuchar los truenos y contemplar la lluvia que caía a mares.

Pensó que, sin duda, los abogados añadirían el coste del trayecto a la factura y que un taxi habría resultado mucho más barato, pero menos cómodo. Cerró los ojos y dejó de pensar. Estaba casi dormida cuando notó que el coche se detenía.

No le apetecía nada ver a su familia. Alguien abrió la puerta. Había un hombre con un paraguas enorme y supuso que era ibiky, el mayordomo de los Akasuna. Iba a saludarlo cuando se dio cuenta de su equivocación; era un extraño y la llevaba hacia una casa desconocida para ella.

-No -dijo, en griego-. Ha habido un error. Debería estar en Villa Demeter.

-No hay error. Este es el lugar correcto -dijo el hombre que la había recogido en el aeropuerto, uniéndose al otro. Le hicieron entrar en un enorme vestíbulo con una imponente escalera de mármol.

Sakura ni miró a su alrededor. Estaba demasiado enfadada e intentaba recordar el nombre del abogado para quejarse cuando se solucionara el embrollo. Entretanto, a pesar de sus esfuerzos por liberarse, los dos hombres la condujeron escaleras arriba, a una galería.

-¿Qué es esto? -exigió-. ¿Dónde estoy?

Silenciosos, se detuvieron ante una doble puerta y el hombre del aeropuerto llamó y abrió. No la empujaron para que entrara, exactamente. Pero se encontró avanzando mientras ellos retrocedían. La puerta se cerró a su espalda.

Era una habitación muy grande, pero Sakura sólo se fijó en la cama, iluminada por lámparas altas, como un escenario. Iluminaban también al hombre que había en la cama, recostado en almohadas blancas, desnudo pero cubierto hasta la cintura por una sábana. Trabajaba en un ordenador portátil que tenía ante él.

Tranquilamente, Sasuke Uchiha cerró el ordenador, lo dejó en la mesilla y la miró.

-Ah, por fin llega la belleza prometida -dijo con voz suave y un acento inglés casi perfecto.

A ella se le cerró la garganta cuando, de nuevo, esos ojos oscuros la recorrieron de arriba abajo. Esa vez, la franca admiración de su mirada dejó entrever, además, algo inquietante.

Sakura dio un paso atrás y él sonrió.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué estoy aquí? -preguntó, ronca.

-Te ofreciste a mí. Por escrito -alzó un musculoso hombro-. Estoy aceptando tu oferta.

-Era mentira y lo sabes tan bien como yo -Sakura lo miró desafiante-. No simules que creíste por un momento que me casaría contigo -le dio la espalda y fue hacia la puerta-. Me voy.

Giró el pomo, pero la puerta no se movió.

-Pierdes el tiempo -dijo él, divertido-. Está cerrada con llave y seguirá así hasta mañana.

-No puedes impedir que me vaya -protestó-. No sé a qué estás jugando, pero no tengo intención de convertirme en tu esposa. Ni ahora ni nunca.

-En eso, al menos, estamos de acuerdo -farfulló él-. No habrá boda, Sakura mu. Y eres tú quien está jugando, no yo -hizo una pausa-. Y no lo digo por tu segunda carta, que me prometía todo tipo de placeres íntimos que pocas mujeres solteras se atreverían a mencionar, y menos a un posible futuro esposo.

Inocente RendicionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora