Capítulo 2

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* Megan en la imagen multimedia.

Debía haberme quedado dormida porque cuando abrí los ojos ya estaba oscureciendo. Habían árboles alrededor y un camino de tierra que iba en una sola dirección.

Sip, estábamos entrando al pueblo.

Me quedé mirando por la ventana el resto del camino. No había cambiado mucho el lugar. Las mismas casas de madera, calles de tierra con pueblerinos, puestos de alquiler de caballos, guía turística y el mar. Amaba esa playa. Siempre que iba al campo lo primero que hacía era ponerme la maya e ir al mar con mis amigos.

Me divertía mucho, pero me recordé que ya no tenía amigos aquí.

El auto fue frenando lentamente en el frente de una casa grande. La casa de mi papá.

Seguía conservando la misma estructura de antes. Era alta cubierta con piedras, una gran enredadera cubría un costado de la casa esquivando la gran puerta principal de madera y las ventanas. Tenía dos pisos con ventanas grandes, una escalera caracol al final que conducía a tres habitaciones arriba. Abajo estaba la cocina de mármol, un amplio living con un comedor y un pequeño baño para las visitas. En la parte de atrás estaba la piscina, un pequeño corral para los caballos y más al fondo, la finca.

Se podía decir que vivían bien. Bastante bien.

La puerta de la casa se abrió de repente y salió un hombre alto, con barba. Se le comenzaban a notar algunas canas entre su pelo marrón que le habían salido por la vejez. Había bajado de peso en el último tiempo y se veía muy feliz.

- ¡Papi! – gritó Lucas mientras abría la puerta del auto y salía corriendo hacia papá quien se agachó para alzarlo.

- Que grande que estas pequeño- le dijo él. – ¿Hace cuánto no te veo? ¿Tres meses? – preguntó.

- Cinco – respondí mientras me acercaba a ellos. – Hola papá.

- Megan – dijo con una sonrisa - ¿Cómo estás hija?

- Bien, supongo. –respondí encogiéndome de hombros.

- Me alegro de verte–se acercó a darme un abrazo pero lo evité entrando en la casa.

Él miró el suelo dolido pero no me importó y cerré la puerta de entrada detrás de mí. Dejando a mi padre con mi hermano fuera.

Desde que mis padres se separaron, mi papá dejo de visitarnos a mí y a mi hermano. No nos veíamos casi nunca ya que vivíamos en la otra punta del país y yo no quería verlo tampoco. Me di cuenta que irse para él era una escapatoria para olvidar a mamá pero no se daba cuenta que los dejaba atrás a sus hijos también.

Al principio nos siguió llamando, pero yo era una pequeña ingenua con la ilusión de que mi papá iba a volver a casa. Mi mamá me lo negaba con gentileza pero yo siempre la apartaba y le decía que estaba equivocada. Pero resultó ser que la equivocada era yo. Después de un tiempo dejé de tener esperanzas. Cuando llamaba no lo quería atender, no quería visitarlo ni verlo.

Mi hermano siempre lo quiso. Él no se acordaba que papá alguna vez vivió con nosotros porque él apenas tenía tres años cuando se fue pero yo era lo bastante grande con nueve años.

Después de eso nos visitaba al menos tres o cuatro veces por año y en esos días yo me preocupaba por desaparecer de casa. Me escapaba a la casa de una amiga por el fin de semana o a cualquier otro lado siempre que él aparecía. Tampoco hice cosas muy prudentes y pasé por un muy mal momento de mi vida pero eso ya estaba en el pasado. Mamá se enojaba conmigo por eso. Me castigó muchas veces pero yo nunca la escuchaba ni le hacía caso. También me decía que yo necesitaba un padre y debía verlo. Tenía razón pero yo no estaba lista para perdonarlo. Él había sido mi mejor amigo, mi héroe, hacíamos todo juntos. Me abandonó cuando apenas era una niña, cuando yo más lo necesitaba.

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