9.

1.1K 136 73
                                    


Ya  ha llegado el momento, tengo que enfrentarme a Ingrid sea lo que sea lo que haya averiguado o lo que se traiga entre manos. No puedo seguir aquí en este bar mareando un café que hace rato se ha enfriado, después de llegar hasta aquí ahora no puedo venirme abajo ni perder el coraje que he podido recopilar. 

Conseguir la dirección de ese tal Hugo no me ha sido difícil, ni tampoco un pequeño historial acerca de su vida y gustos. Si supiera lo accesible que es su información confidencial a través de cualquier red social estoy seguro que no publicaría tanto acerca de él mismo en Internet. 

Pago la cuenta en el bar y vuelvo a la bicicleta para poner rumbo a la casa de Hugo. Hasta el momento en el que he dado la primera pedalada no había sido consciente del dolor que me recorre ambas piernas; definitivamente después de ésto necesitaré algo más que una rehabilitación para recuperar la movilidad de mis piernas con normalidad y sin dolor.

Inconscientemente me dirijo a la dirección que antes había buscado en el mapa. Siempre se me ha dado muy bien orientarme y recordar direcciones; me alegro no haber perdido facultades después de tanto tiempo sin ejercitarlo.  Finalmente llego al número 15 y compruebo en el buzón que aquí vive alguien llamado Hugo. Es una casa pequeña, oscura, con techo de pizarra, de un solo piso y con un bonito jardín a la entrada de la casa. Por la iluminación adivino que están en la habitación de la derecha de la puerta de entrada y sin pensármelo dos veces me asomo disimuladamente por la ventana para ver que soy capaz de ver. La imagen que me regalan las contraventanas de maderas semiabiertas es más de lo que podría soportar. Están sentados juntos en el sofá muy cerca el uno del otro, mirando algo en un ordenador portátil con facciones serias, no se por qué pero no puedo evitar que unos celos absurdos me invadan. No soy una persona celosa, de hecho defiendo que para que una relación funcione es necesario que haya libertad y plena confianza en la otra persona, pero el verlos tan juntos en ese sofá hace que se me remuevan las entrañas. Y sin previo aviso, me pongo a autojuzgarme comparándome con él. "¿Tendrán algo juntos? ¿Habrán dormido en la misma cama? Toni, mírate... El es mucho más atractivo que tú. Se ve que se cuida y tiene un cuerpo esculpido. Hace unos días la tenías en casa completamente entregada a tí y ahora estás espiándola a través de una ventana. Eres patético..." Con este último pensamiento me comienza a hervir la sangre y no soporto la idea de que sigan ahí juntos sin saber que yo estoy ahí dispuesto a todo por ella. "Pero... ¿Dispuesto a qué exactamente? Sabes que no puedes incluir a Ingrid en tu vida y en todo lo que estás metido. Ella no se merece pasar por nada parecido a lo que te han hecho pasar a tí." Sé que mi conciencia lleva razón, pero ahora mismo no puedo pensar racionalmente. 

Aún no se qué fue lo que me movió a hacerlo, pero estoy llamando a la puerta con violencia. Lentamente se abre y puedo ver al chico que estaba con Ingrid en el sofá. Definitivamente es más atractivo que yo, incluso es algo más alto.

- ¿Si? - pregunta escrutándome con la mirada.

- Quiero ver a Ingrid, sé que está aquí - le contesto de mala manera, ahora mismo no estoy para hablar con nadie de manera agradable, y menos con él.

- Emm... Lo siento, pero aquí no hay nadie aparte de mí. Buenas noches...- Antes que cierre la puerta en mis narices logro meter el pie entre la puerta y el marco haciéndome hueco.

- ¡INGRID SÉ QUE ESTÁS AQUÍ! - grito como un loco, la verdad es que poco me importan los vecinos en este momento - ¡SOY TONI, SAL POR FAVOR QUE TENGO QUE HABLAR CONTIGO! - me siento como un panoli cuando Hugo consigue empujar mi pie fuera de la casa y cierra con violencia la puerta. 

No pienso darme por vencido tan fácilmente, así que me siento en los escalones de la entrada. "Si tengo que pasar la noche al raso no me importa, pero tengo que hablar con ella..." solo soy capaz de pensar eso una y otra vez con valentía mientras pasan los minutos.  Al cabo de una hora, me estoy empezando a replantear que el plan no está muy bien pensado porque no tengo ni abrigo, ni comida, ni nada. Pero aún tengo fe en Ingrid, hay algo en mí que me dice que no me dejará sufriendo en la calle mientras ella me ve desde la ventana.

Ocultarse no es desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora