8.

1.2K 139 142
                                    


No puedo quitarme de la cabeza el recuerdo de Ingrid correspondiéndome. Ese momento en el que nuestros labios se juntaron se repite una y otra vez como en un bucle infinito del que no encuentro modo de escapar. Los sentimientos de culpa y arrepentimiento por mi actitud son tan fuertes que a veces no recuerdo el motivo por el que he actuado así con ella. Pero eso solo dura un instante porque rápidamente los recuerdos inundan mi cabeza. No puedo poner en peligro a Ingrid sólo por mis sentimientos hacia ella, con Tania ya lo intenté y no hay día en el que no me arrepienta de ello. No. Definitivamente no puedo poner a Ingrid en peligro... Este es un juego demasiado peligroso como para inmiscuir a más personas en él. La lástima es que no puedo explicarle mis verdaderos motivos a nadie, de hecho he estado corriendo demasiado riesgo todo este tiempo, olvidándome de mi vida anterior y retomando lo que podría ser una vida normal.

Ya ha amanecido y no me había percatado de ello hasta que oigo unos golpes en la puerta. "Mierda, Darío. Y yo aún en la cama... Hoy también tengo que cortar mi relación con él, a pesar de que se ha convertido en casi un hermano para mí. Después de tanto sufrimiento en su vida, nuevamente un amigo más le va a abandonar. Espero que si algún día descubre todo lo que ocurre en torno a mí, pueda perdonarme." Con este pensamiento me dirijo en pijama a la puerta de entrada para encontrarme con un Darío sombrío y ojeroso. No queda rastro de esa sonrisa ni ese brillo de entusiasmo en sus ojos, simplemente cansancio y tristeza.

-Buenos días Darío – le saludo sin demasiada efusividad - ¿Qué te ocurre? Tienes mala cara, tío...- le digo realmente preocupado por él y por lo que le pueda pasar.

- ¿Está aquí Ingrid? – suelta de sopetón sin apartar sus ojos entrecerrados de mí.

- Que va... La última vez que la vi fue ayer por la tarde después de la sesión de rehabilitación – mientras digo ésto, poco a poco va creciendo la presión en mi pecho y noto que apenas puedo respirar - ¿Qué ha pasado? ¿Ingrid está bien? ¡¡DI ALGO, POR FAVOR!! – digo cada vez más alterado mientras en mi cabeza pasan mil y una imágenes de Ingrid sufriendo cualquier tipo de daño.

- Sentémonos y te cuento todo, que es algo largo y ya ni me sostienen las piernas – me dice en un hilo de voz mientras las lágrimas se acumulan en sus ojos luchando para no salir – Ayer después de vuestra sesión de rehabilitación, Ingrid llegó a casa. Pasó corriendo por el pasillo pero aun así pude ver su cara completamente hinchada y enrojecida, y comprendí que había estado llorando. No salió de su habitación ni para cenar, sabíamos que estaba allí porque de vez en cuando podíamos oír sus sollozos contra la almohada. Estábamos recogiendo la cena de la mesa cuando vino con nosotros al comedor, con un aspecto horrible y nos dijo que tenía que irse, que no nos preocupásemos porque en unas horas creía que volvería. Que no podía decirnos a donde ni con quien, pero que tenía que descubrir que estaba pasando realmente. Esto último lo cito textualmente porque no tengo ni idea de a que se refiere. Desde que anoche salió de casa no hemos vuelto a saber de ella, tampoco sé qué pasó aquí para que mi hermana volviese en ese estado a casa, pero lo que sí sé es que si le ha pasado algo por tu culpa te juro que te mataré. Recuerda esto porque pienso cumplirlo. Si mi hermana ha sufrido algún tipo de daño por tu culpa; te arrepentirás – tras decir esto muy lentamente y con seguridad en sus palabras, veo como Darío se levanta sin mirarme y se va, cerrando la puerta y dejándome en estado de shock; inmóvil como una estatua.

No tengo ni idea de cuánto tiempo habrá pasado desde que se fue Darío, pero no era capaz de reaccionar. Estuve con la mente en blanco, sin pensar absolutamente en nada hasta que un ruido de algún pájaro me hizo salir del trance en el que me encontraba sumido y volver a la realidad. La realidad en la cual Ingrid había desaparecido, en la cual ella había estado llorando por mi actitud, y peor aún en la cual podría estar en este mismo momento en peligro. Y todo esto por mi culpa. No puedo evitarlo más y las lágrimas salen atropelladamente de mis ojos empapándome la cara y haciendo que la impotencia controle mi cuerpo.

Pero no puedo dejar que los sentimientos me dominen, es la hora de actuar y encontrar a Ingrid. "Cueste lo que cueste"  Este pensamiento resuena potente en mi cabeza mientras me levanto y me dispongo a trazar un plan para localizarla.

Una de las cosas que eliminé de mi antigua vida por mi seguridad son los aparatos electrónicos. Ahora mismo en el albergue no tengo ni teléfono móvil, ni ordenador, ni siquiera una cámara de fotos. Por mi anterior oficio sé con certeza lo fácil que es encontrar a una persona o la presencia de un ser humano por las ondas electromagnéticas de los aparatos eléctricos o por los componentes GPS de los dispositivos. Hasta para un novato en el gremio le resultaría más o menos fácil localizar a una persona que utiliza cualquier aparato electrónico. Lo bueno es que gracias a mis conocimientos informáticos puedo localizar prácticamente a cualquier persona simplemente con un ordenador. Por algo se me clasificó como el tercer hacker más importante del mundo con tan solo 13 años.

Aún recuerdo el día que unos agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia de España) irrumpieron en los recreativos de mi pueblo cuando me colé en su página web y les introduje un virus creado por mí que destruía todo el disco duro del ordenador que se conectaba a esa web si no se pasaban una pantalla del comecocos que les salía en el monitor. Esto no lo hice con mala intención, simplemente quería probar si funcionaba de verdad el virus que había creado y me pareció divertido probarlo en el CNI. Más tarde después de estar recluido en comisarías, y sometido a interrogatorios y juicios dejó de parecerme tan divertido. Pero me ayudó a demostrarme a mí mismo que tenía madera para esto. Con los años fui perfeccionando mi técnica (nunca lo utilicé para robar ni hacer daño a otros por muchas ganas que me dieran), hasta que finalmente acabé trabajando para una gran empresa multimillonaria.

Pero mis recuerdos del pasado ahora son irrelevantes, lo importante es buscar un ordenador y dar con Ingrid; muy a pesar de arriesgar mi tapadera y escondite. Subo al desván y bajo una vieja bicicleta oxidada del marido de Gracia, y tras asegurarme que funciona, pongo rumbo al pueblo que está al otro lado de la montaña; a unos 75 km de aquí. 

He tenido que hacer varios  descansos y si no fuera porque el pensar en Ingrid me da fuerzas ya habría abandonado. Las piernas aún no las tengo recuperadas y hasta me palpitan de dolor. Con cada pedalada puedo notar el dolor en cada músculo y tendón de mis extremidades, pero esto no consigue que me detenga y abandone la búsqueda. Ya anocheciendo llego al otro pueblo, es más grande que en el que viven Ingrid y Darío. Pregunto por un locutorio y no tardo en dar con uno iluminado de colores llamativos. Elijo el ordenador que está en una esquina donde nadie puede ver que es lo que estoy haciendo y me pongo manos a la obra. Hackeando las cámaras de seguridad de los locales del pueblo, de las gasolineras y restaurantes de carretera he conseguido averiguar la ruta que llevó Ingrid con su 4x4, y mejor aún, he logrado dar con ella. No parece que nadie la haya raptado sino que simplemente ha querido ir por su propio pie.

Casualmente está en este mismo pueblo, en la casa de un chaval llamado Hugo a unos 10 minutos de aquí. Antes de irme borro mis huellas del ordenador (las externas y las internas) y le pago con una generosa propina al dueño del local.

Paro en un bar a cenar y tomarme un café. Aún tengo mucho en que pensar antes de ir a buscar a Ingrid a casa de ese tal Hugo. Todavía no sé si estoy preparado para verla después de lo que pasó entre ambos, ni si lo estoy para averiguar los motivos por los cuales ella se ha ido de casa.

Ocultarse no es desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora