Van pasando los días y cada mañana a las 9, Darío hace su aparición en el albergue, puntual como un reloj, con una cesta de provisiones y demás cosas que he ido echando en falta en mi día a día. La verdad es que ahora me doy cuenta que me preocupé excesivamente el día que quise advertir (y siendo sincero, también asustar) a Darío acerca de las pautas necesarias para convivir conmigo. No hemos vuelto a hacer alusión al tema; cosa que tampoco ha hecho falta. Darío es un chico encantador y muy trabajador, consigue eliminar el humor de perros que he ido adquiriendo a raíz del accidente y me hace sentir que no soy una carga para él. Estoy seguro que aunque no me lo diga, a Darío le apasiona la botánica. No había visto a nadie cuidar a unas plantas con tanto mimo como a Darío. Desde que él las venera y están a su cargo, todas y cada una de las plantas del huerto han crecido y tienen un color espectacular. No entiendo por qué Darío nunca me hace ningún comentario de lo mucho que le agrada cuidar a las plantas, pero puedo percibirlo en sus ojos y en su cara de satisfacción cada vez que vuelve del huerto, sin importarle el hecho de estar desaliñado y cubierto de barro y manchas por toda la ropa.
Además de su imprescindible ayuda para llevar a cabo las tareas de la casa, otra cosa por la que estaré siempre agradecido a Darío es por su compañía. En ningún momento me ha preguntado por mi vida fuera de este albergue y anterior a que nos conociéramos. Se limita a hablarme de él, de su vida, de sus miedos y a tratar de aprender de mí lo poco que le enseño. Han pasado unos 4 meses y medio desde el día que conocí a Darío y a su familia, y desde entonces he podido conocer a Darío de una manera más profunda de lo que jamás he conocido a ninguna otra persona. Por lo que sé de él, es todo un logro que siga siendo tan alegre y bondadoso después de cómo le ha tratado la vida. Desde pequeño un grupo de chavales del colegio le insultaban y pegaban, y al vivir en un pueblo tan pequeño no le quedó otra alternativa que aislarse de los chicos de su edad para evitar sus burlas y sus golpes. Según me cuenta, nunca ha tenido muy claro el motivo que les hizo a los chicos odiarle de esa manera, pero estoy más que seguro que se debe al hecho que Darío es un chico diferente y excepcional. No lo digo porque ser distinto sea malo, pero Darío le da mil vueltas a cualquier chico de su edad, y al notar que Darío destacaba sobre ellos en cualquier ámbito vieron como camino más sencillo hundirle para que no siguiera despuntando. A pesar de haber pasado por todo eso y seguir conviviendo con ello día a día desde tan temprana edad, Darío sigue desprendiendo alegría y amabilidad allá a donde va. No se ha dejado seducir por la idea de ocultarse o huir de sus problemas, sino que sigue haciendo su vida e ignorando a aquellos que tan mezquinamente tratan de hacerle sentir que no vale nada sólo por no encajar en un grupo de personas mediocres como ellos.
"Ojalá yo fuese tan valiente en vez de permitir que mis problemas me hagan esconderme en mitad de la nada. Quizás algún día aprenda de Darío..." Sin llegar a acabar la frase que estaba pensando, caigo rendido en un profundo sueño.
El brillo del sol a través de mis párpados me despierta, y un agradable aroma a té y galletas me obliga a abrir los ojos. "He debido dormirme, menos mal que le dí copia de la llave a Darío para que entrase a casa si algún día llegaba aquí y yo no le abría" pienso mientras me desperezo en la cama aún medio dormido.
- ¡Buenos días campeón! – Le grito a Darío desde mi habitación – En un momento estoy contigo, que me he quedado dormido sin darme cuenta de lo tarde que era... - Me excuso mientras me quito el pijama y me pongo ropa limpia. – Por cierto, ¿eso que huelo son galletas caseras? Eres una caja de sorpresas canij... - Interrumpo la conversación al llegar a la cocina y ver una silueta alta con una melena morena en la cocina despaldas a mí – Esto... Hola Ingrid, no tenía ni idea que hoy ibas a venir, Darío no me dijo nada... Por cierto, huele genial – digo mientras me maldigo por tartamudear. A mis 27 años aún me sigo comportando como un crío en los momentos menos oportunos, aunque doy gracias de que entre tanto tartamudeo no me haya salido ningún gallo en la voz.
- Buenos días Antonio, Darío no te dijo nada porque yo se lo pedí. Quería darte una sorpresa – dice con su suave voz. Ya había olvidado lo agradable que es estar con ella, no me gustaría volver a recordarlo después de lo que me había costado olvidarlo... – Como estabas dormido entré usando las llaves de mi hermano para hacer unas galletas y así poder volver a probar esa mermelada que me cautivó la última vez – tras decir esto se agacha hacia el horno de leña para ver cómo estaban las galletas.
Lo peor de ser un hombre es que cuando vemos a una persona que nos resulta atractiva es casi imposible no mirarla; y más si se agacha exhibiendo su bonito culo en mis narices. No lo hago a propósito pero mis ojos están posados descaradamente sobre sus nalgas cuando se gira para mirarme. "Joder Toni... ¿Qué te costaba ser más discreto y echar sólo una miradita rápida? Ahora pensará que eres un cerdo, y con razón..." me recrimino mientras noto como me arde la cara. Debo de haberme puesto rojísimo, porque la he visto como se vuelve a dar la vuelta mientras lucha por aguantarse la risa y no soltar una carcajada en mi cara.
- Ésto ya está – anuncia Ingrid con una sonrisa conciliadora como si hace apenas unos minutos no me hubiese descubierto mirándola el culo sin ningún reparo- ¿Desayunamos?
Y así, sin más nos ponemos a comer té con galletas y mermelada mientras charlamos de la gente del pueblo, de Darío, del huerto, del tiempo; de todo y de nada a la vez. Cada vez me encuentro más a gusto con su presencia y con su actitud despreocupada como si no supiese lo preciosa que es, y sin darle importancia a que dos adultos de edades semejantes estamos solos en una casa; cosa que a mí me pone nervioso (por no decir otra cosa).
- Al final con tanta cháchara no te he contado el motivo por el que estoy aquí – dice Ingrid levantándose a por un maletín de cuero azul oscuro que había dejado junto a la puerta; el cual había pasado completamente desapercibido para mí – Han pasado ya más de cuatro meses desde que te inmovilicé las piernas, y según me cuenta Darío, estás siguiendo muy bien las indicaciones que te dí acerca de guardar reposo estricto. Así que voy a desentablillarte las piernas y a ver si todo ha ido bien – me explica mientras me indica que me siente en el sofá. Se sienta en una silla en frente de mí y toma mi pierna izquierda – Esto puede que te vaya a doler, seré lo más rápida posible ¿vale? – dice con una sonrisa tranquilizadora mientras se pasa el pelo por detrás de las orejas.
De repente noto un fuerte tirón y cómo mi pierna se siente libre pero dolorida a la vez. Ingrid toma mi tobillo y empieza a girarlo lentamente para comprobar que no hay indicios de que la rotura siga ahí. A continuación hace exactamente lo mismo pero con mi pierna derecha. Creo que si no hubiera sido Ingrid quien me estuviera haciendo esto, me habría puesto a berrear como un niño pequeño.
- A pesar de que te haya quitado esto, recuerda que aún no has recuperado la movilidad en tus piernas, ni tampoco están preparadas como para aguantar el peso de tu cuerpo. Vas a tener que seguir utilizando la silla de ruedas para desplazarte, y todas las tardes vendré a hacer ejercicios de rehabilitación contigo. Si sigues siendo tan obediente como hasta ahora, calculo que en un mes estarás como si no te hubiese pasado un camión por encima – dice mientras recoge sus cosas. Antes de desaparecer por la puerta, se gira mostrándome una gran sonrisa y me guiña un ojo a modo de despedida.
Me asomo por la ventana y la observo alejarse, estoy seguro que sabe que la estoy mirando porque no creo que normalmente se contonee de esa forma al caminar. Hago todo lo posible por evitarlo, pero una sonrisa tonta se me escapa cuando pienso en la idea de estar todas las tardes durante un mes con ella.
"Sé que no debo relacionarme con nadie y menos de la manera en la que me gustaría hacerlo con Ingrid, pero... ¿desde cuándo yo hago lo correcto?" pienso mientras imagino qué pasaría si un día le ganaba el corazón a la razón.
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Ocultarse no es desaparecer
Tajemnica / ThrillerEn una vida rodeada de naturaleza, soledad y sencillez se encuentra nuestro protagonista, Antonio. Todo parece correcto e incluso monótono. Pero realmente... ¿Todo es lo que parece?