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❛no pararían hasta convertirla en un arma❜
PARPADEÉ, DERRUMBANDO EL TONEL de lágrimas que se acumulaban en mis ojos. Cogí aire por la nariz, intentando no pensar en el escozor que hacía arder mi cuerpo. Sentía el fuego del suero recorrer mis venas. Apartaron la aguja de mi brazo y en su lugar pusieron un algodón mojado en alcohol. Chasqueé la lengua, frunciendo el ceño hacia el doctor, el cual hizo caso omiso a mi gruñido.
─Prueba del suero E-301 testada en el sujeto 1-3-1-13 -dictó hacia otro compañero para que éste tomara nota- Hora, nueve y dieciséis minutos de la mañana.
Bufé, molesta y aburrida ante el ya conocido control que hacían tras cada prueba. Después de ésto me esposarían aprovechando los efectos somníferos del suero, me llevarían a mi celda y esperarían unas horas para comprobar qué efectos tiene la disolución. Si era el resultado esperado, procederían con las pruebas; ¿que la cosa no salía bien? Drenaban mi sangre antes de que el suero penetrara mi ADN y la renovaban. Iba todo el día drogada, como podréis observar.
Y como dije, el cuerpo empezó a perder su equilibrio y la falta de éste empezó a hacerme balancear sobre la camilla. Los doctores, viendo cuán rápido afectaba ya el prototipo en mi sistema, dejaron que los guardias me esposaran y me llevaran -prácticamente arrastrando- de nuevo hacia mi celda.
No sentí el impacto del suelo, estaba tan sedada que mis extremidades parecían hechas de goma. Gemí, adolorida y mareada, dejándome vencer por el peso del sueño.
─Han vuelto a hacerlo -oí a duras penas aquella familiar y singular voz.
─¿El qué? -le preguntó otra a la anterior.
─Siguen experimentando con ella -respondió.
─No pararán hasta hacer de ella un arma.
─Ya lo es -comentó la primera voz- Pero son avariciosos, quieren más.
Sus palabras se arrastraron en mi mente, como pesados sacos de arena. Oí un revuelo de comentarios, pero no lograba entender lo que decían exactamente. Y, con la última voz femenina haciendo eco en la sala, caí rendida sobre el helado suelo.
°°°
Me despertaron sacudiéndome bruscamente. Aún algo entumecida por el sueño, tuve que dejar que los guardias me alzaran en brazos y me arrastraran hasta el laboratorio.
─No, otra vez no -gemí, aún sin la capacidad suficiente para hablar sin padecer los efectos del sedante- Por favor.
Pero haciendo caso omiso a mis súplicas, me llevaron hacia lo que me esperaba para aquél entonces. La estancia, como todo en aquél lugar, era de un molesto color blanco. Me sentaron sobre la camilla, aún con las esposas oprimiendo mis muñecas. No me soltaron, aunque de todas formas, si lo hicieran, habría seguido ahí pasmada.
