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❛todo el brillo desapareció❜
NO SÉ QUÉ HACÍA AHÍ, ni por qué. Simplemente vinieron a buscarme los mismos agentes de siempre y me arrastraron por unos largos pasillos sin explicarme nada.
La habitación eran cuatro simples paredes de cemento. No había muebles y apenas iluminación. Las ventanas escaseaban y la puerta estaba cerrada. Sentía que me ahogaba.
Vestía el uniforme de Hydra, sus colores, su estética, aunque esta había sido algo modernizada. Era igual que la de mi supervisor y el resto de agentes. No sabía cuánto tiempo había pasado encerrada pero esta agencia avanzaba rápidamente. Pronto serían superiores al resto del mundo en muchos aspectos y eso me asustaba.
La puerta se abrió, sobresaltándome. Por ella entró Strucker, escoltado de unos agentes entre los cuales se encontraba mi supervisor. Sus ojos se clavaron con fuerza sobre los míos y sonrió con sarna al saber el efecto que tenía sobre mí. Mi cuerpo tembló. Para más inri, este fue el primero en acercarse hasta mí mientras el resto arrastraba a un hombre medio inconsciente con el rostro cubierto por una bolsa de plástico.
Fruncí el ceño. Algo en mi interior se removió incómodamente al ver a aquel prisionero. Lo primero que hice fue impulsarme hasta él, porque, tonta de mí, pensaba que podría liberarlo, pero las manos del supervisor me detuvieron.
─Quieta.
Me detuve ante sus manos agarrando mi brazo. Me alejé de él pero permanecí inmóvil observando la escena. Los agentes se encargaban de que el prisionero se mantuviera en pie, pues sus piernas flaqueaban y temblaban constantemente. Sus manos estaban esposadas tras su espalda, lo que le hacía aún más vulnerable.
─¿Qué está pasando aquí?
Mis ojos evitaron a la escoria que tenía a mi lado y pasaron directamente a quien dominaba el cotarro. Strucker sonrió y se acercó hasta mi, quedando de frente con el prisionero. Parecía que las vistas le gustaban.
─Vi lo que hiciste el otro día -dijo- Tu ataque contra el simulador de Shield.
No dije nada, esperé a que continuara.
─Eres buena, tienes potencial -siguió- Pronto podrás unirte a una de nuestras más preciadas armas. Es como tú, un súper soldado.
─¿Quién es?
─Todo a su debido tiempo -me detuvo, alzando una mano- Formaréis un equipo.
─¿Y si me niego?
Oí los pasos de mi supervisor acercarse, alertándome y poniéndome tensa. Erguí la espalda, ignorando el escalofrío que la recorrió.
─Si no quieres que esto repercuta contra ti o tu familia, debes demostrar tu lealtad hacia nosotros.
