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❛tenía que dejar salvarse❜
CONSEGUIMOS LLEGAR A LA CIUDAD, y con ella, mi estado mejoró. Steve había sido todo lo gentil que podía ser y no se quejó en todo el camino que me llevó a cuestas, e incluso cuando él mismo admitía no poder más, se negaba a dejarme ir por mi propia cuenta. Al final, cuando el cielo empezaba a clarearse y las carreteras empezaban a ser conducidas por los vehículos de los ciudadanos, decidimos suspirar de alivio. Lo peor ya había pasado. O no.
Estábamos agotados, deshidratados y adoloridos. Shield iba tras nosotros y no podíamos confiar en nadie. Pero Steve y yo teníamos un nombre en mente aunque supiésemos que nos estábamos arriesgando demasiado. Intentar pasar desapercibidos era todo un reto cuando estabas cubierto de polvo, barro y algunas rasgaduras tanto en la ropa como en el rostro, pero conseguimos llegar a nuestro destino.
El porche de la vivienda nos dio la bienvenida, pero eso no nos aseguraba que pudiésemos estar a salvo. Estábamos en riesgo, no solo nosotros, sino toda persona a la que recurriéramos en busca de ayuda, por lo que sería totalmente normal que esta se negara a dárnosla y por ende cerrarnos la puerta en las narices.
Pero la puerta se abrió y Sam, al otro lado de ésta, nos miró con una ceja alzada cuando se percató de las pintas y el estado en el que nos encontrábamos.
─Hola, tío -le saludó a Steve. Después, pasó su mirada hacia mí y esta vez arqueó ambas cejas- ¿Y tú de dónde sales?
─Del infierno -escupí.
─Eso parece -me contestó el afroamericano apoyándose en el marco de la puerta.
─Antes de nada, perdónanos -se anticipó Steve- Necesitamos escondernos.
─Todo el mundo intenta liquidarnos -añadió Natasha.
Sam nos miró a los tres, a cada uno de nosotros. Cualquiera habría sopesado la opción y habría considerado que la mejor elección sería dejarnos en la calle o entregarnos a Shield, pero Sam no se lo pensó mucho y se apartó de la puerta, dejando un espacio para poder pasar por ella.
─Todo el mundo no.
Sonreí aliviada cuando nos dejó entrar y cerró la puerta tras nuestro paso, bajando las persianas. Nos recibió una cocina pequeña pero acogedora. Sam nos guió hacia el único cuarto de invitados que tenía disponible y nos tendió toallas para que pudiésemos ducharnos. Al haber un solo baño en la habitación, debíamos hacer turnos, por lo que primero entró Steve, quedándonos Natasha y yo a solas. Al principio me resultó algo incómodo. Una parte de mí habría abierto la boca únicamente para amenazarle de muerte si volvía a acercarse a Steve, pero estaba demasiado agotada y no me apetecía iniciar una disputa absurda. Sabía que Natasha no buscaba nada con él, pero aún así no podía evitar sentirme algo airada al respecto.
