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❛no sabía si quería seguir viviendo o luchando❜
NO PODRÍA DECIR SI LO QUE ESTABA PASANDO por mi cabeza era real o un simple sueño. Lo único que recordaba era la base siendo atacada al igual que mi persona. En mi pesadilla había caído inconsciente por culpa de una pelirroja que decía querer llevarme por las buenas o por las malas. Lo había hecho por las malas. Después de eso, desperté, y quizá me habría quedado con la simple sensación de levantarme tras un mal sueño, si no fuera porque delante de mí había toda una jauría de doctores desconocidos y famélicos por querer clavarme sus agujas.
No los reconocía, por lo que me asusté. ¿Y si realmente no había sido una pesadilla y esa astuta pelirroja me había llevado con ella de verdad?
Entonces otro fragmento del anterior sueño -ya no tan sueño, al parecer- cruzó mi mente. Había visto a Steve. A Steve vivo.
Estaba confundida. Nada podía ser real porque simplemente Steve no era real, él estaba muerto. Entonces estaba soñando, seguía soñando. Los doctores enfundados en sus típicas batas blancas no eran reales, el monitor a mi derecha marcando mis constantes vitales tampoco era real. Todo aquello me lo estaba imaginando, mi cabeza estaba maquinando otra de sus confusas alucinaciones.
Los doctores parecieron notar mi desconfianza, ya que retrocedieron y dejaron algo de distancia entre ellos y la cama a la que aparentemente estaba retenida. Me sacudí, las esposas tintineando al mismo tiempo que el chasquido de la puerta abrirse advertía de nuevos intrusos.
─¿Podrían dejarnos a solas, por favor?
La voz de aquél hombre era mansa y gentil. El tipo de voz por la que harías el intento de calmarte y dejar de chillar. En mi caso, dejé de intentar escaparme. Me detuve a mirarlo. Era como cualquier hombre normal y corriente, pero llevaba el hábito que tanto había hecho que me estremeciera: una bata blanca. Era otro doctor más desesperado por examinarme y esas simples pero maquiavélicas intenciones me ponían la piel de gallina.
Sin embargo, a pesar de lo que tuviese en mente -lo cual pude adivinar fácilmente colándome en ella-, había algo en él que hacía que me parase a escucharlo.
─Soy el doctor Banner -se presentó. El gesto me sorprendió, pues era la primera vez que alguien daba su nombre y lo hacía de forma tan civilizada en mucho tiempo- Siento que mis compañeros la hayan... esposado. Cosas del protocolo.
─Sí, bueno. Podrían habérselo ahorrado -farfullé.
Seguí meticulosamente cada movimiento del tal doctor Banner. Lo hacía todo con mucha parsimonia, con tranquilidad, como si nada le preocupara. Su compañero, sin embargo, era todo lo contrario. Tenía una extraña y familiar energía que conseguía hacerme temblar de confusión. Esta pareció acrecentarse justo en el momento que pude verlo de cara.
