CAPÍTULO 9

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Al llegar al instituto, después de un interminable fin de semana, con todo el gusto del mundo abrió la puerta de su habitación, con el gusto de estar vivo más que nada.

Se encontró con un Mangel acostado en la cama, con su laptop en las piernas, seguramente haciendo sus deberes.

--Hola tío ¿Cómo te fue en la playa?-- La amabilidad e interés por si compañero se expreaba a traves de la enorme sonrisa de Mangel.

--Bien-- contestó seco. Estaba tan aliviado cuando puso un pie dentro de la habitación y Mangel tenía que cargar todo.

Antes de desempacar sus cosas de su maleta, las tripas le gruñían a montones, así que sin avisarle a su compañero, tomó un poco de dinero de su cartera, sacó unas lentillas que tenía guardadas en su cajón, se las coloc la tiró en quien sabe donde y salió hacia la cafetería.

Malas vibras sintió por su lado cuando Guillermo paso por delante, lo miró de reojo y entró en el elevador. Ir por las escaleras no lo mataría.

--Ey, ¿No vas a entrar?-- La voz de Guillermo lo hizo voltear al elevador antes de llegar a la escalera.

--Prefiero caminar, gracias-- dijo cortante y bajo el primer escalón.

--Me da igual-- Y la puerta del elevador se cerró.

Apenas lo conocía y ya tenía unas tremendas ganas de arrancarle la cabeza, una persona así estaba mal de la cabeza y necesitaba una buena lección de parte de quien sea.

¡Pero ya!

Salió por la puerta principal del edificio, miro a Guillermo justo en frente de él y siguió caminando, para su suerte el tambien entró en la cafetería, por un momento pensó en irse a otro lado, se ubiera ido, si de verdad no tuviera tanta hambre.

Pidió un zumo y un poco de spagetti, fue a sentarse a la mesa más arrinconada del lugar, donde yacía sentada Alison, sentía extraño que estuviera sola, pues se trataba de una persona no aislada, pero tampoco muy sociable, relajada precisamente, pero no se escondía en lo profundo de un sitio como ahora.

--¿Puedo sentarme?-- preguntó al quedar frente a ella con charola en mano.

--Claro-- Por alguna razón, esta chica le daba muy buena espina.

Samuel quedó impactado por tan gigante alimento frente a sus ojos. La chica se estaba comiendo una hamburguesa del tamaño de un volcán ella sola, se preguntaba como tan pequeña y delgada podía digerir todo eso.

--¿Quereís un poco?-- Pensó en cuanto vio sus ojos abiertos de par en par.

--No, no, provecho-- Le deseó.

--Gracias-- mostró sus perfectos dientes blancos.

Samuel enrolló la pasta con el tenedor y lo encaminó a su boca, en lo que Ali, abrió la boca de una manera increible, y mordió una gran parte de la hamburguesa. Samuel se quedó boquiabierto.

Entre más comían, más avanzaba la platica, la voz de ella yo que transmitía era muy agradable, ers una chica muy razonable y madura a comparación de muchas, provenía de una familia normal en Malaga, la cual pasó por altas y bajas, deseando sacar adelante a sus hermanitos menores, eso le parecía digno de admirar. Samuel estaba en desacuerdo con algunas de sus creencias, principalmente Dios y su fé a la religión Católica, mientras la chica era muy devota y estaba llena de esperanzas porque el cielo existía, Samuel ya había perdido interés por las religiones hacía mucho tiempo cuando según él, Dios lo defraudó.

--Las montañas no las puso Dios tal cual-- Argumentó Samuel. Tenía razón, sabía que estaba correcto, ni ella ni nadie lo contradirían.

--Tengo en cuenta eso, se que fueron creadas gracias a los movimientos de las placas tectonicas--

DURANTE CIEN AÑOS (WIGETTA) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora