Eran las nueve de la noche, los búhos cantaban y los grillos también. Ya nos habíamos adentrado en el bosque, todos excepto yo estaban muy emocionados, yo estaba cagado de miedo.
Pablo, aventurero como siempre, decidió acampar en un lugar no muy peculiar, a unos pasos de una casa abandonada. Dijo que era buena idea ya que si llovía o algo parecido nos podríamos resguardar fácilmente. Estábamos a punto de dormir cuando de repente se oyó varios golpes en las ventanas de la casa, no hicimos caso pero más tarde volvió a sonar. Alguien tuvo la gran idea de ir a ver que o quien era. Pronto íbamos a saber lo que era el terror.