Experimento 43-K

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Prefacio╮

Pasos resonaban en eco y daban vueltas alrededor de toda la habitación

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Pasos resonaban en eco y daban vueltas alrededor de toda la habitación. Tamborileaba su esferográfico una y otra vez contra los informes que sus colegas le habían propinado minutos antes de que la duda la invadiera por completo. Sus ojos recorrían por las incontables letras y fórmulas químicas del documento mientras su boca arqueada expresaba un gesto de desprecio. Alzó la mirada molesta hacia sus compañeros de trabajo y estos se recogieron de hombros algo preocupados. Suspiró. No era muy buena señal.


La jefa del laboratorio volteó de un movimiento ávido y repentino. Mascaba insistentemente su goma de mascar mientras observaba todo su trabajo tirado directamente al basurero. Tanto arduo esfuerzo para que no sirviera de nada y no había resultados; ya estaba cansada de esperar.

Aventó su carpeta de documentos a su compañero y gruñó enfurecida. Su cabello recogido en una cola de caballo se meneaba de un lado a otro con cada estruendoso paso que daba. Se dirigió a la mesa de pruebas y rebuscó entre los diversos compuestos y frascos algo en especial.

Todos se la quedaron mirando atónitos. No creían en lo que ella estaba por hacer. Nadie dijo ninguna palabra porque sabían que su jefa no era una persona calmada y cuando se decidía por algo era como una fiera hambrienta y luchadora hasta conseguir lo que deseaba.

La mujer sonrió de júbilo al encontrar lo que ansiaba, un pequeño frasquito color púrpura con la inscripción de "Extremo peligro" en su costado. Sus colegas intercambiaron miradas asustadas, temían de lo que pudiese ocurrir si algo salía mal. La científica ni se inmutó de las advertencias de sus compañeros de laboratorio, estaba decidida a sacrificar todo para que su investigación de por fin frutos.

Extrajo algo del líquido negruzco del frasco en una jeringuilla y la probó varias veces para evitar que su experimento fracasara. Gotitas del líquido color azabache cayeron sobre el pulcro piso. Las gotas parecían cobrar vida al cristalizarse de repente y expandirse por las baldosas blanquecinas.

Estaba completamente segura de que eso no pasaría, incluso aunque fuera su única oportunidad. Ya habían perdido mucho tiempo y dinero; un fracaso más ya no podía estar permitido.

Un joven genetista novato rompió el silencio del lugar ante la sorpresa de todos. 
—¿Está segura de que esto es lo correcto, capitana? No sabemos que podría pasar.

La mujer exhaló molesta y volteó a ver a quién había hablado.
—Todo por la ciencia y el progreso, muchacho. Además, tenemos órdenes y debemos cumplirlas. Esto podría generarnos una verdadera fortuna y un imponente paso para el desarrollo de la humanidad —puso de vuelta su atención en su experimento.

—Es un arma de doble filo —exclamó el muchacho con una mirada fría y serena antes de retirarse.

—Me rehúso a ser parte de este obscuro laboratorio —musitó el chico mientras se quitaba la bata blanca y sus identificaciones de médico genetista. Después se abrió paso entre los otros investigadores a empujones—. ¡Me largo de aquí!

La caída de ÍcaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora