De la manera más sutil, el dorado casquillo cayó al suelo con un suave tintineo de hada. Una estela de humo ascendente emanaba del cañón reluciente del arma mientras gotas de sudor bajaban por sus parietales.
Cubriéndome del peligro, se hallaba aquel chico de ojos dorados. La sangre negra había dejado de formar caminos en su cuerpo, concentrándose en su brazo izquierdo cubriendo su extremidad de una capa negruzca y endurecida a modo de coraza. Lo había usado a modo de escudo para protegerme.
La bala impactó en aquella formación mas ni un rasguño le dejó.La expresión de horror de mi madre era más que evidente. El resto de sus compañeros no se quedaban atrás.
—¡Disparen! ¡O este maldito nos matará a todos! —gritó uno de los hombres vestidos de negro al costado de mi madre.
De manera repentina, me tomó de la mano con la que no estaba cubierta con aquella armadura negruzca y me arrastró entre la gigantesca balacera. No recibí ni un raspón, aquella capa era inmune contra los proyectiles.
De repente, en medio de tanto albedrío, otro ente apareció de la ventana, partiendo el cristal en miles de fragmentos hiriendo a uno de los de negro. Lo reconocí de inmediato, era aquel conserje que ví cuando me llevaban hacia mi tortura.
Lucía igual que el chico. Tenía los patrones laberínticos de vasos sanguíneos en su cuerpo y unos brillantes ojos dorados. Poseía una gran ametralladora colgada en el cuello. Sus manos no lucían como tales, más bien eran como filosas garras de la misma estructura negra que el otro "Caído".
—Tenemos que irnos de aquí pronto. No es seguro —su voz tronó en mi cabeza mientras continuaba el camino ya que los atacantes posaron su atención en el nuevo enemigo quién con sus garras negras y la ametralladora, abrió fuego contra ellos dándonos la oportunidad de escapar.
El edificio era tan grande y todos los que estaban allí nos buscaban, era como un gran laberinto lleno de obstáculos. Era poco probable que hubiéramos podido salir por las puertas principales, planeaban tomarnos por sorpresa.
Por supuesto, el Caído lo suponía pues no tardó mucho en idear otro plan.—Agárrate de mi cuello y confía en mí —su voz sonó en mi mente a gritos mientras golpeaba una ventana para partir el cristal, ni se inmutó.
Abrí los ojos de par en par.
—¡¿Piensas que iré contigo?! ¡No me jodas!Su mirada se tornó fría y violenta.
—¿Planeas seguir aquí, rodeada de mentirosos que solo desean hacerte daño? ¡Te convertirán en un verdadero monstruo!Sus palabras me hirieron el orgullo. Hasta mi madre habia usado la mentira contra mí. Ya no sabía en quién confiar. Me perdí en su mirada espectral y sollocé con fuerza. No tenía ningún apoyo.
—Confía en mí. Te ayudaré, lo prometo —exclamó con una voz más sutil que la anterior—. Estás confundida, yo también. Necesito ir en busca de respuestas. Prometo aclarar tus dudas si vienes conmigo. Si te quedas, no hay duda que esos científicos te matarán.
—Primero dime que es lo que me pasa...
Él abrió la boca para contestarme pero unos golpes a una puerta anteriorimente cerrada le arrebató la palabra.
—Debemos irnos. Este pasillo no tiene salida. Te diré todo cuando estemos a salvo.No tuve ni tiempo para contestarle con otra pregunta. Él me agarró por la cintura y me cargó como un bebé sobre sus brazos. Me retorcí como un gusano tratando de que me soltara. Toda la sangre se me heló cuando él se acercó a la ventana y observó la gran altura a la que estábamos. Calculé que estábamos a más de veinte metros del suelo. Sería un verdadero milagro poder sobrevivir a una caída como aquella.
—¡¿Acaso estás loco?! —bramé enfurecida mientras imploraba que me soltase. No me miró, continuó observando el lejano suelo, como si calculará la distancia exacta del salto.
Gritos eufóricos se oían a nuestras espaldas. Esto lo incitó aún más a saltar conmigo en sus brazos.
—¡Suéltame, no quiero que me mates!
Sus ojos brillaron con fantasmal intensidad. El miedo a morir por la caída desapareció. Me había hipnotizado con la mirada, dejé de forcejear.
—Confía en mí... —susurró con seriedad mientras se colocaba al filo de la ventana.
Un frío viento sopló salvaje por el lugar agitando mi largo cabello cubriéndome parcialmente la visión. Pude apreciar el ennegrecido paisaje de San Francisco en ruinas con el lejano Golden Gate en el ahora grisáceo mar. La contaminación era más que evidente y apenas podías apreciar vida en los parajes desolados de la ciudad. Todo derruido por la calmada muerte de la Tierra.
—¡Rápido! ¡Aquí están! —la puerta fue golpeada de nuevo—. ¡Tiren esta maldita puerta!
Aquellas palabras fueron la señal más clara para el Caído. Dió un paso y se dejó caer a la limitada distancia.
Todo se me revolvió por un instante. Mis gritos de terror resonaron por todo el perímetro. No podía mantener mis ojos abiertos. Mis lágrimas quedaron trazadas en toda la caída veloz y mi cabello y ropa se hicieron uno con el viento ascendente. Él, por su parte, no soltaba palabra ni queja alguna, solo mantenía fija su mirada hacia el fugaz mundo frente de sí.
Decímetros antes de tocar el suelo, un fuerte sonido hizo que abriera los ojos de nuevo. Era como si algo fuerte hubiese perforado el concreto. La caída comenzó a desenfrenar acompañada de un fuerte chirrido ensordecedor. No pude evitar abrir la boca en expresión de sorpresa ante la visión en frente de mí.
Había clavado la protuberancia negra que cubría todo su brazo en el concreto de la pared exterior del edificio para desacelerar la caída. Una larga grieta recorría el cemento y pequeños fragmentos volaban junto con partículas de polvo haciéndome picar la nariz.
Al detenerse completamente a escasos centímetros del suelo, dió un ágil salto y caímos sin rasguño alguno.
Estaba atónita, apenas podía moverme. Él comenzó a correr alejándonos de allí hacia rumbos desconocidos. Yo por mi parte, observaba la fachada del gran edificio derruido que ocultaba un gran secreto.
Al parecer, no es el único que escondía secretos en la ciudad.Miré a mi salvador y a la vez captor. Necesitaba respuestas, realmente desconocía si podría obtenerlas de aquel ser.
—¿Quién eres y por qué me salvaste? —no me atreví a preguntar otra cosa.
Esta vez, el frunció los labios y se detuvo, ya nos habíamos alejado lo suficiente.
—Soy Cyrus. Aunque dudo que ese sea mi verdadero nombre— su mirada era distante y monótona—. Porque nosotros los Caídos nos ayudamos los unos a los otros. Además, al igual que tú, busco respuestas.—Dime que es lo que hicieron conmigo —cada vez me sentía más ingenua.
—Hicieron que el virus se adueñara de tu cuerpo. Te han arrebatado tu humanidad...
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La caída de Ícaro
ParanormalEl ser humano es curioso por naturaleza, sin embargo la curiosidad puede ser un arma de doble filo. El caos y la muerte se han desatado sobre el mundo. ¿Quiénes son ellos? ¿Cuál es la razón de su tan violento actuar? Ellos lo han perdido todo. I...