Mi intento con Paula, Elissa estoy enamorado.

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Era el momento de salir de clases, lo estaba esperando, materias estúpidas sin lógica alguna, esperé a Paula en la puerta de salida.—¡Paula estoy aquí!—Le grité mientras me estaba buscando por el pasillo.

Se acercó a mi y decidimos caminar, por lo menos hacia la parada juntos, ella vivía lejos de donde yo residía, ella tomaba un bus distinto al mío, lo cual acompañarle hasta la parada no era tan malo después de todo, sería un corto camino y debía ser rápido.—¿Estás dispuesta a salir este fin de semana conmigo?—Le pregunté.

—Bueno, creo que no está mal darte una oportunidad de conocerme.

—¿Te parece este Viernes? Recuerda que estaremos libres.

—Si, me parece muy buena idea ese día, nos vemos mañana, cuídate.

—Esta bien.

Me despedí de ella, la besé, no fue justamente en su mejilla sino rozando sus labios al mismo tiempo, ella se dejó llevar, no molestó en lo absoluto, lo cual era bien para mí. Ambos nos miramos por algo de tiempo, yo la contemplé por un instante y sólo di la espalda, incómodo para ambos pero inevitable.

En el fondo me sentí estúpido, intentar estar con muchas chicas, pero simplemente al final no estar con alguien, no tenía quien conservar, quien darle explicaciones, soy libre ahora, aunque Elissa siempre carcome mi mente, cuando intento hablar con una chica, cuando beso una chica, cuando miro a una chica, cuando imagino una chica, en todos los malditos momentos la pienso joder, Elissa ha sabido notar quién soy realmente, quizá demasiado, me ha hipnotizado en cada forma de ser, en cada cosa que suele hacer, y en las que no intenta realizar, me enamora su manera no intencional de enamorarme, de gustarme. No sé que me esta pasando pero en parte me estoy enamorando, enamorado de ella completamente, de quien realmente es, de sus heridas, de lo que suele ser cuando está callada, o su mirada pérdida cuando sé que está mal, sé que se siente sola muchas veces, aun estando con muchas personas a su alrededor, su manera de estar sola es la que suele enamorarme tanto, esa que la hace tan vulnerable, tan indefensa, eso que me intriga cuando deja de responder en medio de una conversación importante.

Necesito verla pero conservo miedo, miedo de seguirme enamorando, sé que ella debe sentir esto tanto como yo, pero creo aquí caminando en esta ciudad completamente a solas mientras el mundo me pasa por al lado sigo con la mirada baja pensando en aquella chica indefensa que logró enamorarme sin intentarlo, sin buscarme, sin mostrar el mínimo interés en mí al comienzo. Al final del día por más chicas con las que esté o pueda besar no consigo sentir eso que siento cuando le hablo a ella, cuando ella me mira o cuando hago cualquier cosa extraña a su lado.—No está mal ir a Pripyat.—Me dije mientras caminaba entre tantos pensamientos andando por mi cabeza. 

Caminé por instinto, no quería ir a casa y a lo mejor estaría ella pero aún así ese lugar era cálido, nunca encontrarías un mejor lugar para estar, para empezar, quizás tenga una historia detrás de todo esto, personas antes que nosotros, el lugar parece como si el entorno te inspirara a pensar en ti, en lo que puede y no puede pasar. 

Al llegar ella estaba allí, sentaba en un rincón con la cabeza hacía abajo, estaba realmente triste, quizá mucho más que yo o de igual forma estaba muy pensativa, no pensé que realmente estuviera en este lugar ahora, creí que podría estar solo, pero lo mejor es que podría estar allí a su lado. Ella me miró, con lágrimas en sus ojos, no quería parecer a todo el mundo, pues ella y yo eramos distintos, por ello no le pregunté acerca de sus lágrimas o aflicciones, sé que quería estar sola y yo de igual forma. Me senté a su lado, me puse en la misma posición que ella se encontraba, quería demostrarle que la amaba mediante su llanto, y no sería capaz de preguntarle algo, sé que era lo que menos esperaba de mí. Sus lágrimas en la grama del lugar, podía notarlas, pero quizá sentíamos lo mismo, la misma necesidad, que ambos en el fondo estábamos enamorados, su silencio platicaba con el mío y ambos podíamos entender muchas cosas que aunque habláramos no llegaríamos a entenderlas jamás, ella estaba distante, lejana, fría, ambos sabíamos fingir las cosas que habían sucedido en el pasado, ambos sabíamos demasiado respecto al dolor y apreciarlo como si fuera algo bueno para nuestras vidas.

Me levanté del suelo, ella me miró con esas miradas confundidas y un poco idas, respecto a lo que estaba sintiendo, como si no estuviera en el lugar o al menos tan triste que no tuviera cabeza para otras cosas, en realidad no sé porqué lo estaba, eran sólo deducciones que parecían ser claras, pero tampoco quería preguntarle, confié en nuestros silencios.—Levántate y bailemos como en las películas románticas.—Le dije estando de pie mientras tiraba la mochila al suelo.

Ella sonrió, tomó mi mano y se levantó, nos fuimos a la especie de círculo de concreto, ella recostó en mí y yo intentaba sostenerla, estaba muy afligida, no tenía muchas fuerzas. Ambos comenzamos a bailar sin algo de música en lo absoluto, interpretábamos el silencio como la mejor melodía jamás oída, jamás interpretada para la mayoría de los humanos, unas vez más estábamos locos y nos encantaba. Pude notar como se estaba reponiendo, como iba tomando forma, como se iba levantando, en cada paso ella sentía seguridad y eso se notaba, yo lo notaba, notaba que estaba segura conmigo, lo gracioso es que no soy bueno para el baile y me atreví a decir algo así. Lloré porque no aguanté mis sentimientos, ella no tenía comparación, ella simplemente era lo que esperaba, ambos estábamos empapando nuestros hombros con lágrimas. Pero supe que su llanto era por mí, por que al igual que yo, ella estaba enamorada, sabía lo que eso implicaba, nos quedamos quietos por un momento, sin hacer algún movimiento, solo escuchando el sonido de la brisa y nuestras compañías.

Nos miramos y la besé por algunos segundos, era evidente todo, nuestro amor, nuestros miedos desplomándose ante nosotros. Tomé la mochila del suelo, le di un beso en la frente y me fui a casa. No le hablé en lo absoluto, ella sabía que todo estaba hablado, que todo estaba claro, ambos sabíamos todo lo que estaba escondido, no debía decir algo que era completamente evidente en nuestros ojos y en nuestro caminar. Ella quedó en aquel lugar y sabía que estaba feliz ahora aunque con lágrimas en sus ojos, sentí que la conocía, como si en alguna vida hubiéramos estado juntos, como si hubiéramos compartido un mundo juntos, recuerdos, alegrías, como si conociera sus pensamientos y sus silencios. De igual manera sentí que ella conocía demasiado de mí, lo que haría y lo que no diría.

Caminé muy deprisa a casa, tenía muchas ganas de dormir, no quise saludar a nadie, ir a mi cama, entre velozmente al cuarto, al llegar tomé algo de pan que estaba en el comedor, me acosté e intenté dormir, lo intenté.

Alma Caótica. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora