Nathreb

148 5 0
                                    

Nathreb miró la hora. Medianoche. Se frotó los ojos con cansancio. Sabía que a la mañana siguiente tenía un examen de Ciencias y que debía descansar, pero tenía miedo a dormirse. Continuó con los ojos abiertos, mirando al techo. No podía dormirse. Cuando el reloj de la iglesia de enfrente de la habitación del hospicio en la que dormía dio las doce y media, Nathreb supo que ya no aguantaría mucho más despierta. Decidió arriesgarse. Cerró los ojos con cautela y poco a poco se sumergió en la oscuridad.

Repentinamente gritó y volvió a abrirlos de nuevo, asustada. La había vuelto a ver.

La dama del velo blanco que se le aparecía todas las noches en sueños estaba allí de nuevo. Sabía que la dama no iba a hacerle daño, pero temía lo que podía pasar si hacía lo que ella le pedía cuando dormía. Sin embargo, también la tentaba. No lo que le pedía que hiciera, sino la mujer. Sentía una atracción hacia ella casi como la de una madre a una hija.

"¿Qué hago?"-sollozó

Tras un momento de incertidumbre lo supo. No podía quedarse más. Se apoyó de nuevo en la almohada y volvió a dormirse.

-Nathreb. Eres la heredera.- decía una mujer con un velo blanco- Tienes que venir a Erindol.

-¿Quién eres?- susurró Nathreb

La mujer del velo negó con la cabeza y repitió:

-Eres la heredera. Ven a Erindol. Allí encontrarás las respuestas que buscas.

-¿Qué es Erindol?

-Ven- dijo la dama alargándole una mano.

Nathreb miró a su alrededor. Estaba en su sueño. Todo oscuro en torno a ella, y la mujer envuelta en una luz que la hacía resaltar en medio de la negrura. Y ella, Nathreb, junto a la mujer, iluminada por su luminosidad. Observó la mano que la dama le tendía y tomó una decisión. Extendió la suya hacia ella y la agarró con fuerza. Se sorprendió al notar su tacto. Como la mujer tenía una transparencia especial, Nathreb siempre había pensado que sería como tocar el humo. Sin embargo la mano de la dama era totalmente sólida.

En cuanto Nathreb agarró su mano, la dama empezó a girar a una velocidad de vértigo. Nathreb notó que se mareaba e intentó gritar pero el aire no llegaba a sus pulmones. La mano de la mujer empezó a resbalar de la suya y aunque Nathreb hizo lo imposible por agarrarla de nuevo pronto se encontró girando sola.

Repentinamente, dejó de dar vueltas y su cuerpo chocó contra un suelo helado. Lo último que oyó antes de perder la consciencia fue la voz de la dama diciéndole:

-Nathreb... haz lo correcto.

ErindolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora