Reencuentro

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Al no estar realmente desmayada, Nathreb pudo notar cómo Dorián la levantaba en brazos y la sacaba corriendo de la sala de juicios para subirla por unas escaleras a una cálida habitación.
Una vez allí, la depositó con cuidado en una cama, y le dijo a Talia y a Daeron que esperaban en la puerta sin saber muy bien que hacer, que llamaran a Viana, su asistente personal, y también la de Denia cuando eran niños.

-¡Dorián! -intentó protestar Talia –Y... ¿Y si es un disfraz? ¿Y si no es ella?

-Talia, -dijo algo bruscamente Dorián- aunque a ti te cueste, yo soy capaz de reconocer a mi hermana. Llamad a Viana, por favor.

Ambos salieron y al poco llegó Viana. Era una mujer mayor, tendría unos cincuenta o sesenta años, y estaba algo entrada en carnes. Su pelo, ya blanco iba siempre recogido en un apretado moño. Tenía los ojos grises y pequeñas arrugas le surcaban el rostro.

-¿Me ha llamado, señor?

-Sí, Viana. Necesito que prepares un baño. Calienta el agua menos de lo habitual y... sí, échale pétalos.

-Pétalos de rosa he de suponer. Siempre fueron sus favoritos. Hacía mucho tiempo ya que no tomaba un baño a esta hora. ¿Ha decidido dedicarse por fin la buena vida que se merece?

-No es para mí. El baño quiero decir. Échale pétalos de lilas.

-¿De lilas? Esos eran los favoritos de la Señorita Denia.

La buena mujer, aficionada a los cotilleos y a parlotear sin cesar, se tapó lo boca nada más decir eso.

Una de las pocas normas que le había impuesto Dorián era que nunca hablase de Denia. Sin embargo, y para sorpresa de Viana, una sonrisa se deslizó por los labios del rey.

-Sí -dijo él- eran y sin duda alguna son sus favoritos.

Viana pasó al baño y puso el agua a calentar mientras tarareaba una cancioncilla.
Tras la desaparición de su hermana y la muerte de los condes de Bendy, Dorián se había refugiado en ella misma y en sus dos amigos íntimos y guardaespaldas, Talia y Daeron. Este era el motivo por el que los tres podían tomarse confianzas con el rey que el resto del pueblo no llegaba ni a soñar.

Viana se sentó pacientemente a esperar a que el agua estuviese a la temperatura indicada para echar los pétalos.

Se distrajo observando el espejo, a través del cual se veía toda la habitación. Allí fue cuando la vio. Había una chica joven tumbada en la cama de Dorián.
Pero por el aspecto que presentaba... parecía más una prisionera que una amante. ¿Entonces qué hacía en la cama de Dorián? Bueno, si él no había querido decírselo, no iba a ser ella la cotilla.

La mirada del rey se cruzó con la suya. Viana la apartó, avergonzada, y cerró la puerta del baño. Al otro lado de esa puerta, Dorián se volvió hacia Nathreb. Cogió su pañuelo, y tras humedecerlo en una palangana, fue limpiándole la cara de manchas negras, y también la sangre de las heridas.
Al contacto con el agua fría, Nathreb decidió que su "desmayo" ya había durado demasiado. Abrió los ojos y vio a Dorián sentado junto a ella.

-Hermano...

-¡Denia! ¡Al fin has despertado! ¿Cómo te encuentras? Le he pedido a Viana que te prepare un baño, aunque ella aún no sabe que eres tú. ¿Te acuerdas de ella? Te quería mucho. ¿De verdad que estás bien? ¿Te duele algo?

-Estoy bien Dorián, y por supuesto que me acuerdo de Viana. -Nathreb recordó la conversación de Dorián con Viana, esa que supuestamente no había oído -Espero que le hayas pedido que eche pétalos de lilas, sabes que son mis favoritos.

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