Erindol y su historia

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Armen y Nathreb salieron al pasillo que tantos problemas había causado. Nathreb giró la cabeza al pasar por delante de la puerta que no había llegado a abrir. "Sería tan sencillo apartarme de Armen ahora. Estamos a dos pasos de la puerta, no le daría tiempo a reaccionar. Sólo abrirla y ver qué hay dentro, un vistazo fugaz antes de que me detuviera" pensó. Miró a Armen y apartó aquellos pensamientos de su cabeza. "Ya he hecho que Freco y ella discutieran por mí. No voy a volver a hacerlo." Giró la cabeza y apretó el paso para alcanzar a Armen que se había adelantado.

Entraron por una puerta que quedaba a la derecha de la otra y Nathreb se vio en una sala grande, con las paredes de piedra. Al fondo, cerca de una chimenea, había seis sillas alineadas y en ellas se encontraban sentados cinco hombres. Entre ellos estaban Freco y el hombre que le había traído la última pastilla. La silla de al lado de Freco estaba vacía, y cuando Armen indicó a Nathreb donde debía colocarse (en una estrella de seis puntas en el centro de la sala, frente a las seis sillas) se situó hacia ella. Tras sentarse todos se quedaron mirando a Nathreb. Ella se encogió todo lo que pudo en la estrella, incómoda. Armen comenzó:

-Bien, puedes empezar a preguntar.

-¿Qué es Erindol?

-Es un país. Está divido en dos partes; Merindol y Lerindol. Merindol, que es donde estamos ahora, es la parte norte, y Lerindol la parte sur.

-Desde las ventanas he visto que este es un país muy...- se detuvo un momento a pensar la palabra- ... antiguo. Hay torres medievales y castillos. He visto carretas, bueyes y túnicas. Sin embargo, también he observado cosas como pastillas. Siendo capaces de inventar objetos modernos, ¿por qué seguís manteniendo las costumbres antiguas?

-Por belleza. Amamos lo bello. Hubo un tiempo,  en el que convivimos con la modernidad. Usamos coches, televisiones... Nos desarrollamos mucho. Y asesinamos a nuestro mundo. Todo se volvió gris y  feo. Llegó un momento, en el que no se pudo vivir aquí. El aire estaba contaminado, no quedaban plantas y pocos animales. Por suerte, estábamos  tan desarrollados, que un uno por ciento de aquella población pudo salvarse. Vivieron varios milenios encerrados en capsulas, comiendo, durmiendo, en definitiva, viviendo allí. Dieron a nuestro mundo el tiempo suficiente para regenerarse, y una vez lo hicieron, salieron de nuevo a él. Volvieron a aprender a desenvolverse en libertad, pero jamás volvieron a modernizarse.

Es más difícil vivir así, no tenemos tantas comodidades. Pero también sabemos lo que pasó. Y no queremos que vuelva a ocurrir.

-¿Y las pastillas? Eso sí es moderno.

-En aquellos tiempos también aprendimos que con la vida no se puede jugar. Perdimos millones de especies y queremos mantener con vida a la nuestra.

-Pero, ¿y para desplazarse rápido? Un avión puede llevarte más rápido que cualquier buey si tienes que llegar a algún lugar urgentemente.

Armen y el resto de gente intercambiaron varias cabezadas de asentimiento:

-Antes, no necesitábamos ir rápido a ningún sitio. Teníamos horarios fijos para llegar y salir de nuestros respectivos trabajos, horarios que nos permitían llegar sin darnos prisa, y vivíamos todos bastante cerca. Ahora simplemente no tenemos demasiado sitio para movernos.

-Eso no puede ser verdad. He mirado miles de veces durante horas por las ventanas de mi habitación y he visto que los castillos, montes y llanuras se extienden más allá de donde alcanza la vista.

-Todo ese territorio que has visto,- intervino Freco- es del enemigo. Nos están conquistando Nathreb.

-¿Qué? ¿Cómo que os están conquistando? ¿Quiénes? ¿Por qué?

Los miembros de la reunión se miraron entre sí, conscientes de que lo que iban a contar involucraría a Nathreb en una guerra que no era la suya. Agacharon la cabeza y ninguno pareció dispuesto a contestar a aquellas preguntas. Armen fue la primera en levantar la cabeza, seguida por Freco:

-¿Podría hablar yo con ella?- preguntaron a la vez

Giraron la cabeza y sus miradas se unieron un instante que pareció eterno. Freco desvió sus ojos hacia la izquierda, y Armen hizo lo propio hacia la derecha.

Todos los miembros de aquel extraño grupo estuvieron de acuerdo en que fueran Armen y Freco los que hablaran con Nathreb, y más de uno dejó escapar un suspiro de alivio al verse libres de contestar a esas preguntas que tanto los incomodaban. Salieron en silencio, de uno en uno y cuando sus pasos se perdieron por el pasillo Armen se dirigió a Nathreb:

-¿Te importa que vayamos a la habitación? Estaremos más cómodos.

A Nathreb también la confundía la inmensidad de la sala, y las extrañas figuras y símbolos que decoraban sus paredes. Así pues, abandonaron el lugar y volvieron a la agradable habitación blanca de Nathreb.

ErindolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora