Perdida por el castillo

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La segunda torre era, sin duda alguna, la favorita de Nathreb. En ella había despertado. Allí estaban todos los servicios públicos del castillo: la enfermería, una biblioteca, varias salas vacías que hacían las veces de salas de duelos y también eran donde se hacían los exámenes para pasar de nivel y por supuesto, las cocinas.

La biblioteca era una sala enorme. Había libros de todo tipo, de magia (complejos y sencillos, con intrincadas fórmulas y con pociones de uno o dos ingredientes), de historia, de lectura, que se cogían simplemente por el placer de pasar el rato con un buen libro, también libros con grandes árboles genealógicos, que contenían la descendencia de los más ilustres apellidos de Erindol...
La peculiaridad de la biblioteca (aparte de los libros mismos) era donde estaban situados. Los libros flotaban por el aire, arriba los peligrosos, los que tenían magia oscura. Más abajo, el resto. Además de pesados volúmenes flotantes, también había acolchados y suaves sillones (suspendidos en el aire), en los que uno se podía sentar si no querías llevarte el libro de la biblioteca.

La cocina era lo mejor para Nathreb. Era una gran estancia circular dada la forma de la torre. Con las paredes hechas de piedra era impenetrable, cosa que comprobó Nathreb en su primer intento de hurtar comida. Había dos cocineros y varios pinches. Patty y Sam eran los cocineros jefes. Patty era gordita y con la cara risueña, descendiente de los anteriores cocineros de los jefes de Merindol. Sam era fuerte y musculoso y al estar rodeado de señoritingas (como el las llamaba) se sentía incómodo. Pese a ello y a las numerosas ocasiones en las que se le había ofrecido dejar la corte, se había negado en redondo, alegando que se le necesitaba allí. Además, había tres pinches Carla, Dana y Martita.


La tercera y la cuarta torre tenían habitaciones, todas del mismo diseño. Una ventana sobre el muro de piedra, amplia y con cristales hechos de agua que se mantenía quieta, una cama con sábanas de lino blanco y varias mantas a los pies, también blancas, tres pequeños trozos de un material resbaladizo (que curiosamente también flotaban en el aire) para guardar efectos personales, y una clara llama que prendía de un hilo colgado del techo. La llama no quemaba, tan solo daba luz. Cada habitación tenía una pequeña puerta, también hecha de agua que daba a un baño.

El día después de salir de la enfermería con dos muletas ayudándola, Nathreb miró el papelito que le había dado Armen. Ese día empezaba las clases y aunque a Armen le habría gustado acompañarla, no había podido, pues tenía una misión importante. Lo que sí le había dicho, es que sólo tendría dos semanas para aprender lo máximo posible, pues los Dorks tenían planeado un ataque a su base en veinte días, y necesitaría algo de tiempo para llevar a cabo su plan.

"Pasillo 53 sala 16, torre Norte". No tenía ni idea de donde estaba, y para colmo tenía que estar en su primera clase a las nueve en punto. Tampoco sabía qué hora era, la última vez que había mirado el reloj había sido en la enfermería, y marcaba las siete y media, y veintiocho más específicamente. Un agudo chillido de puro nerviosismo salió de su garganta, lo que le valió una mirada extrañada de una criada que pasaba por allí. Nathreb gruñó a la pobre chica y dio media vuelta, dispuesta a seguir buscando. Entonces se hizo la luz en su mente. Giró de nuevo y vio a la criada torcer en el cruce de dos largos pasillos. Echó a correr tras ella.

-¡Espera! ¡Oye tú! ¡Espera!

La criada paró, y Nathreb se fijó en el montón de sábanas y ropa que llevaba bajo el brazo, y que antes, en su ofuscación, no había visto.

-¿¡Qué!? Tengo prisa, ¿vale?

Gracias a sus simples ropas, blancas y doradas, Nathreb supuso que la chica la habría confundido con otra criada.

-Sólo quería saber dónde está...- sacó el papelito- la sala dieciséis en el pasillo cincuenta y tres.

-Novata. Subes cinco tramos de escaleras, aquellas, las del final del pasillo. Luego, te encontrarás en la sala ciento doce del pasillo cuarenta y dos, que no la puedes confundir con la sala ciento doce del pasillo cuarenta y uno, que está al lado. Pasa a la sala ciento trece, y allí al fondo encontrarás unas escaleras. Baja cinco escalones y di "Apertus", seguido del número del pasillo y la sala a la que quieres llegar.

La cara de Nathreb era un poema. Rebuscó entre sus bolsillos y sacó el lápiz y el pequeño cuaderno que siempre llevaba.

-¿Podrías repetirlo?

La muchacha la miró de arriba abajo.

-¿Sabes una cosa, niña? Yo también trabajo, y no puedo perder más tiempo con tus tonterías.- Y echó a andar.

-¡Espera!

La criada apretó el pasó. Cuando Nathreb desistió de seguirla (las muletas no se lo permitían), se sentó en el suelo. Gracias a la suerte, o a cualquier otra cosa, un hombre, el mismo que le había dado la última pastilla, cruzó el pasillo en ese momento.

-¡Nathreb! Tú deberías estar en tu clase.

Ella no preguntó cómo había averiguado su nombre, supuso que todo el mundo, al menos la gente importante lo sabía.

-Hola...

-Tornir.

-Hola Tornir. Debería estar en clase, pero no sé dónde está. ¡No sé dónde está nada!



¡Hola lectores! Sé que los capítulos de "Las aulas" y "Perdida por el castillo" son un poco aburridos, muchas descripciones y poca acción, pero es necesario explicar ahora como es todo para que más adelante podáis entender como y por qué ocurre todo.Os prometo que los siguientes capítulos serán más interesantes, y que empezarán a pasar cosas.Muchas gracias por leer, votar y comentar, ¡me anima mucho!HJG

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