Asteria Vestur

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Nathreb pronto se dio cuenta de que no todo era tan malo como parecía. Realmente sus compañeros de clase no tenían cinco años, sino doce, y habían aparentado esa forma porque trabajar con manos pequeñas es más fácil.

Además, Nathreb había empezado a ver las auras. Las de algunos (Armen, Freco, la Señorita Wicca...) eran extremadamente brillantes. La de las criadas y la de los chavalitos de su clase era muy, muy tenue. Todas menos las de la niña de la primera fila, esa que había conseguido intercambiar un pie y una mano y la de Martia, que era asombrosamente brillante.

Volviendo al tema de las clases, tras haber aprendido no sólo a intercambiar manos y pies sino también a volar con dirección, crear una burbuja insonorizada, incendiar y atraer objetos, manejar dos elementos (el agua y el viento) y a preparar miles de pociones, la Señorita Wicca había decidido pasarla a la clase superior, la de la Señorita Alia, junto con otras dos niñas, que pese a su corta edad habían dado signos de brillantez.

A Nathreb le resultaba muy sencillo recordar ese día, pues había sido el día que más feliz y más avergonzada se había sentido en toda su vida.Eran las dos menos cinco de la tarde, y a las dos y media, todos los alumnos de la Señorita Wicca debían ir a comer.

Estaban en el aula de Pociones y Venenos, creando en grupos de tres y de cuatro un veneno de los más conocidos en Erindol, el veneno Asteria Vestur. Una vez ingerido el veneno, ningún miembro de tu cuerpo te responde, solo los órganos imprescindibles, como el corazón y los pulmones.

Todos los grupos tenían que hacer el veneno y su correspondiente antídoto. Un fallo en cualquiera de los dos significaba un problema grave, pero, al no contener ni el veneno ni el antídoto ningún ingrediente mortal para los humanos, no era posible que nadie muriese por ninguna de las dos pociones.

En el grupo de Nathreb estaban la niña que se sentaba a su lado y la sabelotodo de la primera fila. A Nathreb no le caían especialmente bien ninguna de las dos, pero le convenía tener a la empollona en su grupo, pues siempre sabía qué hacer, y además, era la favorita de la Señorita Wicca. Las tres acabaron ambas pociones antes de lo previsto, y a la perfección, según dijo la Señorita Wicca.Mientras se dirigían a sus sitios, dispuestas a esperar el final de la clase, un gran pantalla como la que había usado Freco con Armen, apareció:

-Wicca- dijo la cabeza de Armen- El médico quiere verte. Está en el gran salón. Me ha dicho que es urgente.

-Enseguida Armen –dijo dócilmente la Señorita Wicca. La pantalla se cerró, y la profesora recobró su enérgico tono de voz al dirigirse a la clase- ¡Niños! Tengo que salir un momento, pero volveré pronto. Al que se le ocurra hacer cualquier tipo de tontería, quedará expulsado de mi clase. ¿Entendido?

-Sí, Señorita Wicca.

Nada más salir la profesora, la clase, que hasta ese momento había permanecido en un silencio religioso, comenzó a hablar. El murmullo fue creciendo, hasta que tuvieron que gritar para hacerse oír.

Sin embargo, el sonido del cuerpo inerte de Adika desplomándose, se oyó or encima de todo aquel jaleo. El silencio se hizo.

Adika había caído al suelo tras tomar un vaso del veneno de su caldero, animado por sus dos amigos.

-¡Tranquilo todo el mundo! – dijo Darel, uno de los amigos de Adika, al ver el respeto que había causado su pequeña broma- Ahora le administramos el antídoto y...

Le puso el antídoto en los labios y todos pue dieron ver que el terror se adueñaba de su rostro al ver que no funcionaba.

-¡No funciona! ¡Hay que hacer algo o le dejara efectos secundarios!

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