Merindol

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Nathreb despertó al notar las primeras gotas de una tormenta en su cuerpo. El agua estaba helada y la chica se estremeció. Todavía llevaba puesto el pijama, y estaba en un lugar vacío, del que jamás había oído hablar. Gritó lo primero que se le vino a la cabeza:

-¡Socorro! ¡Ayuda por favor! ¡Qué alguien me ayude!

Comenzó a correr hacia donde su instinto le indicó. Corría con los ojos anegados en lágrimas sin saber a dónde iba. No cesaba de gritar pidiendo ayuda pero todo cuanto oía era la lluvia caer encima de ella, a su espalda, en todos lados.

Cegada como iba, tanto por las lágrimas como por la lluvia, Nathreb cayó al suelo de nuevo, y de nuevo se levantó. Siguió corriendo pero sus piernas apenas le respondían ya. Intentó hacer algunas paradas, a fin de recuperar el aliento, pero cada vez le costaba más continuar.

-Ayuda-lograba musitar de vez en cuando

Al cabo de un rato, Nathreb volvió a caer al suelo y ya no se levantó más.

-Tápala con la manta.

-No sé si va a salir de esta. Ha estado a punto de morir de hipotermia.

-¿Por qué hacemos esto? Quizá es de los otros.

-Y quizá no.

-Shhhhhh, que ya se despierta.

Nathreb abrió los ojos lentamente, y al no llevar sus lentillas no alcanzó a verlo todo claramente. Sin embargo, veía que estaba en una habitación blanca, tumbada en una cama del mismo color. Al girarse para ver mejor donde estaba, notó que llevaba puestas unas prendas muy suaves y cálidas. Vio a varios hombres y una mujer alrededor de su cama. La mujer, alta y rubia le sonrió y le dijo:

-¿Cómo te encuentras?

-He estado mejor- logró articular Nathreb

Hizo ademán de levantarse, pero un profundo dolor en la pierna la hizo volver a tumbarse soltando un grito. Levantó la sábana que la cubría y una expresión horrorizada se dibujó en su rostro. Su pierna estaba entablillada de arriba abajo y tenía un feo color rojo.

-Mi...mi pierna-tartamudeó- ¿Qué le ha pasado a mi pierna?

La mujer miró a los hombres y dijo:

-Anoche te encontramos tumbada bajo la lluvia, mojada, helada y con la pierna rota. Estabas en medio de la tormenta y un rayo le dio a una piedra cercana a ti. Cayó en tu pierna. Entiende que no pudimos hacer nada para evitarlo.

-No, no gracias por traerme a...

-Merindol. Es una de las dos mitades en las que está dividido Erindol.

-¡Erindol! ¡Sé que es Erindol! Bueno no lo sé- rectificó- Pero sé que es aquí donde debo estar. ¿Qué es Erindol?

La mujer iba a contestar, pero uno de los hombres se adelantó:

-No es el momento Armen. Debe descansar. Pudo no haber salido de esta. Nunca había visto a nadie con tal capacidad de recuperación. Sin embargo, pasar un tiempo en cama no le hace mal a nadie.

Armen iba a replicar pero al ver la severa mirada que le dirigía el hombre asintió mientras le susurraba a Nathreb:

-Él es nuestro médico, Freco.

Freco sacó de su bolsa una pastilla que depositó en la mesa y le dijo a Nathreb:

-Tómatela. Te ayudará a dormir.

Los cuatro hombres abandonaron la sala dejando a Nathreb sola con sus pensamientos.

"Así que estoy en Erindol por fin" pensó "Y estás gentes son los habitantes de Erindol. Bueno, de Merindol" se corrigió" ¿Quiénes serán los otros? ¿Y por qué estoy aquí? ¿Podré volver a andar?

Intentando hallar las respuestas a estas preguntas con la poca información que había oído recordó la pastilla que Freco le había dejado en la mesa y alargó el brazo para cogerla. La observó un momento dudando si debía tomarla. Al final la acercó a su boca y se la tragó. De inmediato un agradable sopor se adueñó de ella y cayó dormida.

Al despertar, vio a Armen al pie de su cama.

-Hola- dijo Nathreb- Ahora me encuentro mucho mejor.-Echó un vistazo rápido a su pierna-¿Crees que ya podré andar?

Armen miró su pierna y con media sonrisa dijo:

-Freco me va a matar por esto, pero para ver si ya puedes andar o no habrá que intentarlo. Si quieres vamos.

Nathreb asintió y giró su cuerpo en la cama, de forma que sus piernas quedaron al borde. Sacó primero su pierna izquierda, la que estaba buena y luego le pidió a Armen ayuda para bajar la derecha. Entre las dos, la pusieron en el suelo y poco a poco Nathreb se puso de pie. Sus piernas aguantaron un instante y se derrumbaron. Nathreb chilló con todas sus fuerzas y Armen exclamó:

-¡Autem!

Inmediatamente, Nathreb dejó de caer y se quedó flotando en el aire.

-¡Lectus Autem!- añadió Armen

Nathreb flotó hasta su cama, donde se acurrucó todo lo que pudo y se quedó mirando a Armen con los ojos desorbitados. Esta, sin darse cuenta, se giró hacia la puerta, comprobando que el grito de Nathreb no había atraído a nadie.

Cuando se giró de nuevo hacia ella, dijo:

-Quizá no fue tan buena idea probar a levantarte tan pronto. Estas blanca chiquilla. ¿Quieres un vaso de agua?-preguntó acercándose a ella

Nathreb retrocedió todo lo rápido que pudo y exclamó impregnando en su voz todo el desprecio que pudo:

-¡No te acerques bruja!

-Nathreb, ¿qué pasa?

-Eres una... ¡una bruja!

-Claro nena. Como la mayoría de los habitantes de Erindol. Como tú.

-¡Estás loca! ¿Cómo voy a ser una bruja?

-Llegaste aquí.

-¿Y?

-Sabes menos de lo que suponía. ¿Seguro que el rayo no afectó a tu cerebro? ¿Quieres que llame a Freco?

-¡No! ¡Quieta! - gritó Nathreb, agarrando la lámpara que había en su mesilla- ¡No quiero más como tú en la habitación! Si te mueves te tiraré la lámpara.

-Sí, tú con una pierna rota y en la cama y yo una mujer adulta, poseedora de la magia. Está claro que debo aterrorizarme. Deja la lámpara en la mesilla y hablaremos.

Nathreb depositó con cuidado la lámpara en la mesilla.

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