Capítulo 9

107 15 4
                                    

En primer lugar, siento no haber publicado antes, pero no tuve tiempo. Ahora, aquí está el capítulo, espero que os guste.

P.O.V. Daisy

Al día siguiente, no podía parar de sonreír. Incluso Lacey se dio cuenta. Ella intentaba sonsacarme el por qué, pero no se lo diría. O, al menos, no aún ya que sabía que ella seguía sin tolerar a los punks.

Pasé una mañana agradable y James me sonrió cuando nadie miraba varias veces, lo que me volvía prácticamente loca.

Ayer pensé en sus palabras, las que también dijo mi madre. James dijo que él no era como yo creía, no como demostraban las apariencias. ¿Era verdad que quizá tenía un buen chico oculto en su interior?

  —Escucha, Daisy, ¿ya sabes con quién vas a ir al baile?— Me preguntó Lacey sacándome de mis pensamientos y devolviéndome a la realidad en la que estaba sentada en la última clase antes de ir al comedor.

En ese instante, los nervios se apoderaron de mi cuerpo. ¿Debía decírselo? ¿O era mejor ocultarle la verdad a mi mejor amiga?

Sinceramente, no quería mentir, pero basándome en la dura realidad, decidí...

  —Aún no.— Dije negando con la cabeza mientras soltaba una risita nerviosa.

Lacey inclinó su cabeza hacia un lado y frunció sus finas cejas confusa.

  —¿No? ¿Nadie se te ha declarado?— Preguntó.

Parecía no darse por vencida. ¡Qué mal! Aun así, yo seguí con mi mentira.

  —No, en serio. Quizá incluso no vaya con nadie.— ¡Ay, Dios! ¿¡Cómo le explicaría en la noche del baile que mi acompañante era el punk al que más odiaba!?

Abrió la boca con una sonrisa lista para hablar pero, de repente, alguien apareció a nuestro lado.

Dean Pieters.

Él caminaba con una sonrisa en nuestra dirección y, en ese instante, pude notar un movimiento a mi lado. La sonrisa de Lacey se había borrado y parecía incómoda, casi como si quisiera huir de allí.

No pude evitar preguntarme: ¿qué narices pasaba?

  —Hola, chicas.— Nos saludó el rubio. Después, volvió a girarse hacia mí. Estaba cansada de este tipo de situaciones en las que él parecía un perrito faldero. Debería rendirse. O quizá yo debería mandarle más indirectas.— Oye, Daisy, ¿puedo hablar luego contigo? Es bastante importante.

Me mordí el labio. Tan sólo quería hablar, ¿no? Si aceptaba no significaba que le estaba dando más esperanzas.

  —Claro, ¿por qué no?— Respondí con una sonrisa.

La suya se ensanchó más.

  —¡Genial! Entonces, comamos juntos.

Lacey ni siquiera estaba intentando entrometerse en la conversación. Ella tenía la mirada gacha, evitando cualquier contacto visual con cualquiera de los dos.

Puse uno de mis brazos sobre sus hombros.

  —De acuerdo. Pero Lacey también viene.— Contesté.

Mi Extraño FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora