Capítulo 11

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P.O.V. Daisy

Entré en casa llena de ilusión. Yo le gustaba a James. Y eso no era todo: me había pedido una cita.

Sonreí mientras subía las escaleras. Mis padres, que estaban en el salón, se miraron algo confundidos al notar mi energía, pero yo disimulé diciendo que era porque había sacado una buena nota en el examen de matemáticas de la semana pasada, lo cual, también era cierto.

Cuando llegué a mi cuarto, me dejé caer suavemente de espaldas sobre mi cama. Estaba deseando que fuera sábado para ir con él al acantilado y hacer un picnic. Sin duda, era la mejor cita del mundo. Para mí, mucho mejor que ir a un restaurante abarrotado de gente tal y como todos creían que me gustaba sólo por mi apariencia de niña bien.

* * *

Los días avanzaron hasta ese increíble momento en el que James y yo saldríamos. También terminamos el trabajo de biología, por lo que estaba bastante contenta.

Al parecer, en el instituto, Dean no había revelado nada sobre James y yo aunque nos miraba de vez en cuando con enfado, sobretodo a él. Me alegré de que la noticia no llegara a los oídos de Lacey por error y terceras personas; aunque pudiera costarme demasiado, prefería decírselo yo.

Aquel sábado me levanté bastante temprano y, tras darme una ducha, llegó el momento más difícil de todos: la elección de ropa. ¿Qué sería lo mejor? ¿Algo cómodo y colorido? ¿O alguna falda con una chaqueta bastante mona? Detenidamente, pensé en James y suspiré frustrada. Era imposible que pudiera vestirme como él ya que ese no era para nada mi estilo.

Finalmente, decidí ponerme algo cómodo aunque bonito.

Cuando el timbre de mi casa sonó, me adelanté antes de que cualquiera de mis padres pudiera ir a abrir y cogí una chaqueta. Giré el pomo de la puerta y me encontré con un sonriente y guapo James. Más guapo de lo normal. Su pelo azul estaba peinado hacia un lado, llevaba una camiseta del mismo color pero más oscura que hacía resaltar sus ojos negros y una chaqueta oscura.

Sonreí mientras le saludaba tímidamente. No me sentía amenazada, o al menos no de una forma terrorífica, pero sí que sentía mis nervios a flor de piel por culpa del amor que sentía por él.

Solté un grito para avisar a mis padres de que me iba y cerré la puerta detrás de mí. James también parecía nervioso mientras cogía mi mano algo inseguro. Yo la apreté un poco dándole confianza. Se giró hacia mí con una sonrisa y me mostró una cesta que cargaba en su otra mano.

—Espero que te guste lo que he hecho para comer. Mi madre no dejaba de darme la lata pensando que iba a compartir mis bocadillos con drogadictos.— Dijo como quien comenta que hace un tiempo precioso.

Yo fruncí un poco el ceño. Aquello no me parecía para nada normal.

—¿Estás bien, James? ¿De verdad tu madre dijo algo así?— Pregunté algo dolida. Él asintió con la cabeza y agachó la mirada. Parecía que acababa de romper aquella fachada sonriente que había construido él con anterioridad.— No le hagas caso, ¿de acuerdo? La forma en la que vistes y la música que escuchas no define la forma en la que eres realmente... No deberían dejarse llevar por los estereotipos.

James se detuvo y, por consiguiente, yo también lo hice. Me miró animado, con un brillo especial en los ojos.

—Me alegro de que hayas cambiado tu forma de verme. Daisy, te quiero aún más cada momento que pasa.— Me dijo.

Yo me sonrojé y me reí como una tonta enamorada. Pero, así estaba en ese instante, ¿no?

El resto del camino lo recorrimos en silencio excepto cuando subíamos aquella escarpada montaña que acababa en un acantilado ya que se oían nuestros jadeos y suspiros por el cansancio. Al parecer, ninguno de los dos estábamos tan en forma. No pude evitar reírme ante aquel pensamiento y James me observó confundido. Yo le hice un gesto de que no era nada importante, sino una tontería y lo dejó estar puesto que apenas llegábamos con oxígeno en nuestros pulmones a la cima.

Mi Extraño FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora