Capítulo 6

144 17 1
                                    

P.O.V. James

Daisy cerró la puerta de su casa y me sentí un imbécil apoyado en una valla. Suspiré y caminé hacia el interior de la mía. En cuanto entré, mi madre me detuvo y me frunció el ceño.

  —¡James Adam Thorn! ¿¡Es que no te das cuenta de que es abril!? ¿¡Por qué razón vienes completamente empapado!?

Me encogí de hombros. Mi madre era una pesada. Por suerte para mí, no tenía que aguantar a ningún padre ya que ella era madre soltera.

Aunque quizá le vendría bien un novio para que me dejase en paz de una vez.

  —Es un saludo de mi vecina. Al parecer, una costumbre típica de los irlandeses es rociar agua con una manguera a los vecinos.— Le dije sabiendo de dónde eran los orígenes de Daisy.

Su color de pelo y su apellido lo delataban consiguiendo que resultase demasiado obvio.

Mi madre abrió los ojos como platos confundida y yo, aprovechando aquello, subí con rapidez a mi habitación. Era demasiado fácil distraerla.

Cogí una toalla de mi armario y sonreí mientras me secaba. Aquella chica...

Sabía que los irlandeses no tenían aquello como costumbre, pero Daisy era especial. Me había encantado molestarla de esa manera. Aunque todo lo que yo quería era que mostrase un poco de interés en mí.

Sólo Lacey se había dignado a hablar.

Quería que Daisy hiciera lo mismo conmigo.

Pero bueno... ¡Ya ves el resultado! Al menos, algo es algo.

Desde aquel día en el que mis amigos dijeron que estaba buena a pesar de ser una pija, no me la pude quitar de la cabeza. Era como si... al contemplar esa posibilidad, quisiera estar con ella.

Y eso iba todavía más a peor. No podía dejar de pensar en ella ni por las noches. Ni cuando hacía sonar mi guitarra. Ni cuando cantaba y escuchaba canciones de The Clash, mi grupo favorito.

Y ahora mi corazón latía como loco cada vez que la veía.

Quería abrazarla al verla tan delicada aunque, a la vez, fuerte. Quería besar sus dulces labios rosas. Quería... tenerla a ella.

Cuando terminé, me tumbé en la cama boca abajo y solté un gruñido. Esto no era divertido. Estar enamorado me estaba convirtiendo en un idiota. Además: ¡ella era una maldita pija!

Y Leah es quien solía estar conmigo y se adaptaba a mi estilo.

Lo nuestro tan sólo era un rollo que quién sabía cuánto más iba a durar, pero...

No siento nada por ella.

Tan sólo es Daisy quien está causando estragos en mi corazón.

* * *

El lunes a primera hora, sin embargo, todo cambia para mí. Mi mundo consigue dar un vuelco, un giro de ciento ochenta grados... Pero no nos adelantemos a los hechos.

En cuanto crucé la puerta del instituto, Leah se abalanzó sobre mí besándome. Yo correspondí el beso con la misma fuerza, pero sin ganas, mientras rodeaba su cintura con mis brazos. Cuando se apartó lo suficiente como para poder hablar y poder mirarnos a los ojos, me dijo:

  —¿Por qué no me llamaste ayer?— Ahora entendí por qué me había besado así montando una escenita. Miré a mi alrededor y pude distinguir a Daisy por su pelo naranja. Tenía los ojos abiertos como platos, como si estuviera dolida. Pero antes de que pudiera apartar a Leah, se dio la vuelta caminando con Lacey hasta su clase. ¡Mierda! En ese momento, me di cuenta de que Leah seguía hablando.— Te eché mucho de menos.

Mi Extraño FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora