Capítulo 10

173 12 4
                                    

P.O.V. James

Llevaba toda la tarde esperando a Daisy en mi casa. Y resultaba que aún no había venido. ¿Cuánto más tenía que esperar? ¿Es que le había sucedido algo urgente? ¿O se le había olvidado? Estaba convencido de que ir a buscarla era lo que más me convenía.

Agarré mi cuaderno, mi libro y mis bolígrafos y bajé las escaleras a todo correr. Parecía hacer bastante viento fuera, pero no me importaba salir sin chaqueta ya que su casa estaba justo al lado.

Desgraciadamente, antes de poder atravesar el marco de la puerta, mi madre me detuvo.

  —Hijo, tengo que hablar contigo de una cosa.— Solté un bufido. Tenía mucha prisa por ver a Daisy, ¿es que no se daba cuenta?— Siento mucho si el otro día... hice algo que te molestara. Es sólo que... me preocupo por ti, James, no quiero que acabes tirado sobre unos cubos de basura desangrándote o algo por el estilo.

  —Tranquila, mamá, no lo haré.— Dije rápidamente. ¿Cómo podía ponerse a hablar de eso ahora?— Pero que sepas que esas palabras no mejoran mucho la situación. Sigues pensando lo peor de mí.

Ella pareció sobresaltarse.

  —¿Qué? No...— Pero no pudo seguir hablando ya que el teléfono de casa comenzó a sonar. Lo cogió y abrí la puerta listo para irme pero volvió a interrumpir mi huida.— James, espera, es para ti.

Suspiré y me di la vuelta. ¿Qué más podía hacer? Cogí el teléfono y mi madre se fue para darme privacidad.

  —James, tío, soy yo.

  —George...— Dije frotando mi frente con desesperación. A este paso nunca llegaría a casa de Daisy.— ¿Qué es lo que quieres? Estaba a punto de ir a hacer mi trabajo de biología con ya sabes quién.

  —Sí, lo sé y me parece bien, pero esto es urgente.— La verdad es que su voz también parecía decir justo eso. Y era bastante extraño que George estuviera tan agitado, por lo que decidí prestar más atención.— Quiero declararme a Rose Williams. Quiero pedirle que sea mi novia y que vayamos juntos al baile, pero no sé cómo. Anda... ¡ven y ayúdame! ¡Por favor!

La verdad era que George nunca me había suplicado nada de esa manera. No iba, entonces, a negarle algo a mi mejor amigo, ¿no?

  —De acuerdo. Espera un poco e iré hacia tu casa. Avisaré a mi madre de que le diga a Daisy que he salido a acompañarte por si viene.

  —¡Bien! ¡Te debo una, hermano!— Dijo emocionado.

Yo me reí y me despedí antes de colgar. Luego, me di la vuelta buscando a mi madre hasta que la encontré limpiando unas estanterías de la sala.

  —Mamá, voy a salir para ayudar a un amigo.— Ella se dio la vuelta para mirarme.— Si viene Daisy, la vecina, dile que hoy no vamos a poder hacer el trabajo.

Me di la vuelta volviendo a escuchar la voz de mi madre preguntando a mi espalda:

  —¿Ha pasado algo malo?

No pude evitar rechinar los dientes. Seguramente se estaba imaginando a un tipo con cresta teñida de diferentes colores, ropa negra y con muchas agujas clavadas en la piel.

  —No. A no ser que enamorarse también sea algo malo según tú.— Tras esas palabras, cerré la puerta a mis espaldas.

En cuanto salí, no pude evitar mirar hacia la casa de Daisy. Nadie había salido de su puerta mientras yo pasaba frente a ella. Sentí algo de tristeza en mi interior, pero decidí ir a ayudar a mi mejor amigo.

Mi Extraño FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora