#276 Perrita

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"Estúpido," dijo Caern. "Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido." No desperdició tiempo. "Luz, Aurua, por favor."

La Dragona blanca susurró algunas Runas para hacer aparecer una orbe de fuego. La luz pintó todo con luz naranja y cálida.

"Lo siento tanto, tanto, Ina. Esto pudo haber sido muchísimo más rápido si no fuese tan idiota."

"¿Qué quieres decir?" Ina trató de no dejar que su enojo se intensificara.

"Puedes localizar a alguien si tienes algo de ellos. Algo que les pertenezca. Pero jamás pienso en los Familiares como posesiones nuestras. Lo siento."

De repente, se esfumo. La ira que hacía temblar el cuerpo de Ina se fue en un instante, reemplazada por una felicidad ligera. Vio a Menta. La zorra movía su cola, claramente complacida.

¿Estás feliz por lo que dijo Caern? preguntó en su mente.

Ina sintió una sonrisa en ella. Menta no contestó pero sabía que la alegría que acababa de sentir era Menta teniendo esa emoción que simplemente jala los labios de uno para estirarlos.

"Esto es más que confuso," susurró Ina. Nadie pareció haberla oído.

"Lo siento, Medes." Caern se arrodillo ante el búho sobre Nochedorada y lo vio directo a los ojos.

"Apurate," dijo Medes.

Caern tocó al búho. Un aura ligera de luz los rodeó a ambos.

"Ina, no sé si te quieras apresurar o no. No sé qué le pasa a Kier."

"Llévame ahí."

"Estaré demasiado cansado para ayudarte cuando lleguemos ahí."

"Yo los puedo transportar ahí," dijo Aurua. "Sólo muéstrame--"

"No," interrumpió Ina. "Llevame a . Sólo a mí. Tú tienes que cuidar a Irel."

"Ina, no sé si puedas encarar a tu madre."

"Llévame ya."

Caern sabía cómo sonaba la ira controlada. No suprimida. No. Ina alzó su voz lo suficiente para aún hablar, no gritar, y su tono lo obligó a él a hacer lo que Ina le decía.

El tiempo parecía escasear, así que solo le dio una advertencia.

"Te puedo mandar afuera del lugar dónde están. Han imposibilitado que pueda hacerte aparecer ahí con magia."

Ina y Menta desparecieron. Irel y Medes sientieron raro que se fueran sin un chasquido de dedos que se los llevara.

"¿Qué es lo que viste, Caern?" preguntó Aurua.

Aún usando la luz de la orbe de fuego, Caern le mostró a ella sus visiones de Kier.

"¿Quién es Danya?" dijo Aurua con ojos cerrados.

"No lo sé. Pero mira sus ojos."

"El brillo se fue."

"Sigue viéndolos."

"Siguen--" ella escogió sus palabras con cuidado para no alterar a Eroemen. "El brillo se fue pero sus ojos siguen perdidos en locura."

"¿Y qué piensas del castigo que quiere imponerle a Gail?"

Aurua no supo como contestar de inmediato.


Ina apareció en frente de una gran estructura. Al principio no sabía lo que era, pero se hizo aparente muy pronto.

Era el tocón petrificado de un árbol. No era tan grande como el árbol del pueblo Druida, pero sí lo suficiente para ser una mansión.

Que era exactamente en lo que lo habían convertido.

Tenía ventanas en la parte de enfrente, de tres pisos de alto, y una doble puerta enorme que daba entrada. El área era un jardín enorme cercado, devota de árboles.

Ina no pudo evitar sentir que antes, había un bosque aquí.

Y jadeaba. Se estaba cansando del enojo en ella. Estaba cansada de sus músculos estando tan tensos que los sentía delgados. De su corazón latiendo tan rápido y fuerte, que le preocupaba se parara.

"¿Estás bien?" preguntó Menta. Su voz salió gutural. Lo más cercana que podía asemejarse a un gruñido y seguir hablando.

"No," dijo Ina. "No, no lo estoy."

"Kier necesita nuestra ayuda."

"Necesito calmarme, Menta. Necesito--"

"Caern dijo que nos apuráramos."

Ina corrió a la entrada de la mansión y empujó las puertas. Estas chocaron contra la pared. Ina se preguntó si habían estado cerradas con seguro o no. No se había dado cuenta de la fuerza, del poder corriendo por su cuerpo.

"MAMÁ," gritó. Le pareció que su grito se pudo haber escuchado por toda la mansión.

Entró a un recibidor común de todas las mansiones. Lo dominaba una escalera que llevaba a un balcón, el cual llevaba a las diferentes alas del lugar.

"MAMÁ," volvió a gritar

"MAMÁAAA."

Menta se unió a la mitad del grito con un gruñido.

Ina sabía que debía calmarse.

Ciliria apareció en el balcón, llegando por el pasillo del segundo piso a la derecha de Ina. Vio a hacia abajo, a su hija, sin poder apreciar detalles debido a la distancia.

Quizás hubiera guardado silencio de haberse percatado de la mirada maldita de Ina.

"No debiste encontrarnos, pequeña perra roja." Ciliria habló lo suficientemente alto para que Ina la pudiera escuchar. "Hubiera sido mejor para ti que no lo hicieras, porque estoy harta de tus ladridos. Estoy harta de ti."

Tomó un pequeño frasco de su escote, extendió su brazo hacia el frente, y rompió el contenedor en su puño. Su contenido oscuro y líquido cayeron al suelo.

"Es hora de dormirte, perrita."

Portales se abrieron en el suelo, de los cuales, lentamente, ascendieron figuras demoniacas con alas.

Palabras Y Hierbas 7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora