Hoy es el comienzo del fin, Abel.
Hoy doy inicio a nuestra verdadera despedida. Confieso que no sabía si quería entregarte estas cartas, no sabía si tenía algún sentido hacerlo. Esto inició como un escrito para mi propio corazón, para sanarme a mí misma de todo el sufrimiento que me causaste. Pero hoy sé que necesito hacerte partícipe de ello. No tiene ningún sentido intentar ocultarte lo mucho que me heriste. Después de todo, tú fuiste testigo y causante de cada una de mis lágrimas.
¿Cómo fue que llegamos a este punto? ¿Cómo yo llegué tan lejos? Yo, que siempre había tenido claro lo que quería de mí y del hombre que se me acercara. Yo, que siempre defendí a capa y espada mi corazón, permití que entraras a mi vida y lo cambiaras todo.
Peor aún, permití que me cambiaras.
No sonrías, Abel, porque esta no es una declaración, ni un nuevo ruego, y mucho menos otra oportunidad; de esas ya has tenido suficientes. Esta es mi forma de decirte que te largues de mi vida de una vez por todas.
Me cansé de tu extraña manera de demostrar lo que, según tú, es amor. Me cansé de ser yo la permisiva. Me cansé de perdonarte. Me cansé de sentir mis lágrimas correr por mis mejillas. Me cansé de este enfermizo amor.
Estas cartas no son sólo para ti, Abel, aunque cada una de ellas lleve tu nombre. Estas cartas son para mi corazón. ¿Quién, si no soy yo, logrará reparar cada una de las esquirlas en que lo has convertido? ¿Quién, si no soy yo, curará cada uno de los pedazos? Yo no creo en príncipes azules. Por el contrario, ahora estoy creyendo nuevamente en mí. Me fallé una vez, pero eso no volverá a ocurrir.
Le fallé a mis amigos, a mi familia, a mis padres, a mí misma.
Rompí cada uno de los juramentos que me había hecho. Juré jamás permitir que un hombre me hiciera bajar la cabeza. Juré que haría valer cada gota de sudor que mis padres habían derramado por mí y por mi felicidad. Juré ser mi propio amor verdadero. Juré amarme por encima de cualquier persona. Juré que sería la adulta que de niña quise ser. Los rompí todos y cada uno de ellos.
Pero hoy estoy dispuesta a poner mi frente en alto y continuar. No me importa si me llevo toda la vida en ello, no importa si a veces me duela tanto que quiera renunciar, no importa si anhelo tu presencia: hoy sé que es lo último que necesito.
Y el día que lo logre, el día que finalmente pueda levantarme... ese día será tu caída.
Camila.
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Cada esquirla ©
Historia CortaRecopilación de cartas que cuentan la historia de un desamor. Concurso "Las últimas cartas cartas a mi amor" Equipo 2: En mil pedazos. Juez: @abrilfanara