IV

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Draco

Sin creer lo que acaba de suceder, cerré la puerta de la habitación de invitados con más fuerza de la necesaria.

La había besado. Había besado a Hermione.

Y ella se había apartado de mí.

Luego de gemir.

Cierto. Aquello era un pobre consuelo para mi ego lastimado.

Gruñí cuando el agua fría de la regadera tocó mi piel, pero me quedé allí parado estoicamente, sintiendo como los restos de mi excitación desaparecían poco a poco.

Estaba comportándome como un pendejo.

Hermione Granger no podía tener semejante efecto sobre mí. No podía.

Por el amor de Dios, no era más que una niña. Una niña torpe e inocente. Y además usaba playeras de Hello Kitty.

Y yo era un hombre.

Un hombre que no puede dejar de pensar en los labios de una niña.

Ni en su culo. Ni en sus senos. Ni en sus... Volví a gruñir.

Era un maldito depravado.

Y necesitaba liberarme de alguna forma. Necesitaba hacerlo ya.

En un movimiento, cerré el grifo y salí del baño envolviéndome una toalla a la altura de la cintura.

- ¿Draco? - Rodé los ojos cuando la ansiosa voz de Astoria me recibió al otro lado del teléfono.

- Sí, soy yo. ¿En dónde estás?

- En mi casa. ¿Quieres verme?

- Estaré allí en veinte minutos.

Colgué el teléfono, haciendo una mueca.

No era a Astoria a quién quería follar. Astoria me había aburrido hace mucho tiempo.

Entonces ve a tu habitación y fóllate a quién de veras quieres follar.

Hermione me había pedido que me marche.

Y Dios sabe que me costó una mierda irme, pero lo había logrado.

No podía volver como un idiota e intentar seducirla de nuevo. No podía dejar que la castaña pensara que estaba obsesionado con ella.

Porque no lo estaba. Por supuesto que no.

- ¿Theo? - Llevé el celular a mi oído antes de que sonara por tercera vez, mientras me abotonaba la camisa al mismo tiempo.

- Draco, hay problemas con Riley.

- ¿Qué mierda hizo ahora?

- Violó la Omertà* - Me llevé una mano al puente de la nariz, mientras esperaba la explicación de mi amigo. - Declaró en un juicio sobre la droga importada desde México.

- Pedazo de hijo de puta. ¿Qué nombres dio?

- El de Blaise, pero ya resolví eso. Los jueces no dirán una palabra.

- ¿Ya le pusiste un precio al cuello del bastardo?

- Sí. No durará vivo ni un día.

- Perfecto. - Susurré, cortando la comunicación.

Ahora más que nada en el mundo, necesitaba liberarme.

Tomé mi chaqueta, mientras salía por la puerta e intentando con todas mis fuerzas no echar ni un vistazo a la puerta de mi habitación, y me dirigí a la casa de Astoria.

Suya-Dramione Donde viven las historias. Descúbrelo ahora