Suya-Dramione

IX

Hermione

Abrí los ojos, y los volví a cerrar con fuerza cuando me cegó la luz de la habitación.

El ruido de la lluvia inundaba la habitación, pero aun así el día era muy luminoso.

Rodé sobre mi costado, palpando las sábanas.

Estaba sola.

Suspiré, y me decidí a abrir los ojos de una vez.

Las gotas al caer sobre el tejado era el único sonido que advertí, y me senté con lentitud.

Caminé hasta el enorme ventanal que cubría por entero la pared a mi izquierda.

Las gotitas de lluvia bajaban por el vidrio con lentitud.

Adoraba la lluvia.

No pude evitar sonreír, al ver la hermosa postal del océano atlántico unos cuantos metros más allá, inquieto bajo la tormenta.

Me pregunté qué hora sería, pero no pude encontrar ninguna clase de reloj en la habitación.

Con un suspiro, decidí que era hora de buscar a Draco.

Cuando está, no lo soportas. Cuando no está, lo buscas.

Lo sé, era extraña.

- ¿Draco? - Asomé la cabeza por la puerta, pero el pasillo estaba desierto. Seguí caminando hasta la sala, la entrada, el comedor y la cocina, pero no había rastros del rubio. - ¿Draco? Draco, tengo hambre...

Nada.

Me acerqué hacia el ventanal de la sala, observando la lluvia, que caía con cada vez más fuerza.

- Draco... - Canturreé. - Aparece, o tendré que intentar escaparme... - En el mismísimo instante en que un rayo rugió en el cielo, los brazos de alguien rodearon mi cintura. Comencé a chillar, y a debatirme.

- Shh, tranquila. Hermione, basta. Quédate quieta, demonios. - Me giré con rapidez, para encontrarme con Draco, quién me sostenía en sus brazos con fuerza.

- Eres tú.

Draco alzó una ceja.

- Sí, lo era la última vez que me fijé.

No pude evitar recargar mi cabeza en su pecho, mientras sentía los fuertes latidos de mi agitado corazón.

- Te busqué por toda la casa y no te encontré.

- Estaba duchándome.

- No, no lo estabas.

- No lo estaba haciendo en la habitación. No quería despertarte.

Con un ceño, reparé en su cabello mojado.

- Ah.

- ¿Te asustó no encontrarme? - Preguntó, con la insinuación de una sonrisa torcida.

- Claro que no. - Me separé de él con brusquedad. - No.

- Ajá... - Soltó una carcajada, pero no dijo nada más. - ¿Has desayunado?

- Pues...no.

- Vamos. - Pasó una mano por mi cuello, para finalmente posarla sobre mi nuca.

- No me gusta que me sujeten de esa manera. - Protesté mientras me guiaba hacia el comedor. - Me siento... - ¿Dominada? - mal.

Draco soltó una leve risa, y dejando una última caricia en mi nuca, bajó su mano hasta mi baja espalda.

- ¿Mejor?