VI

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Hermione

Me avergonzaba confesar que luego de la visita de Draco, había estado inquieta durante una hora, para finalmente recurrir a una ducha como último recurso para tranquilizarme.

Ese hombre me ponía los pelos de punta.

Y sus besos... Dios mío, esos besos. Era como si el mundo completo desapareciera. Como si solo existiéramos él y yo. Nadie más.

Pero luego se marchaba y me dejaba con la cruda realidad frente a mí.

Él era un secuestrador, yo era su víctima. Y aquello no estaba bien.

Lo que yo sentía no estaba bien.

Me senté en la cama, mientras me secaba el cabello con la otra toalla.

Necesitaba de verdad poner en orden mis ideas, sino estaría perdida.

Solté un jadeo cuando Draco entró de golpe en la habitación.

Su cara no reflejaba absolutamente nada, pero sus ojos lucían furiosos, lo cual me paralizó.

- Nos vamos. - Fue lo único que dijo y yo abrí los ojos como platos.

- ¿Me dejarás ir? - Pareció todavía más molesto, se acercó a mí con rapidez.

- No. Te quedarás conmigo. Pero no aquí, nos vamos.

- ¿A dónde? ¿Por qué?

- Deja las preguntas para más tarde.

- Pero no tengo ropa...

Draco pareció exasperado y sacó una llave de su bolsillo mientras se acercaba a la puerta que siempre había estado cerrada.

Luego de abrirla, entró en lo que efectivamente era un vestidor y volvió hacia mí con dos prendas de hombre en las manos.

- Póntelas. - Ordenó mientras dejaba caer una camisa blanca y una enorme chaqueta de cuero marrón junto a mí.

- Date la vuelta.

Grite cuando en un brusco movimiento me sacó la toalla, dejándome completamente desnuda frente a él, para luego colocarme la camisa de la misma forma.

No se me escapó lo oscura que se volvió su mirada en cuanto clavó sus ojos en mi cuerpo, pero su tensión no desaparecía.

Me enfundó en aquella enorme campera de cuero y me tomó en brazos.

Decidí no gritar, pues Draco parecía muy enfadado y hasta algo preocupado.

Enterré mi rostro en su pecho, mientras lo sentía moverse por la casa.

- Draco, ya están en la puerta de adelante. Tendrás que salir por detrás.

No alcé la vista para ver al dueño de la voz.

Draco insultó largo y tendido, mientras cambiaba la dirección de sus pasos.

- ¿Qué harás con ella? - La voz del otro hombre, a nuestra derecha, parecía algo molesta y preocupada.

- No es tu problema, Blaise.

- Draco, solo será un estorbo. Déjala aquí, la policía la encontrará y la devolverán a donde sea que deba estar.

- Debe estar aquí, porque es mía. Y esta conversación se acaba aquí, Blaise.

Abrí los ojos como platos y cuando levanté la cabeza, Draco colocó una de sus manos en mi nuca, obligándome a enterrar mi rostro en el hueco de su cuello nuevamente.

Suya-Dramione Donde viven las historias. Descúbrelo ahora