Capítulo 3: Al compás de la Locura

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Acto 5: Revelaciones

Rafael deambulaba por los pasillos del hotel en el que se había alojado, estaba tenso y bastante ansioso. Sabía muy bien que el éxito de su plan dependía de efectividad para acertar los disparos, pero su pulso parecía no querer cooperar. Sus manos estaban temblorosas y sudadas producto de su encuentro con Caster, es por eso que había salido de la habitación con dirección a la máquina expendedora de bebidas que vio cuando ingreso al hotel.

Todo el camino que separaba su habitación del ascensor principal lo recorrió en silencio y a paso veloz. Uno de los maestros ya había llegado al lugar de la cita, al igual que la religiosa y era cuestión de tiempo para que el otro también llegara e iniciara el combate. Tenía que calmarse pronto y sabía muy bien que no lo lograría en esa tétrica habitación.

Llamo al ascensor y escucho atento el ruido de las poleas que acercaban su trasporte. Miro su temblorosa mano derecha a la vez que trataba de normalizar su respiración. Muy adentro algo le decía que pronto todo se saldría de control y no sabía si estaba listo para afrontar el caos que pronto se desataría.

Una campana resonó a la vez que las puertas del ascensor se abrían. Rafael entro y se apoyó en uno de los lados luego de marcar como destino la planta baja. Una tenue música acompaño el viaje y ayudo a tranquilizarlo, pero su paz duraría poco, pues en su mente la voz de Caster se manifestó como si de una tormenta se tratase.

-Rafael, parece que eres un hombre con suerte. Muy cerca de aquí las maestras de Saber y Assassin están entablando un combate. Por qué no envías a Berserker? Él podría encargarse de ellas mientras tú eliminas a los otros dos.

Rafael se cruzó de brazos y refunfuño antes de contestar.

-No suena como una sugerencia. Verdad Caster? Está bien lo haremos a tu modo, enviare al grandote a que se ocupe de la situación.

-Ya estas comprendiéndolo (se ríe). No pongas esa cara Rafael, para demostrarte que no soy tu enemiga iré con Berserker y me asegurare de que cumpla con su trabajo.

-Haz lo que quieras Caster. Sabes que solo me interesa una cosa y nada más.

La voz de la mujer se apagó en su mente, al mismo tiempo que sintió la presencia de su sirviente alejarse. Cerró los ojos para intentar relajarse de nuevo cuando el ascensor lentamente se detuvo en la planta baja del hotel. Camino en dirección a las maquinas del recibidor y le llamo la atención no notar la presencia de otras personas. Sentía como si fuera el único ser humano en varios metros a la redonda, pero le restó importancia al llegar a su destino.

Sacó una moneda del bolsillo de su sobretodo negro y eligió un jugo de durazno. Tomo asiento en un como sillón a la vez que escuchaba el reconfortante sonido de la lata abriéndose. Llevó el jugo a sus labios y bebió un largo trago que se llevó el mal sabor que tenía en la boca.

La mirada de Rafael se desvió hacia la puerta principal, la cual se abrió de par en par dejando entrar a dos mujeres muy hermosas. Una de ellas llevaba un abrigo blanco estrecho en la cintura por un cinto del mismo color y un sombrero que hacia juego, su cabello era plateado y sus ojos de un color carmesí. Detrás de ella la otra mujer estaba vestida con ropas de servidumbre y miraba en todas direcciones tratando de encontrar a alguien que pudiera atenderlas.

Las miradas de Rafael y Elisabeth se mezclaron en el aire y por un impulso que el hombre no pudo explicar se levantó de su asiento y camino en dirección a las dos mujeres recién llegadas.

-Buenas noches. (Dijo Rafael)

-Buenas noches (Dicen a coro ambas mujeres)

Arabelle le sonríe y decide seguir con la conversación.

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⏰ Última actualización: Feb 23, 2016 ⏰

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