Capítulo V

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"El Encuentro entre dos personas es como dos sustancias químicas: Si hay alguna reacción ambas se transforman..." (1)

Se detuvo frente al bar, un pequeño mechón de su cabello escapaba de su sombrero, con fuerza se retiró este y su cabello cayó a los lados de su rostro, ese día necesitaría de una copa de lo mejor que tuviera el cantinero, más, algo lo detuvo de repente, a su lado el indio de extraños rasgos lo observaba, aquel rostro frio lo dejó estático, pudo observar con la poca visión que en sus ojos poseía, una gota que resbalaba por la frente del otro, cayendo estrepitosamente contra el suelo, no sabía si aquel hombre a su lado entendía su dialecto, frunció su seño y su boca golpeando de lado la mano que aún sostenía su brazo cautivo, esperaba que al menos entendiese algo –Devuélvemelo– dijo casi gritando al tipo que estaba junto a él –Ladrón– volvió a recitar con el mismo tono de voz.

– ¿Qué? – le respondió este hombre, por un momento lanzó un suspiro al aire, observo como alrededor de él se agolpaban unas miradas curiosas, con sumo cuidado observó detrás de aquel hombre y vio que la oficina del sheriff aún estaba vacía, con ligereza agarro el brazo del otro y lo llevo dentro del bar, podía sentir la mirada de los demás encima suyo cuando subió sin cuidado las escaleras del bar, entró a una habitación decorada de rosada, a él no le gustaba aquel color, pero debía conseguir aquella joya costara lo que costara.

–Devuélvemelo– repitió soltándolo del brusco agarre que hace poco había mantenido cautivo a su prisionero, con agilidad subió su mano izquierda y en un movimiento de sus dedos le indicaba al que estaba frente a él que le devolviera lo que era suyo.

–¿Qué? – En definitiva el tipo, o estaba loco, o solo podía decir ¿Qué?, despeinó sus cabellos rubios mientras bufaba una y otra vez, se sentó con fuerza en la cama color rosa, y simplemente gruño por lo bajo –¿Esto?– dijo el hombre mientras alzaba ligeramente una piedra de color azulado, sus ojos brillaron de emoción, como si fuese un resorte salto de la cama intentando recuperar su objeto perdido, más aunque sus reflejos eran rápidos, el del otro eran aún más veloces, cerrando la mano y apartándola, haciendo que él se golpeara contra la pared de aquella habitación.

–¡Oye! – Dijo gritándole y sobándose levemente el lugar en donde había recibido tal golpe, se levantó aun con el entrecejo fruncido, –Ya te dije, es mío, devuélvelo–

–¿Tuyo?, hasta donde pude ver, te estaban persiguiendo por esto y otras joyas más, no creo que sea tan "tuyo" después de todo.

–Entonces ¿Por qué los has conservado? Debiste dárselo al sheriff y te hubieras ahorrado esta parafernalia (2).

–Te lo devolveré si cumples con algunas condiciones

–Bien, hasta que yo lo diga, me acompañarás en una travesía, después de eso, te lo devolveré, si es que no quieres que se la dé al Sherif.

–Entiendo, no hay por qué ser pesado, y ¿A dónde vamos?

–A las minas de carbón–

–...Agh, lo haré, mientras más rápido nos vayamos, mejor.

Deidara cruzó sus brazos, en signo de derrota, necesitaba con prisas la última pieza del robo que había realizado con anterioridad, volteó su cuello ligeramente observando a su caballo tomar el agua lentamente, pequeñas gotas se escapaban de su hocico cayendo estrepitosamente de nuevo en aquella canaleta en dónde había gran cantidad de agua.

Podría jurar que veía salir algo de vapor de la nariz de este, su gran lengua de vez en cuando sobresalía limpiándose su nariz como si fuese algo normal, sobre su espalda la silla de montar se balanceaba graciosamente, con lentitud Deidara bajó los escalones y saliendo hacia donde este estaba, mientras relinchaba suavemente, puso su pie izquierdo en el estribo (3) y con su pie derecho se impulsó dando un gran salto y quedando completamente sobre el caballo, quien aún tomaba el agua tranquilamente.

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