Olas

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Me lancé a las gélidas aguas sin pensármelo dos veces mientras los demás gritaban para evitarlo.
Debía ayudar a Sherlock a atrapar a ese cabrón.

Salí a la superficie para intentar buscarles y les vi cerca de unas rocas.
El furioso mar golpeaba mi cuerpo hacia el fondo pero yo me resistía.
Cada vez estaba más cansada y las olas cada vez eran mayores, por lo que me volvía mucho más lenta.

Al llegar donde estaban los chicos, no pude verlos por lo que me sumergí.
El agua estaba revuelta lo cual dificultaba aún más mi visión.
El aire se me agotaba por lo que volví a la superficie una vez más.
-¡Sherlock!- grité desesperada antes de sumergirme de nuevo.

El agua estaba muy fría y mi cuerpo comenzaba a dolerme.

No podía rendirme, no podía dejarles morir así... tenía que aguantar.
Volví a salir a la superficie una vez más por la falta de aire.
Esta vez, vi como una figura masculina flotaba boca arriba en el agua con un abrigo negro y poco a poco se hundía.

Nadé todo lo rápido que pude, agarré el abrigo y tiré de él con todas mis fuerzas hasta la superficie.
Sherlock tenía los ojos cerrados y su pulso estaba bajando.
Pasé mi brazo sobre su pecho y comencé a nadar hacia la costa.

Las olas facilitaban mi nado proporcionando un poco más de velocidad.
El gélido viento golpeaba mi rostro y la lluvia caía constantemente.
Llegué a la arena y arrastré a Sherlock alejándolo del agua.

A tan solo unos metros, Un policía sacaba a Jim del agua.
Abrí levemente la boca de Sherlock y presioné mis labios contra los suyos para proporcionar aire a sus pulmones.
Presioné su pecho varias veces para reavivar su pulso.
-Sherlock por favor- lloré -no me dejes-

Continué haciendo aquello varias veces sin éxito.

Me estaba quedando sin fuerzas y mi cuerpo me dolía por el frío.
De pronto, Sherlock expulsó el agua de sus pulmones con una fuerte tos.
-Sherlock- dije sollozando con una sonrisa para sujetar su cabeza.
-¿Dónde está?- dijo casi sin voz.
-Tranquilo- dije acariciando su mejilla -se lo han llevado-
-¡Sherlock!- escuchamos la voz de John que se dirigía hacia nosotros con Lestrade y una camilla.

El pequeño cuerpo de John cayó junto a nosotros para agarrar la mano de su amigo.
-Idiota- dijo él -eres un maldito insensato-
-Debía hacerlo- dijo el detective con una leve sonrisa.
-Suerte que (T/N)_______ saltó para salvarte- dijo John -otra acción imprudente por tu parte-

Los médicos subieron a Sherlock en una ambulancia y a mí con él.

Me proporcionaron mantas para calentarme y atendieron las heridas que sherlock tenía debido a los golpes contra las rocas.
-Estás loca- dijo Sherlock aún tiritando de frío.
-No podía dejarte morir- sonreí mientras mis dientes entrechocaban entre si -eres demasiado importante-
-Gracias- dijo sonriendo.
-No hay de que- dije con una suave sonrisa para luego abrazarle.

Al separarnos, Sherlock tomó mi mentón con suavidad.

Nuestros rostros estaban muy cerca y podía notar su cálido aliento golpeando contra mis fríos labios.
De pronto, posó un suave beso en ellos, un beso que duró apenas tres segundos.
Mis mejillas se tornaron de un color rosado sin poder evitarlo, lo cuál le hizo reír.
-Espero que eso te haya ayudado un poco- dijo guiñándome un ojo.
-Imbécil- dije con una suave risa.

Llegamos al hospital y allí los médicos le atendieron.

Charlé con uno de los cirujanos plásticos para que operase a Sherlock pero sin que se enterase.
Según él, sería bastante sencillo, ya que sus heridas estaban muy bien cuidadas.
Una sonrisa iluminó mi rostro y le agradecí al doctor aquel favor.

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Pasó un mes desde que Sherlock estaba en el hospital.

Todas las noches me quedaba a su lado y por la mañana me iba a trabajar.
Para él era muy aburrido estar allí dentro y su único consuelo era que yo le llevaba algunos casos interesantes para que me ayudase.

Medio rostro lo tenía cubierto por gasas debido a la operación de la cual no era consciente.
John y yo le habíamos dicho que los médicos estaban curando sus heridas en condiciones lo cuál el creía.

Aquella tarde después de recoger a Rose en el colegio, fuimos al hospital.
Ella se empeñó en comprar rosas rojas y bombones para su tío favorito, lo cual me enterneció enormemente.

Al llegar al hospital, un hombre con dos muletas de pelo castaño andaba por el pasillo.
Al verme una suave sonrisa iluminó su rostro.
-Hola- dijo Patrick con una sonrisa.
-Hola- dije sujetando la mano de Rosy.
-Me alegra ver que estás bien- dijo él -fue muy valiente lo que hiciste-
-Ya sabes como soy- dije.
-Nunca te piensas las cosas dos veces- dijo con una risa -creo que eso fue una de las cosas que me enamoró de ti-
-Si...- dije mientras Rosy tiraba de mi brazo -debo irme...-
-Vale- dijo sonriendo -¿Podrás perdonarme?-
-No lo sé- dije caminando.
-¡Tía vamos!- chilló Rose -el tío Sherlock nos espera-

Caminamos al ascensor y toqué el piso de Sherlock.

La pequeña niña de cabellos dorados daba saltos por los blancos pasillos saludando a todo el que pasaba.
Cuando llegamos a la puerta de Sherlock toqué dos veces y pude escuchar como Sherlock nos daba paso.
Abrí la puerta y Rosy entró disparada a los brazos de su tío.
-¿Cómo está la princesa más linda del mundo?- dijo Sherlock subiéndola a su lado.
-Muy bien- sonrió - mira te hemos traído esto-
-Que bonitas- sonrió Sherlock para luego tomar los bombones -y que deliciosos-
-Comete uno- dijo la niña abriéndole la caja -el médico no se enterará-
-Vale- dijo metiendo uno en su boca para luego fingir una tos.

La cara de Rosy empalideció y comenzó a gritar.

Sin que ella lo esperase, Sherlock apretó su barriga para asustarla con un "Buuu" enorme.
La pequeña golpeo su pecho varias veces parra luego llorar.
Él la rodeo con sus brazos para besar su cabello varias veces mientras reía.

Ver como Sherlock daba a Rosy tanto cariño me hacía darme cuenta de que  Sherlock podría ser un buen padre en un futuro y esperaba que fuese lo más pronto posible.

El fantasma de Baker street (Sherlock Holmes y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora