Capítulo 4.
Cuatro años después
Estaba sentada delante del ordenador escribiendo, muy cansada, pero tenía que acabar de escribir el capítulo. Mi madre entró varias veces a mi habitación para avisarme de que ya era muy tarde y tenía que irme ya a la cama. La excusa que ponía eran los deberes, no sabía cómo explicarle a mi madre que estaba escribiendo una novela. Así que le decía que estaba haciendo deberes. No podía irme a dormir sin acabar de escribir un capítulo. Cuando finalicé me metí en la cama. Recité el Corán antes de dormir y me sumergí en mi sueño.
Al día siguiente empecé a preparar las maletas, me iba a estudiar fuera del país. Sola. Cuando murió mi padre, mi madre compró una casa en Grecia y nos mudemos allí durante unos meses para cambiar de aire y descansar un poco después de haber pasado por tiempos difíciles. Cuando volvimos a España mi madre no quiso venderla y la dejó en manos de una familia griega musulmana que conocimos allí. Cuando fui por primera vez a Grecia me enamoré de todo, el paisaje, la cultura, las personas y el ambiente mágico. Lo que más me gustaba era un lago que se situaba detrás de nuestra casa, era un lago rodeado de árboles y vegetación, era un lugar de ensueño. Allí me enamore del paisaje y decidí escribir sobre el mágico lago, enamorándome de la escritura.
Me iba marchar en unas horas, mi vuelo iba a despegar a las Díez de la noche y tenía tiempo de sobra para recoger todas mis cosas. Cuando ya tenía todo el equipaje listo, mi primo Elias me llevó al aeropuerto. Mi madre fue con nosotros. Me costó despedirme de mi madre, era como si me dejara algo en España, pero la vida era así, siempre dejamos una parte de nosotros en algún lugar, esa es la razón por la cual nos sentimos tan vacíos. Pero la felicidad de vivir en Grecia y estudiar allí me llenaba por dentro.
"Grecia"
En el aeropuerto me esperaba Alexandra, una amiga de Atenas que hice por internet. Alexandra era una de mis mejores amigas, era la primera vez que nos veíamos. Ella llevaba una melena rubia que le llegaba hasta la cintura, unos ojos azules como el mar y una sonrisa perfecta dibujada en su pálido rostro. Cuando la vi fui corriendo hacia ella tirando las maletas en el suelo, nos abracemos y lloremos de la felicidad. Estábamos esperando ese momento durante muchísimo tiempo. Alexandra no era griega, si no Rusa. Yo y ella hablábamos en griego, las dos sabíamos hablarlo perfectamente. Los últimos cuatro años estudié en una academia por internet y aprendí el idioma, aún que mi acento era un poco raro, pero esperaba que mejorase con el tiempo.
Cuando dejé las maletas en casa, fui con Alexandra a comer en un restaurante marroquí que habla por la zona, yo estaba muy emocionada y apenas tenía apetito, no paraba de hablar con Alexandra de las múltiples cosas que quería hacer antes de empezar los estudios. Alexandra estudiaba medicina en la universidad de Atenas, yo iba a hacer una carrera de periodismo en otra universidad, un poco lejos, pero nada iba a impedir que nosotras dos nos viéramos todos los días.
Mientras estábamos comiendo en el restaurante sentí que alguien me observaba todo el rato. Al principio pensé que eran imaginaciones mías pero pasó algo que me hizo cambiar de idea. Un chico que me sonaba mucho su cara se puso de pie cerca de nuestra mesa, Alexandra le miró y le dedicó una sonrisa.
-Hola Hatim.- saludó Alexandra al chico. Me iba a volver loca, estaba segura que había visto aquel chico en algún lugar.-Siéntate, ella es Laila.
Hatim me miró fijamente a los ojos y entonces una imagen del pasado pasó por mi cabeza. El chico que quería suicidarse en el balcón del hospital hacía cuatro años. Disimulé mis sorpresa, Hatim no me había reconocido, o eso parecía.