Cuando desperté vi que había mucho silencio, no era habitual. Me levante y miré la hora. Eran las siete de la mañana, en el salón no había nadie, ni en la habitación de mis padres.
-¿Dónde estarán?.- pensé en voz alta. De repente empezó a sonar el móvil que me había dejado mi madre para las emergencias. Yo no tenía móvil. Cogí el móvil y contesté, era mi madre.- ¿Dónde estáis?.
Escuché llantos en la otra línea.
-Laila, despierta a tu hermano Mohamed para que cuide de tus hermanos pequeños y ven rápido el hospital... Estamos perdiendo a tu padre.- contestó mi madre llorando. Aquellas palabras eran como cuchillos que se clavaban en mi corazón. Colgué y me puse mi ropa, el velo y desperté a Mohamed. Salí corriendo de casa en dirección al hospital. Cuando llegué encontré a mi madre en la puerta del hospital esperándome. Sola. Cuando entré en urgencias encontré a mi padre en una camilla con una máscara de aire. La mirada de mi padre era de desesperanza, de tristeza y pena. Aquel estado en el que estaba me partía el corazón.
-Tu padre está en un estado muy crítico.- dijo la doctora.- En el lugar del tumor tiene una cavidad. La cavidad va en aumento y si le operamos podemos perderlo.- mis ojos empezaron a humedecerse, me aguantaba las lágrimas.- Estará ingresado aquí hasta que se recupere de la infección que se ha creado en su pulmón.
Ingresaron a mi padre en el hospital. Mi madre no podía separarse de él. Mis hermanos estaban en casa de un primo de mi padre y yo estaba sola con mi hermano Mohamed en casa. Todos los días iba al médico para saber del estado de mi padre y para llevarle comida y ropa a mi madre. Un día mi madre me presentó a sus primos, yo no los conocía, solo conocía a sus mujeres. Los primos de mi madre me acogieron en su casa y pasé con ellos el día del EID, ellos ayudaban a mi madre siempre, no la dejaban sola con mi padre en el medico. Hacía quince días desde que lo ingresaron y el medico no daba buenas noticas. El hospital se convirtió en una casa para mí madre, vivía allí junto a mi padre. Mi madre dormía sobre una silla, era muy duro pero renunciaba volver a casa sola sin mi padre. Un día el médico me dijo que un pulmón dejo de funcionar, que mi padre solo respiraba con un pulmón y que le quedaba poco tiempo. Yo no le dije eso a mí madre, porque no quería que su estado empeorará también, no quería perderlos a los dos.
Una mañana fui al hospital para ver a mi padre y en esa misma sala había una familia llorando en el pasillo, había muerto una paciente. Yo sentí pena por ellos y me imaginé que pronto yo estaría llorando por la pérdida de mi padre. Un chico que estaba allí sentado llorando se levantó y se fue al balcón. Lo seguí, no sabía porque lo estaba siguiendo pero algo me obligaba a hacerlo. Cuando llegué al balcón vi que el chico intentaba subirse sobre un muro alto, lo agarré de la pierna y acabó bajando.
-¡Vete!.- exclamó el chico enfurecido. En su mirada notaba dolor y tristeza.