Hatim me obligó a ir a su casa durante los días que estuvieran buscando a la bestia. Obviamente me negué, pero fui obligada a su casa. Noté preocupación en el rostro de Hatim.-¿Por cuánto tiempo estaré en tu casa?.- pregunté rompiendo el silencio incómodo que se habían creado entre los dos. Estábamos en su coche de camino a su casa. El vivía en el centro de la cuidad, cerca de las famosas ruinas de Grecia. Por un parte no me creía aquello del León y por otra me aterrorizaba cuando pensaba que aquella bestia estaba a tan solo pocos metros de distancia a nosotros. Respiré hondo y intenté dejar de pensar en aquello. Hatim me miró y rápidamente apartó la mirada de mí y la centró en la carretera.
-Hasta que encuentren a la bestia.- contestó. Me pareció ver una sonrisa en sus labios pero no estaba convencida.
El coche paró cerca de un gran chalet de dos pisos situado en un vecindario no muy lejos del centro de Atenas. Bajemos del coche y Hatim se dirigió hacia la puerta de entrada, yo le seguí detrás. La casa por dentro estaba todo desordenado, había ropa por todos lados. Todo alborotado, como si hubiera pasado un huracán. Hatim me indicó que subiera las escaleras y que entrará en la primera habitación a la derecha, pues él no quería que siguiera contemplando aquel desorden. Subí las escaleras y entré en la primera habitación a la derecha. La habitación era enorme, había una cama de matrimonio, un tocador y un armario que ocupaba toda la pared. Todo estaba en orden, a diferencia de la entrada de casa. Me puse cómoda sobre la cama y esperé a Hatim. Sobre el tocador había un marco de fotos donde había una foto de Hatim y una chica, era un compromiso. Hatim le cogía la mano a aquella chica y los dos mostraban sus respectivos anillos de compromiso. ¿Estaba comprometido?
Hatim entró a la habitación y yo no me moví de mi lugar, mi mirada fue de nuevo hacia el marco de fotos.-A tu prometida no le gustará que una chica pase unos días en tu casa.- dije. Hatim miro la foto y suspiró.
-Lo sé, ella era muy celosa.- añadió.
-¿Era?.- pregunté.
-Murió hace un año.- confesó. No sabía qué decirle. Me sentí mal por haberle preguntado y haber sacado ese tema. Hatim volvió a poner una expresión severa, parecida a la de aquella mañana. Estuvimos unos cuantos minutos en silencio.- Intenta dormir un poco, yo estaré abajo haciendo la comida.- a continuación salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él. Yo permanecí en mi sitio. Cogí el marco de fotos y observé a aquella chica, tenía el pelo recogido en un hermoso peinado, sus ojos brillaban de felicidad al igual que Hatim. Parecían felices. Por alguna razón aquel ambiente me hizo viajar cuatro años atrás al hospital. El día que murió mi padre. Las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas sin parar, cerré los ojos y me tumbé en la cama. Me dormí.
Cuando abrí mis ojos me encontré con el rostro de Hatim, a mi lado. Estaba tumbado junto a mí en la cama. No me molestaba, él no dejó de mirarme. Parecía el chico que había detenido en el balcón del hospital hacía cuatro años.
-¿El destino?.- pregunté. El me acarició el rostro sin dejar de mirarme. Aquello me relajaba.
-Maktub.- susurró. En aquel momento solo quería permanecer a su lado, sentir su respiración, sumergirme en sus ojos. En aquel momento descubrí que estaba totalmente enamorada de Hatim. Me acerqué más a él, él me rodeó con sus brazos. Cerré los ojos y puse mi oída en su pecho escuchando sus acelerados latidos. Era un sonido hermoso. Siempre escuchaba mis latidos y no era nada del otro mundo, latidos normales, como todos. Pero los latidos del corazón de Hatim tenían algo diferente. Especial. Mágico.