Pasemos la noche juntos. No pasó nada entre nosotros. No conocía de mucho a Hatim, pero confiaba en aquel chico del balcón del hospital. El chico al que salvé la vida. El chico de los ojos tristes. El pecho de Hatim reemplazó mi almohada, me pasé la noche llorando, sin ninguna razón. Mis lagrimas vacías de sentimientos empaparon la camisa de Hatim. Cuando amaneció me separé de él y le di la espalda en la cama, no había necesidad de estar pegada a él durante mucho tiempo. No podía seguir durmiendo, me levanté y fui hacia la cocina. No me tomó mucho tiempo encontrarla, estaba situada en el piso de abajo, cerca del comedor. Eché un vistazo al salón, seguía igual de desordenado. Preparé el desayuno y recogí aquel desorden. No hacía aquello por gusto, no me gustaba el desorden. Hatim se levantó minutos más tarde.-Hace años que no huele a café por aquí.- confesó.- No almuerzo en casa.
Cuando acabé de preparar el desayuno nos limitemos a devorar lo que había cocinado. El desayuno consistía en dos tazas de café, tostadas y mantequilla. No era buena cocinado, así que busqué algo fácil y rápido. Mientras comíamos Hatim me miraba de manera extraña. No podía comer bajo aquella mirada.
-¿Cómo sabes que detrás de mi casa hay un lago?.- pregunté rompiendo el silencio. Hatim me miró asombrado.
-Voy frecuentemente allí.- contestó. De repente cayó una lluvia de preguntas. No podía callarme ni una.- Hace tres años te vi en aquel lago... Pensé que me estaba volviendo loco. Estaba seguro que eras solo un espejismo.
-¿Por qué me pediste ayer que fuera allí?.- pregunté.
-Hanna cumplió veinte años ayer.- dijo.- Y también pasó un año desde que murió.
-¿Hanna?.- pregunté.
-Mi ex prometida.- contestó.- Quería entrar en el lago y no volver a salir jamás... Pero inconscientemente te llamé.
-¿Querías que te detuviera?.- pregunté sin esperar ninguna respuesta.- No se nadar.
-¿Eh?
-Si te hubieras metido, yo hubiera hecho lo mismo para detenerte.- confesé.- Pero acabaría ahogándome, porque no se nadar.- dibujé una sonrisa en mi rostro.- Puedo mantenerme de pie sobre un muro de unos treinta metros de altura.- me imaginé la escena en la que me enfilaba al muro hacía cuatro años. Hatim no despego la mirada de mi.-¿Por qué me proteges? El León lo habrán encontrado en menos de veinticuatro horas... El bosque no es muy grande como para que se esconde en algún rincón de allí.
-Quiero protegerte.- aclaró.- Siento que estoy en deuda contigo. Tú me salvaste hace cuatro años. Tú fuiste mi nueva oportunidad.- agachó la mirada y suspiró.- Eres la única que conoce mi antiguo yo. Eres igual que Hanna.
-Si pretendes engañarte pensando que yo soy Hanna, estarás cometiendo algo erróneo...
-Me engañé a mí mismo pensando que Hanna era la chica que me salvó en el hospital.- me interrumpió.- Llegué a amar a Hanna pensando que eras tú. Por qué no tenía ninguna esperanza de encontrarte.
Aquellas palabras me iluminaron por dentro. ¿Aquello era una confesión? Me quedé mirándolo conmovida por aquello que acababa de decir.
-Cuando te vi en el restaurante junto a Alexandra, te reconocí.- Hatim cerró los ojos.- Las cenizas que quedaban se encendieron y nació un fuego que hasta ahora no logro apagar, tampoco deseo que se acabe.
-No mostraste ninguna expresión al verme.- ataqué. Hatim abrió los ojos.
-Si me hubieras mirador fijamente a los ojos lo hubieras descubierto.- declaró.
-Te miré fijamente a los ojos.- dije.
-No el tiempo suficiente.- añadió.- Tu tampoco mostraste emoción.
-Si te hubieras fijado en mis ojos.- repetí sus palabras.
-Lo hice.- atacó.
-No el tiempo suficiente.- aclaré.