CAPÍTULO 10

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Alexandra tenía que marcharse a Rusia por unos días, su abuela murió y le dejó toda su herencia. Pero antes de que se fuera le conté todo lo sucedido, también le conté la verdad, todo lo que había pasado con Hatim en el pasado. Ella ya dudaba ya que Hatim se comportaba como si nos conociéramos de toda la vida. Cuando se marchó Alexandra yo me quedé sola en aquella inmensa casa. De vez en cuando venia la mujer que se ocupaba a de la limpieza y me hacía compañía, ye enseñaba a recitar el Corán, pues ella era conversa al islam. Había noches que le pedía que se quedara a dormir, ella no se negaba porque se lo pasaba bien conmigo y le resultaba muy divertido que hablara en Arabe. Le enseñé a decir unas cuantas palabras en Arabe, ella las decía con un acento rarísimo que me causaba mucha gracia. Hatim estaba ocupado mudándose a otra casa, unos cuantos metros de distancia de la mía, cuando no tenía nada que hacer le ayudaba a empaquetar las cosas.

-¿Esto donde lo pongo?.- pregunté alzando un búho de cristal. Hatim tenía mucha decoración por casa, la mayoría eran búhos. Era un chico bastante raro. Hatim echó un vistazo a unas cuantas cajas y me indicó que lo metiera dentro de una caja negra y que lo envolviera con papel de diario antes de meterlo. Así lo hice y seguí empaquetando con él. Al acabar de recogerlo todo me senté sobre el mármol de la cocina, Hatim me miró y se acercó a mí, en esa postura estábamos los dos a la misma altura, podía mirarle mejor los ojos.

-Lo vas a romper.- tenía una sonrisa traviesa.

-¿Insinúas que estoy gorda?.- abrí la boca fingiendo una expresión de ofensa.- Mi peso es igual a una pluma.- Hatim soltó una carcajada y se acercó a un más. Lo tenía tan solo a unos centímetro de mi, aquello no me incomodaba, ya era algo normal, me tranquilizaba. Normalmente cuando un chico se acerca a una chica a la que le gusta, ella se pone nerviosa. Pero en mi caso no era así, a mí me gustaba Hatim y cuando lo tenía a mi lado me tranquilizaba. Así tenía que ser.- El único que está gordo aquí eres tú, el otro día casi me asfixiabas en el bosque.- añadí mientras me reía, él se puso a reír también. En aquella estancia solo se escuchaban nuestras risas. Hatim me rodeó la cintura con sus brazos.

-¿Peso mucho?.- susurró.- ¿No te asfíxiate? Creo que dejaste de respirar en un momento.- entonces recordé el beso que me había dado en el bosque. Me sonrojé.- Veo que lo recuerdas.- se acercó y cerró los ojos, pensé que me iba a besar de nuevo en los labios pero solo me besó la frente. Un beso sincero.-Dejemos aquí las cosas y vamos a un lugar.- me cogió de la cintura y me bajó.

-¿A dónde vamos?.- le pregunté sin dejar de mirar la carretera. Miré a Hatim estaba concentrado conduciendo. Era de noche. Cuando lleguemos a mi casa supuse que nos dirigíamos al lago.-¿Al lago?

-Tranquila, no habrá ningún león.- me dijo entre risas. Bajemos del coche y rodeemos la casa. Esa noche no había luna, nos guiemos con la linterna del móvil. Yo caminaba con miedo, de vez en cuando me giraba para ver si había algo siguiéndonos. Había todo tipo de sombras entre los árboles, preferí no mirarlas. Caminemos durante una media hora en silencio, cuando por fin llegamos al lago. Era hermoso. Hatim se detuvo y me cogió de las dos manos. Le mire a los ojos, estos dejaron de ser brillantes; eran tristes.

-¿Qué pasa?.- no dejé de mirarle a los ojos; él tampoco lo hizo.

-Me iré.- me dijo.- A Nueva York.- seguía sin entender lo que estaba pasando.- Mi padre ha triunfado en su trabajo, ahora es el hombre más rico de Nueva York.- no sabía qué decirle, se me escapó un "felicidades" como si la felicidad proviniera del dinero. Sus ojos dejaron de transmitirme algún sentimiento.- Tendré que estar allí unos cuatro años y cuando regrese creare mi propia empresa en Atenas...

-¿4 años?.- pregunté inconscientemente.

-Prométeme que cuando vuelva estaras esperándome.- dejó de mirarme, no podía ver mucho en la oscuridad, pero me pareció ver una lágrima deslizándose por su mejilla. No dije nada.- Volveré y nos veremos en este mismo lugar, a esta hora.- volvió a mirarme.- Promételo.- le abracé, quería estar así para siempre; juntos. Que nada nos separara, pero no podía ser.

-Lo prometo.- susurré entre llantos.

Reencuentro En AtenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora