Capítulo 11

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Cuando llego a casa, a eso de las dos de la madrugada, voy directa a mi cuarto. Dylan está dormido, así que intento hacer el menor ruido posible mientras me descalzo y me quito la ropa. Lo dejo todo a un lado y me meto en la cama. 

                                                                                                  ***

Suena la alarma de mi móvil, son las seis de la mañana. Dylan está dormido aun, me levanto despacio y deslizo la pantalla de mi móvil para hacer que el estridente tono de la alarma pare. Salgo de la habitación sin hacer ruido y le cierro la puerta, acto seguido me meto en el baño para darme una ducha. El agua caliente hace que me evada y por un momento logro imaginar que no tengo que ir a trabajar. Puedo verme a mi y a Dylan en Primrose Hill, con niños corriendo a nuestro alrededor. Todos juntos. Sin preocupaciones. Pero todo mi mundo imaginario y perfecto se viene abajo en el momento en que el agua de la ducha sale fría, y hace que me de cuenta de que llevo más de veinte minutos en la ducha. Salgo del baño con una toalla cubriendo mi cuerpo, desnudo, otra envolviéndome el pelo. Dylan esta despierto, desayunando en la barra de la cocina. 

-¡Buenos días!- Dice mientras me da un beso en la mejilla. -¿No trabajas hoy?-

-Si- Miro el reloj. Son las siete menos cuarto. ¡Voy a llegar tarde! 

-Si quieres, puedo llevarte yo en coche- Dice reaccionando ante mi cara de sorpresa. 

-Voy a tardar más en coche que en metro, si quieres podemos hacer otras cosas juntos, cuando salga del trabajo- Le guiño un ojo y me voy a la habitación a vestirme. Me decanto por un mono corto negro con círculos blancos y unas converse blancas. Me miro en el espejo y veo que mi pelo esta horriblemente mal. Me hago una cola de caballo y doy por solucionados todos mis problemas con el cabello. Vuelvo a la cocina y Dylan se esta preparando, esta cogiendo la chaqueta. 

-En ese caso, iré contigo en metro, tengo que hacer unas cosas en el centro.- Abre la puerta de la entrada y, como un caballero, me cede el paso. Salgo a la calle y se me congelan los dedos de las manos. Busco los guantes que me regaló Dylan por mi cumpleaños y me los pongo. 

Dylan y yo empezamos a caminar, de repente, me coge la mano. Me sonrojo como si fuera la primera vez que lo hizo. Empiezo a recordar nuestro primer beso, fue en Hyde Park. Nunca se me olvidará, fue todo tan rápido aquel día...

Llegamos a la estación de Hammersmith, donde ambos cogemos la linea de Piccadilly. En la estación de Piccadilly Circus, hago transbordo a la linea de Bakerloo. Dylan también se baja en esta estación, pero el se despide de mi; ¿a donde tendrá que ir?

Corro por las escaleras mecánicas para no perder el tren. Llego justo cuando las puertas se están cerrando. Me quedo de pie y le cedo el asiento libre que tengo delante de mis narices a una señora mayor. Tendrá ya sus ochenta y tantos años, pero tiene mucha moral para subirse en el metro a hora punta. Me empiezo a imaginar a donde irá. 

«Próxima estación: Oxford Circus»

Inmediatamente salgo de mis pensamientos y me acerco a la puerta del tren. Esta es mi estación. Miro la hora en la pantalla del vagón. Son las ocho menos cuarto. En cuanto el tren se para, me bajo corriendo y subo por la escaleras hacia la salida. Paso mi tarjeta por el lector y salgo de la estación de metro. Subo las escaleras y salgo a la calle. Esta llena de gente yendo y viniendo. Paro en el Starbucks y me cojo lo de siempre; un chocolate caliente con nata y canela. 

Entro a las oficinas y Bárbara, tan atenta como siempre, me saluda.

-¡Buenos días Alana! El señor Reith me ha dado un recado para ti- 

-¡Buenos días!- La miro durante unos segundos y me pregunto que querrá el Señor Reith. -¿Y que quería?- La miro nerviosa.

-Quiere que vayas a su despacho, pero no te preocupes, no parecía enfadado.- 

-Vale, muchas gracias Bárbara- Intento disimular mis nervios mientras subo en el ascensor a la ultima planta. La ultima vez que había estado allí arriba fue cuando me contrataron, uno de los mejores días de mi vida.

La puerta del ascensor se abre, ahí esta, la imponente puerta de madera con el letrero grabado en oro. Salgo del ascensor y me dirijo con paso decidido a la conversación que va a marcar mi futuro profesional.




Sexo, amor y otras drogas 2: Dolce vendetta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora