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V


EN LA CASA DE FRANCISCA


Todo empezó a ser diferente para mí.


En las veinticuatro horas siguientes, la imagen de ella no me abandonó ni


siquiera durante el sueño. Cuando desperté, al otro día, volví, por enésima vez, a


revivir cada instante de nuestro encuentro y me sentí inmensamente feliz porque


estaría otra vez esa tarde con ella. Hasta entonces las horas iban a transcurrir de


modo lento, arrastrado. Estaba yo conociendo una intensidad que todo lo abarcaba;


era un placer vívido y paralizante por igual.


No bajé a la playa en la mañana. Después de almuerzo me tendí en la cama,


tratando -si era posible- de matar con una siesta el tiempo que me separaba de ella.


Pero no pude dormir. Entonces, pensé y soñé cómo podría ser lo que vendría.


Una cosa estaba sumamente clara: no iba a ser posible integrarla con los míos.


Cualquier intento terminaría, en el mejor de los casos, en el ostensible alejamiento de


mi gente y, en el peor, en la burla. Era cierto que, al llegar a conocerla (muy probable


si yo continuaba viéndola), no podrían dejar de encontrarla hermosa. Pero Marion no


atinaría a explicarse que yo la hubiera abandonado por una muchacha proveniente de


una caleta de pescadores, y que, además, confesaba trabajar en un circo. ¡En un circo!


Con todo, nada de aquello era lo principal. No. Aquí había otra cosa respecto de


la cual yo no podía mentirme a mí mismo.


Esa noche, en el casino del Papagayo, Jaime había alcanzado a darme a


entender lo que él percibió en la sonrisa de ella. Aquello que suscitó su observación y


que, en el fondo, fue su reparo, era lo mismo que en mí había fecundado el


encantamiento desde la primera vez que la viera en la lancha.


¿Qué iba a ocurrir ahora?


A las cuatro y media en punto me levanté de la cama. Busqué en el ropero mi


pantalón de cotelé negro, mi camisa más pintosa (una jaspeada a lo explorador) y un


suéter de angora cuyas mangas amarré, al desgaire, a la cintura. Me miré al espejo y


con una sonrisa de aprobación canté:

I'm going back to Monterrey Looking for the girl of yesterday...


Me topé en la puerta con Jaime, que regresaba de la playa.


-Uno que llega y otro que se va -dijo.


-Podrías esperarte un poco y tomar té antes de salir -ofreció mi madre, al paso.


-Gracias, no alcanzo.


-No será tan urgente -se metió Jaime, observándome con muy aguda


detención.


-Tengo una cita -le informé, sin deseos de darle más luz al gas.

Francisca Yo te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora