4. Bienvenida a mi hogar

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- Bienvenida a mi hogar.
Me dijo Rocío entrando en su casa; justo al entrar había un pequeño recibidor, en el que únicamente estaba adornado por una mesa antigua, con un teléfono negro antiguo a un lado, en el centro un libro abierto y al otro lado una tinta con la pluma para escribir, todo antiguo, me recordaba a la época de Cervantes escribiendo "Don Quijote de la mancha". Me llamó mucho la atención y me quedé mirándolo.
- ¿Te gusta? Quería darle un toque antiguo.
- Me gusta.
A cada lado del recibidor una habitación, lo que hacían dos, y un baño, después estaba la cocina y al final el salón, era muy grande, con una pequeña puerta que daba a una terraza, donde tenía varias plantas y un comedero para los gatos. Ahí estaban los tres, encima de un juguete para gatos tomando el sol, estaban tan juntos que parecían una bola de pelo grande. Me preguntaba donde estarían el loro y el conejo, cuando de repente escuché saludar al loro.
- Hola, hola.
Dijo desde la cocina, me asomé y ahí estaba, posado en un poste especial para loros y al lado una jaula grande abierta para que entrara cuando quisiera.
- Intrusa.
Grito el loro y miré a Rocío que se estaba partiendo de risa. Me contó que lo primero que le enseñó fue saludar y despedida, y después enseñarle si entraban ladrones, palabras cortas como intrusa, robando, ladrones; luego sabía uno que otro insulto, como hijo puta o tonto. El insulto primero lo aprendió de Rocío cuando se lo dijo a su ex marido cuando se enteró que le puso los cuernos.
Tras enseñarme toda la casa volvimos a donde sería mi habitación postiza, era la habitación de invitados, o como ella decía, iba a ser para los niños, en caso de que lo tuvieran, pero pasó a ser de invitados.
- ¿Cuánto tiempo me quedaré aquí?; pregunté.
- No eres mi prisionera, puedes irte cuando quieras, pero si te vas piensa en las consecuencias de esa casa.
- Cada vez que me dices eso me asustas.
- Deberías tenerle miedo, espero que recuperes la memoria muy pronto.
No dije nada y me senté en la cama.
- Descansa un poco, estarás agotada, mañana será otro día.
- Gracias.
- Si me necesitas estaré en el salón.
Me dijo y me cerró la puerta, luego me tumbe boca arriba y cerré los ojos.
No sé cuánto tiempo había pasado cuando abrí los ojos, me levanté de la cama y miré por la ventana, era de noche y aún no había cenado. Salí de la habitación y fui al salón, donde me encontré a Rocío sentada en el sofá escribiendo en el portátil.
- Hola dormilona, ¿qué tal?
- Bien, ¿con quién hablas?; pregunté sentándome a su lado.
- Con nadie, estoy escribiendo una novela.
- ¿Una novela?
- Sí, soy escritora; me dijo y me quedé sorprendida.
- Es que aparte de secretaria, soy escritora, en mi tiempo libre escribo.
- ¿Y has publicado alguno?
- Sí, desde los 28 años, he escrito más de cinco libros.
- ¿Y de qué trata?; le pregunté y se puso triste.
- Claro, no te acuerdas, me compraste todos y te gustaron mucho.
Hizo una pausa.
- Cuatro de ellos es una saga, va de amor entre un vampiro y una humana.
- Tiene que estar interesante.
- Sí, se titula "Claro de luna", es una música de Beethoven, tu compositor favorito.
- ¿Me gusta su música?
- Sí, desde que eras muy pequeña, y te interesaste por el piano.
Me contó que fui a un conservatorio de música y aprendí a tocar el piano, estuve de ocho a diez años estudiando, ya que es difícil tocarlo, y a los 25 me dieron el diploma a la mejor pianista de la clase.
Estaba sorprendida por todo lo que iba sabiendo de mí y Rocío se dio cuenta de que no me lo habían contado.
- Y el quinto y sexto libro que publiqué eran de misterio, la primera parte y la segunda, trata de una periodista que se adentra en el mundo paranormal; me dijo cambiándome de tema.
- Por cierto, ¿quieres ver las cartas que me escribías? ¿Estás preparada? A lo mejor son un poco fuertes para ti, pero como veas.
- Sí por favor, enséñamelas.
Le pedí y dejó el portátil en la mesa, y se dirigió a su habitación a cogerlas. Al rato llegó con un puñado de ellas y me enseñó las primeras que son las más flojitas. Las leí enseguida, todas eran de un folio por las dos caras, le contaba lo maravilloso que era mi matrimonio hasta en la cuarta, donde le escribí que me había dado mi primer tortazo, ¿el motivo? Llegar tarde a casa después de una noche loca con mis amigas, según Harrison estaba preocupado y eso era un escarmiento para que nunca llegará más tarde de la hora que le diría. En la quinta recibí mi segundo tortazo, porque le apetecía hacer el amor y yo no quería por cansancio del trabajo, me violó, y sin querer se me saltó una lágrima. Rocío al verme me quitó las cartas.
- Creo que por hoy es suficiente, y eso que te dado las flojitas.
- Quiero seguir leyendo más.
- Quizás mañana, ahora vamos a cenar, venga ayúdame, lo preparamos juntas.
Me cogió de la mano derecha y me llevó a la cocina, donde vi al conejo en su jaula que antes no lo había visto, lo tenía en una mesita al lado de la encimera en un rincón, normal que antes no me diera cuenta.
Abrió el frigorífico y sacó unos San Jacobos, mientras ella sacaba una sartén y aceite, me dijo que los fuera friendo mientras hacía una ensalada de tomate y lechuga.
Tras terminar de freírlos, los puse en un plato y lo puse en la mesa, terminé de ponerla y me senté esperando a que terminara de hacer la ensalada. Me fijé en lo que le había echado y parecía un cóctel de verduras, además de lechuga y tomate, le había echado atún, zanahoria, maíz, cebolla, palitos de cangrejo y remolacha, y lo aliño con vinagre de Módena, de color oscuro.
Después de cenar nos pusimos a ver una película en el salón, era de miedo.
- Vaya, no me gustan las películas de miedo; dije sin más y Rocío y yo nos quedamos mirando.
- ¿Has dicho que no te gustan?
- Sí, ¿no me digas que he acertado?
- Sí, eso es bueno, has recordado algo, aunque no sea gran cosa.
Me dijo sonriente y seguimos viendo la película, era la segunda parte de "Paranormal Activity"; no recuerdo si la había visto o no, lo que sabía era que tenía cuatro partes y la tercera era la peor de todas.
Durante la película estaba todo el rato con las manos en la cara, intentando taparme los ojos siempre cuando estaba en silencio o si sospechaba de que algo pasaría. Al fin acabó, sabía que acabó por los créditos, pero no vi el final, ya que Rocío me dijo que me daría un gran susto. No sabría si podría dormir por la noche, pero lo intentaría.
A las cinco de la mañana algo me despertó, venía de la cocina, oí como Rocío estaba colocando los platos en el armario, que raro, a estas horas. Me levanté despacio y la vi metiendo los vasos.
- ¿Qué haces colocando eso a estas horas?
Le pregunté pero no me contestó y le di en el hombro.
- ¿Rocío?
Le pregunté pero no me hacía caso así que le di más fuerte.
- ¡Rocío!
Le grité y del susto tiro un vaso al suelo.
- ¿Que hago aquí?; preguntó adormilada y me sorprendí.
- Es verdad, ya lo sé, soy sonámbula, se me olvidó comentártelo.
- Joder, me has asustado.
- Lo siento.
- ¿Y desde cuándo eres sonámbula?
- Desde pequeña, todas las noches o casi todas me levanto y empiezo a colocar la cocina o a limpiar, mamá no me ha visto haciendo otra cosa.
Tras ayudarla a barrer los cristales nos fuimos a dormir otra vez.
A la mañana siguiente cuando me levanté vi que Rocío estaba terminando de desayunar. Me preparé mi café con leche y me senté a su lado, cuando ya terminó.
- Me voy a Madrid a tu casa, ¿hay algo en especial que quieres que te traiga?
- Que yo sepa, no.
- Vale, por cierto, si en dos horas no he vuelto llama a la policía.
- ¿Qué?
- Lo que oyes, con Harrison nunca sabes lo que te puede pasar.
- Que exagerada.
- Hazme caso, llama a la policía, te dejaré el número apuntado al lado del teléfono.
Y tras decir eso se fue, dejándome sola.
Después de desayunar me senté en el sofá para ver la tele y alguien me hizo compañía; uno de los tres gatos subió al sofá y se puso a mi lado con la cabeza apoyada en una de mis piernas para que le acariciara o le rascara, no estaba segura.
Se notaba que era macho porque tenía tres colores, eso decían, cuando un gato tiene tres colores es macho y si sólo tiene uno es hembra; éste era blanco, con rayas marrones y negras, los otros dos eran hembras, una era color amarillo dorado y la otra blanca con mucho pelo.
Una hora después oí como Rocío introducía la llave en la cerradura y abrió la puerta.
- ¿Todo bien?; le pregunté mientras entraba al salón con una maleta.
- Te traigo una sorpresa; me dijo abriendo su bolso.
- ¿Qué me has comprado?; pregunté y sacó un móvil.
Recordé que al final mi madre se le olvidó darme el mío y se lo quedó.
- ¿Me has comprado un móvil?
- Este móvil es mío, la sorpresa está en el interior.
Miró en su móvil algo y lo dejó en la mesa.
- Escucha atentamente.
Me dijo y comenzamos a escuchar; al parecer era una conversación entre ella y Harrison.
"- Hola, vengo a por las cosas de mi hermana, ¿puedo pasar?"; preguntó Rocío.
"- Claro, pasa, siempre eres bienvenida.
- Que mentiroso, pero da igual, no tardaré nada.
- ¿Y Leire qué tal está?
- Bien, feliz, ¿oye me vas a seguir todo el rato?
- Quiero ver que te llevas.
- ¿Y qué me voy a llevar?
- ¿Cuánto tiempo se va a quedar en tu casa exactamente?
- El tiempo que ella quiera.
- No está en sus facultades el decidir, está amnésica.
- Oye es mi hermana, déjame que disfrute un poco de ella.
- La quiero mañana aquí.
- Sabes que no te la traeré.
- A ver cómo te lo digo para que me entiendas, creo que me explicado mal."
Se produjo un silencio, hasta que de repente escuché como Rocío se ahogaba, lo que supuse que Harrison la estaba cogiendo del cuello, ahogándola, y me llevé la mano a la boca.
"- ¿Qué me vas hacer? ¿Matarme? Sabes que no puedes hacerlo, te denunciaré si me haces algo, tengo pruebas.
- No, si ya estás muerta, estamos los dos solos y sería muy fácil acabar contigo ahora."
Escuché como Rocío se reía.
"- ¿De qué te ríes gilipollas?
- Le dije a Leire que si no volvía en dos horas que llamara a la policía, y ya sabes lo importante que es gracias a ti, te pillarán enseguida.
- Leire no se atreverá a denunciarme, no se acuerda de lo que soy capaz de hacer.
- No te preocupes, ya le refrescaré yo la memoria."
Se produjo otro silencio y escuché cada vez más fuerte como Rocío se asfixiaba.
"- No te lo volveré a repetir, tráeme a mi mujer o iré yo a por ella, se acabaron las tonterías, te doy una semana y si en ese plazo no está aquí iré a buscarla."
Al decir eso escuché como la soltaba, ya que respiraba fuerte.
"- Un consejo, no intentes huir con ella, podría denunciarte por secuestro, ya sabes, al ser mi mujer tendría que estar conmigo, y ya sabes lo importante que soy, una llamada y en cinco minutos tengo una patrulla de policía en la puerta de mi casa.
- Te la traeré, pero si me entero que le pones una mano encima, te denunciaré, luego di que no te lo he dicho."
Al decir eso oí como caminaba hacia la salida de la casa y paró la grabación.
Cuando la miré, se quitó el pañuelo que se puso en el cuello y le vi los dedos marcados de Harrison.
- ¿Estás bien?; le pregunté preocupada.
- He estado peor otras veces, esto no es nada; me dijo sería.
- Escucha, pensar que tarde o temprano tendrás que irte... Me sienta como una patada en el estómago, pero Harrison tiene razón, aún eres su mujer y como tal tienes que estar con él, al no ser que...
- ¿Qué?
- Que le pidas el divorcio.
Me dijo mirándome fijamente pero yo no podía hacer eso, aún no, no hasta que volviera a recordar, aún no tenía ningún recuerdo y no quería hacer cosas que luego me arrepentiría.
- Sé que aún es pronto para eso, tómatelo con calma, esa decisión no se puede tomar a la ligera.
- Lo mejor será que vuelva con él a casa y ya veremos lo que hago; le dije levantándome en el sofá.
- Pero no te vayas aún, me ha dado una semana, quédate unos días más; me dijo Rocío y me abrazó.
De repente sonó el teléfono de ella y lo cogió, al colgar me dijo que era nuestra madre, vendría para aquí a hacerme una visita, y además, a traerme el móvil, se le olvido dármelo cuando salimos del hospital.
Sobre las doce más o menos nos pusimos a hacer la comida, bueno más bien se puso ella a hacerla, yo la ayudaba en lo que podía o me pedía.
Iba a hacer de primero menestra y de segundo hojaldre relleno de solomillo.
A las dos nos pusimos a comer y cuando terminamos quise seguir leyendo las cartas que le escribía, mientras ella se puso a escribir su novela, no quería decirme de qué trataba, era sorpresa.
Según avanzaba más con las cartas, más me sorprendía, cinco años de matrimonio dan para mucho, aunque hasta el tercer año no empeoraron las cosas, fue en el cuarto año cuando conocí a Iam, según ponía en las cartas.
Recordé lo que me dijo en el hospital, fue un flechazo, justo esa palabra ponía en la carta, las palabras exactas fueron: "Nadie me había mirado como me había mirado él en ese momento, fue un flechazo".
En ese momento, mi lectura se interrumpió, alguien llamó al timbre, eran nuestros padres.
Entraron en el salón y tras preguntarme qué tal me encontraba, mi madre me dio el móvil.
- Está igual que cuando lo tenías.
Me dijo y no sabía cómo desbloquearlo, no me acordaba, y Rocío me quitó el móvil para desbloquearlo.
- ¿Cómo lo has sabido?; pregunté.
- Porque me lo dijiste, es una especie de "I" latina en mayúscula; me dijo por lo bajo, ¿"I"?
- ¿Qué significa esa letra?
Pregunté y Rocío me miró haciéndome una señal. ¿A cuántas personas conocía que empezarán por "I"? Pues claro, Iam. Por la mirada que me puso Rocío, tenía que ser por eso, menos mal que mis padres no lo escucharon.
Empecé a mirar mi móvil, todo lo que tenía, buscando alguna pista que me hiciera recordar, pero algo raro vi, fui a la galería y no tenía ninguna foto salvo con Harrison o yo sola posando, aunque no tuviera recuerdos, me parece muy raro que no tenga fotos con mis amigos o de paisajes o algo así, presentía que alguien me había manipulado el móvil, además eso no era todo, cuando fui a la agenda, sólo tenía el teléfono de Harrison, de mis padres y de Rocío, ¿es que no tenía amigos? Fui al WhatsApp y no tenía ninguna conversación guardada. Me parecía todo muy extraño.
- Mamá, dices que está como lo dejé la última vez y creo que no es así, me faltan fotos, números de teléfono, conversaciones por WhatsApp...; le dije y se me quedaron los tres mirando.
- ¿Y cómo lo sabes si no recuerdas nada?
- Hombre, ¿es que no tengo amigos? ¿Ni primos? ¿Ni compañeros de trabajo?
- Tus amigos... Dejaste de tenerlo cuando te casaste; me dijo mi madre y miré a Rocío, me asintió con la cabeza.
- ¿Por qué dejé de tenerlos?; pregunté.
- Porque te dedicaste en cuerpo y alma a Harrison.
- ¿Y eso por qué? ¿Me obligó a dejarles de hablar?
- ¿Pero quién te ha dicho eso? Harrison es un buen hombre.
- Mamá no le mientras a tu hija por favor; le dijo Rocío y mamá la miró enfadada.
- ¿Qué le has metido en la cabeza?
- Nada, no seas paranoica; le dijo Rocío pero mamá no le dijo nada, luego me miró a mí.
- Harrison es un buen hombre, o al menos yo lo veo así, y por supuesto él no te apartó de sus amigos, fuiste tú quien tomó esa decisión.
Me dijo mi madre y miré a Rocío, le ponía una cara como de que no se creía nada, pero no le dijo nada.
- Vale, sólo quería saberlo.
Enseguida cambiamos de tema y Rocío les sirvió un café. Cuando se fueron miré a Rocío.
- Dime la verdad, ¿lo que me ha dicho mamá es mentira?; le pregunté impaciente.
- Sí, Harrison te apartó de tus amigos y él ha sido quien te ha borrado todo lo del móvil.

La inocencia de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora