3. No sé a quién creer

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Tras decirme eso Rocío, algo me dijo que debía confiar plenamente en ella y sólo en ella, lo vi en su mirada. Justo entró nuestra madre en la habitación con la botella del agua y se la dio a Rocío, la cogió y la abrió, y tras beber un sorbo de agua, se levantó de la silla y me dio dos besos.
- Yo ya me voy, ya hablaremos mañana, ¿vale?
Me dice Rocío guiñándome un ojo, como queriéndone decir que teníamos una conversación pendiente.
- ¿Pero ya te vas hija? Si has estado poco rato; le dijo nuestra madre.
- Sí, ya me voy, vendré mañana, hasta luego mamá; le dijo Rocío y le dio también dos besos.
Al salir de la habitación le pregunté a mi madre cuantos años tenía Rocío, ya que no me lo había dicho todavía, y si tenía pareja. Me contó que tenía 32 años y estaba divorciada, se divorció hace dos años porque su marido le puso los cuernos.
Durante la tarde ya pude ponerme en pie, estaba mejor, avancé despacio hasta la ventana para ver el paisaje; me llenaba de tranquilidad, ver las nubes moverse en el cielo, con los pájaros volando haciendo forma de uve y un sol radiante... Se notaba paz. No sé en qué parte de la capital estábamos, pero ese paisaje... Me transmitía mucha tranquilidad, como había dicho antes.
Me senté en el sofá sin dejar de ver la calle, se me pasó volando la tarde, hasta que volvió la auxiliar con la cena. Aún no había llegado Harrison y quería ver la comida antes de que el llegará, por si no me gustaba y me decía algo.
Al levantar la tapa de los platos suspiré aliviada, de primero había dos huevos fritos con unas patatas y de segundo pescadilla. Me lo comí despacio y cuando llegó Harrison me saludó.
- ¿Te lo has comido todo?
- Sí, estaba muy rico todo.
- Esa es mi niña.
Me dio un beso en los labios, pero no un beso corto como los de antes, si no con lengua, que casi me atraganté.
- Cuidado; le dije tosiendo.
- Es que te echo de menos, tengo ya muchas ganas de que vuelvas a casa y... Hagamos algo que echo tanto de menos hacer contigo.
Esta frase lo dijo bajito, ya que mi madre estaba en el sofá mirando su móvil y no quería que le oyera, eso me hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo, si se refería a eso que estoy pensando... Me entraba mucho miedo, vale que fuera mi marido, pero para mí seguía siendo un desconocido, y después de lo que me contaron Iam y Rocío, no me atrevería a decirle que no, pero, ¿lo entendería? ¿Entendería Harrison que aún era pronto para hacer el amor? No me atrevería a averiguarlo, apenas le conocía y ya me estaba dando miedo.
Al terminar la cena, mi madre se fue y Harrison me habló de su día en el trabajo, hasta que me quedé dormida, no lo hice aposta, es que tenía mucho sueño.
A la mañana siguiente, como siempre, Harrison se fue a trabajar y me dijo que vendría a recogerme al medio día con mis cosas para llevarme a casa, ya que ese día me daban el alta.
Sobre las once más o menos, entraba Rocío con mis padres, me saludaron y mientras mi madre miraba revistas y mi padre miraba el móvil, Rocío se sentó a mi lado.
- Ayer desde que me fui, estuve dándole vueltas a la cabeza y... Ya sé cómo librarte de Harrison, he pensado que podrías venirte conmigo a mi casa una temporada.
Me empezó a decir.
- Espera, ¿quién ha dicho que yo quiera librarme de Harrison?; pregunté.
- Leire, no vamos a discutir esto, no puedes volver a tu casa, mentiría si te dijera que no me alegro de que te haya pasado esto, porque sí me alegro, me alegro porque gracias a esto has podido salir; me dijo firmemente.
- ¿Harrison no me dejaba salir de casa?
- Sólo para ir a trabajar y te iba siempre a buscar.
Me quedé pensativa en lo que me había dicho.
- Pero, no puedes separarme de Harrison así como si nada.
- Claro que puedo, puedo y lo haré, además está decidido, hoy te vienes a mi casa.
Me dijo estando segura de lo que decía, pero yo lo veía difícil si Harrison venía a buscarme.
- Pues hay un problema, él viene a buscarme al medio día.
- Leire confía en mí, ¿quieres? Ya le diré alguna excusa.
- ¿Y los padres lo saben?
- Sí, les ha parecido buena idea, piensan que te vas a quedar unos días conmigo.
- ¿Y no es así?
Negó con la cabeza y me empecé a poner nerviosa, no quería que se metiera en un lío por mi culpa, eso me preocupaba seriamente, ya que, Rocío, me daba la sensación, que de verdad quería ayudarme, por eso quise darle un voto de confianza.
Rocío, que me vio callada y pensativa, me alzó la cara para que la mirara.
- Cuéntame que te preocupa; me dijo.
- No sé a quién creer.
- Tienes que creer lo que tu corazón te diga.
- Es que no me dice nada, todos os estáis portando tan bien conmigo que parece que nadie miente, ¿y si tú me estás engañando y lo que quieres es alejarme de él porque no soportas verme feliz? Eso puede ser una posibilidad, ¿no?
- Te entiendo, entiendo que desconfíes de todo el mundo y a la vez te lo creas todo, pero por favor, vente conmigo, soy tu hermana y quiero lo mejor para ti.
Me dijo con una mirada preocupante, o era buena actriz o de verdad se preocupaba por mí.
- ¿Cómo puedes demostrarme que lo que me dices es verdad?; pregunté.
- ¿Quieres pruebas de verdad?
Asentí con la cabeza sin pensármelo dos veces.
- En mi casa tengo cartas tuyas que me mandabas desde tu casa, poniéndome lo mal que estabas con Harrison y lo mal que te trataba, cuando llegues escribes en un papel para que veas que están escritas de tu puño y letra.
- Está bien, iré, pero a ver como se lo dices a Harrison.
- Para mí no es un problema.
Se le veía segura de sí misma, así que no le dije nada. Me contó cómo era su casa y que tenía varios animales de compañía, tres gatos, un conejo de angora y un loro, sabía decir algunas palabras que le ha ido enseñando.
A la una vino la auxiliar con la comida y una enfermera para tomarme la tensión, y también para decirme que de un momento a otro vendría el médico a darme el alta.
Levanté la tapa de los platos y me gustaban los dos, de echo el primer plato era paella y el segundo alitas de pollo fritas.
Mientras estaba comiendo, mis padres se fueron a tomar algo y Rocío se quedó conmigo aprovechando para recoger mis cosas del armario, de repente entró Harrison y me saludo sonriente.
- ¿Ya te ha dado el alta? He aparcado en doble fila, espero que no tarde mucho, no quiero que me multen; me dijo y miro a Rocío como guardaba mis cosas en una bolsa de gimnasio.
- Perfecto, veo que has preparado sus cosas, lo llevaré al coche; le dijo Harrison a Rocío e intentó quitarle la bolsa, pero no se la dio.
- ¿Qué haces? Dámela.
- No te voy a dar nada, esta bolsa la llevaré a mi coche.
- ¿Cómo dices?
- Leire se va a venir una temporada a mi casa.
- Me parece que no, Leire es mi mujer y se viene conmigo.
- Te he dicho que no se irá contigo.
- Y yo te he dicho que sí, se vendrá conmigo por las buenas o por las malas.
- Por encima de mi cadáver, no te la llevarás.
- ¿Apostamos?
- Lo que quieras.
Se quedaron mirando fijamente y Harrison intentó quitarle la bolsa pero ella no le dejaba.
- Estás agotando mi paciencia, o me das esa bolsa o...; dijo levantando la mano como para darle un puñetazo.
- ¿O qué? ¿Vas a pegarme como le pegaste a ella?
Le dijo Rocío y Harrison bajó la mano. Se produjo un silencio y Harrison me miraba con mala cara.
- ¿Tú quieres ir?
- Si a ti no te importa...; le dije en voz baja.
- Claro que no me importa, ¿pero cuánto tiempo te quedarás? Yo también quiero estar contigo, te quiero mucho; dijo Harrison y a Rocío se le escapó una sonrisa.
- ¿Y tú de qué te ríes?; le preguntó Harrison.
- Mira, esto lo he decido yo porque apenas la he visto, entre su trabajo y que vive en Guadalajara casi ni hemos hablado.
Le dije a Harrison contándole una milonga antes de que Rocío le contestará mal y le dijera que era su idea en vez de la mía.
- Leire no tienes que darle explicaciones, te vienes y punto; me dijo Rocío.
- Sí me las tiene que dar, soy su marido.
- Me pregunto por cuanto tiempo...
- ¡Vale ya!; le dije a los dos.
- Harrison tiene razón, es mi marido y si me voy unos días de casa tiene que saberlo; le dije a Rocío y miro a Harrison.
- Te prometo que volveré sana y salva, en unos días.
Le dije a Harrison y se me acercó, me dio un beso con lengua y asintió con la cabeza.
- Te esperaré en casa, llámame.
Al decirme eso salió de la habitación y suspire aliviada.
- ¿Lo ves? No era tan difícil.
Me dijo Rocío y siguió mirando en el armario por si le quedaba algo por coger. Me iba contando que Harrison tenía las de perder, por eso bajó la mano cuando se la levantó, y por eso dijo de apostar, porque sabía que si se lo impidiera le denunciaría o algo así, eso me daba a entender que tendría pruebas que aún no me ha enseñado, ni sé si me las enseñaría después de todo, aunque la veía valiente.
Tras colocar las cosas entraron mis padres, me preguntaron si ya había venido el médico, pero aún no tenía el alta, así que esperaron un poco más para irnos juntos.
Rocío les contó que ya había venido Harrison y le había contado que me quedaría unos días con ella.
- ¿Cómo le ha sentado?; le preguntó nuestra madre.
- Pues mal, ya lo conoces.
- Normal, lo suyo hubiera sido que fuera primero a su casa con él.
- Mamá por favor, ¿te estás escuchando? Si entra allí no volverá a salir.
- Ese no es asunto nuestro, no te metas, además no seas exagerada.
Le dijo mi madre a Rocío, pero no le contestó, cambió de tema, supongo que era por no discutir. Me preguntaba si mis padres sabían lo de que Harrison me maltrataba supuestamente, se lo tendría que preguntar a Rocío.
Por fin entró el médico con un sobre, en el que venía el alta.
- Ya puedes irte a casa.
Me dijo el médico y salió de la habitación, luego salimos de la habitación dirección hacia la salida del hospital, donde fuimos hasta los aparcamientos y nos despedimos de nuestros padres.
- Cuidados hijas, ya nos veremos; dijo mi madre y se fueron para el coche, y nosotras al coche de Rocío.
- ¿Puedo preguntarte algo?; le pregunté a Rocío cuando entramos en el coche.
-Dime; me dijo mientras se disponía a arrancar el coche.
- ¿Los padres saben que Harrison... Me maltrataba?
- Papá no lo sabe, no le conviene tener disgustos, no anda muy bien del corazón.
- ¿Se va a morir?; pregunté sorprendida.
- No tonta, que últimamente padece mucho, a veces le dan ataques pero nada grave, dentro de lo que cabe, tiene que tomarse unas pastillas para controlarlo.
- Vaya, ¿y mamá?
- Ella sí lo sabe, pero no se lo cree, piensa que son paranoias mías, como yo me divorcié hace dos años piensa que te tengo envidia.
- ¿Y no le has enseñado las cartas que te escribía?
- Tú no querías, ponías cosas personales tuyas que sólo me lo contabas a mí.
- Me queda mucho por saber, tenéis trabajo conmigo.
- Para eso está la familia, tú no te preocupes, todo irá bien.
Me dijo Rocío y siguió las indicaciones para salir de Madrid y dirigirse a Guadalajara, a su casa.

La inocencia de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora