17. A veces es mejor callar

25 2 0
                                    

No dije nada, me quedé muda, paralizada, Iam me miró preocupado, hasta que se me cayó el teléfono al suelo y caí desmallada.
De repente abrí los ojos, al primero que vi fue a Iam, a su lado estaba Rocío.
- ¡Madre mía que susto!; gritó Rocío.
- Anda que tú también dar esa noticia por teléfono...; le regaño Iam.
- ¿Y qué querías? ¿Que le mandara un fax?
- No, podrías haber venido aquí en persona y decírselo con tacto, otra cosa que no has tenido.
- Vaya, si al final tengo yo la culpa de todo.
- ¿Queréis dejar de discutir por favor e ir al grano?; les dije seria mirando a los dos.
- Eso al grano...
- Espera, ya se lo digo yo, que tú eres muy brusca; le dijo Iam.
Iam me contó lo que le había contado Rocío, ella se lo contó con todo lujo de detalles e Iam me lo contaba a mí con otras palabras.
Al parecer, antes de que Rocío hablara con mi padre, decidió antes cotillearle sus cosas, entre ellas el ordenador, hace años que no lo usa desde que se compró un portátil, que tampoco lo usa, porque tiene el móvil, es decir, primero usaba el ordenador, después de pasó al portátil y finalmente al móvil. Así que, fue a visitarles con una excusa, mi madre estaba lista para ir a visitar a nuestra abuela a la residencia con mi padre, que también estaba listo, era la oportunidad perfecta. Les prometió que les esperaría en casa, quedándose sola en un absoluto silencio.
Entró en la habitación de invitados y encendió la cascarria de ordenador, era uno de esos antiguos con torre y pantalla cuadrada, tardó en encenderse diez minutos. Cogió el ratón y llevo el puntero hasta Mi Pc, lo abrió con doble clic y se fue al disco duro :/D, donde guardaba sus cosas; era fácil entrar puesto que no tenía contraseña, se dirigió a su carpeta llamada Alfonso Bequer y miró todo lo que tenía, en lo primero que se fijó fue en las miles de fotos de chicas desnudas que tenía, aparte de posar, algunas estaban metiéndose mano, vamos, lo que era una pornografía. Le costó encontrar más carpetas de entre esas fotos, en cada carpeta ponía un nombre, que si el trabajo y cosas parecidas, pero por si era alguna palabra clave, entró en todas, no encontraba ninguna interesante, hasta que en una encontró nombres de usuarios con sus respectivas contraseñas de varias páginas de contacto, entre ellas el correo. Abrió la página de Google Chrome y en la barra del buscador escribió Hotmail, puso su correo y la contraseña y entró dentro, fue hasta el principio del todo, tenía más de mil correos y todos eran antiguos, el primero era del año 1988, el año en que nací yo.
Abrió el primero, era un correo de una tal Marina, leyó lo que ponía y estaban hablando de nuestra madre, que ella se sentía mal por algo que no especificaba por estar casado. No entendía mucho lo que significaba, así que leyó los siguientes, hasta el cuarto correo no lo entendió, en ese correo era muy específica, ponía algo sobre un embarazo no deseado, que papá no quería tenerlo, quería que abortara, pero Marina quería seguir adelante, ponía que el bebé no tenía culpa del error que había cometido de enamorarse de papá. Tras leer otros correos más, por algún motivo, dejó de leer, es ese último correo que leyó, ponía: "Esta será la última vez que te escriba, te quedarás con nuestra hija para que crezca sana y salva como hemos acordado, le dirás a tu mujer que la cuide y la mime como también hemos acordado, y cuando tenga 18 años le hablarás de mí, como también hemos acordado, y ella podrá ser libre de elegir con quién quiere estar, la llamarás Leire Bequer".
Hace diez años que cumplí los 18 años y mi padre nunca me había hablado de esa mujer, ¿por qué nunca lo ha hecho? ¿Para no hacerme daño? ¿O porque es mejor callarse? ¿A veces es mejor callar? ¿Es mejor vivir en la ignorancia?
No sabía que pensar, no sabía que decir, no sabía si hablar con mi padre de esto, supuestamente yo no sabía nada.
- Hablaré con papá; me dijo Rocío.
- No te confesará nada, se enfadará por haberle cotilleado las cosas; le dije.
- Pues que se enfade, no tiene ningún derecho a engañar a mama.
- Piensa en Leire, a lo mejor a ella no le interesa que sepa la verdad; le dijo Iam.
- ¿Tú qué quieres hacer?; me preguntó Rocío y encogí los hombros.
- Yo prefiero seguir sabiendo que mi madre es la que me ha criado aunque no me hable; le dije al fin.
- Tú sabrás, pero no sé si te merece la pena no hablarte con mamá, deberías de hablar con ella.
- ¿Otra vez? Ya hablé con ella en su cumpleaños, y mira para qué, para seguir peor que antes.
- Intentarlo otra vez.
- Que no, si me necesita que me llame; le dije de brazos cruzados.
- ¿Y de lo otro?
- No digas nada, si cambio de tema seré yo la que hable con él.
- Ya has oído su decisión; le dijo Iam.
- Bueno pues yo ya me voy, llámame; me dijo Rocío y tras darme dos besos se fue.
Quedaban un par de horas para la cena todavía, así que Iam hizo de psicólogo y empecé a desahogarme con él, a escucharme y comprenderme, soltar por mi boca todo lo que pensaba respecto a lo sucedido con mi padre.
Durante estos años, la relación con mi madre ha sido prácticamente nula, apenas habían pasado dos semanas desde que salí del hospital y ya recordaba todo, era una maravilla volver a recordar. Durante mi matrimonio, la veía una vez a la semana y porque nos invitaba a comer los domingos, sólo hablaba con ella delante de los demás y nunca a solas, esas necesidades que tiene una hija de hablar con su madre a solas para desahogarse jamás lo tuve, para eso estaba Rocío, ella era la única que escuchaba mis problemas. Cuando intentaba tener una conversación con mi madre a solas, siempre me interrumpía con otro tema, como si le aburriese o no le importase lo que le contaba. Llegó un momento en que mi paciencia terminó y no volví a intentarlo, ¿para qué? Siempre hacía lo mismo; por otra parte, tenía celos de que con Rocío se comportara de otra manera, se reía con ella, se preocupaba por ella... Pequeños detalles que conmigo no tenía. Un día esos celos desaparecieron cuando Rocío sentía lástima por mí, me comprendía y se solidarizó conmigo, dejando de hablar con mi madre.
Esos pequeños detalles me hacían dudar si de verdad era mi madre, como me demostraba que le importaba más bien poco, y usando mi sentido común, no era lógico que una madre pasara de una hija, de su propia hija, se supone que un hijo te hace feliz y es lo más importante de su vida.
Cuando terminé de contarle todo, Iam me abrazó y me consoló, después llamó a un sitio para que le trajeran la cena, pidió un menú romántico para nuestra primera noche.
Estaba apenada e intentaba alegrarme, por Iam, por nosotros, pero la noticia de mi padre me sobre pasaba y no quería fingir estar bien, aunque lo intentara, Iam me conocía demasiado y estaba durante toda la noche haciéndome reír, y contándome chistes.
Después de cenar, salimos a dar una vuelta por el centro, llegamos hasta la Puerta del Sol y mirábamos todas las calles por las que pasamos, hasta llegar a la Plaza Mayor, era muy grande y muy iluminada, nos sentamos en una terraza y tomamos algo.
Cuando pasó media noche, nos levantamos de la mesa y nos fuimos dando un paseo hasta el coche, al pasar por una de las calles, Iam me paró y me dijo:
- Leire, ¿ese no es tu padre?
Miré a donde señalaba y, al final de la calle, en una esquina escondida donde apenas había luz, puesto que no había ninguna farola por ahí, vi a mi padre, hablando con una mujer, que me resultaba familiar, quise acercarme para verlos mejor, pero Iam no me dejaba.
- Tengo que acercarme, quiero destapar a mi padre de una vez por todas; le dije a Iam.
Caminé hacia mi padre sin dudar, mientras Iam caminaba detrás de mí. Quedaban dos metros y mi padre alzo la mirada, me miraba sorprendido, y la mujer me miraba también, ya sabía quién era y de que la conocía... Era la prostituta de esa mañana que me dijo que era mi madre.
- Leire...; me dijo mi padre con voz entre cortada.
- Sorpresa.

La inocencia de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora