10. Las cosas no son lo que parecen

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Salimos de urgencias tras haberme observado el ginecólogo. Me examinó a solas, dejando a Harrison en el pasillo, y me preguntó si mi marido me había violado, le dije que no sin dudar, pero al ginecólogo no se le engañar, aunque lo intentara y aparentara normalidad, no se lo creía, pues había indicios de una violación, me contó que había muchos casos de mujeres como yo, que habían sido violadas por sus maridos y ninguna dieron el paso de denunciarlo. Él quería hacerlo, pero yo no le dejé, así que disimuló como que no se había dado cuenta y me recetó una pomada para que se me curara la herida que me había hecho. Al salir de la consulta, Harrison preguntó si era grave, y tras pensárselo unos segundos, le contó lo de la pomada y que, hasta que no se curase, tenía que abstenerse a tener relaciones sexuales, luego nos vinimos a casa.
- Quiero pedirte perdón por lo que te he hecho, no he actuado bien, lo siento.
Me dijo tras parar el coche en la cochera, pero no dije nada y salí del coche dando un portazo, entré en la habitación para ponerme el pijama y me metí en la cama, dando la espalda al lado de Harrison para no verle la cara cuando entrara.
Lo sentí meterse en la cama y abrazarme por detrás, pero yo estuve muy quieta, sin hacerle caso, así que intenté dormirme.
A la mañana siguiente, cuando sonó el despertador, Harrison se levantó y se metió en el baño para ducharse, al salir, se acercó a mí y cerré bien los ojos para que se pensara que seguía durmiendo, así que me dio un beso en la frente y salió de la habitación, escuchando un rato después como cerraba la puerta de casa, dejando un silencio absoluto.
Me levanté y me dolía la parte vaginal, además tenía moratones en el brazo y en un muslo de cuando me tiró al suelo, así que no podía moverme mucho.
Como pude entré en el servicio y me duché, me eché la pomada y me vestí, luego bajé a la cocina a desayunar, donde había una nota y una rosa roja fresca. En la nota ponía:
"Cariño, quiero compensarte por lo que te hice ayer, sé que actúe mal, así que vístete que esta tarde voy a salir pronto del trabajo para llevarte a un sitio especial, donde cenaremos y pasearemos, ponte la ropa que te he dejado puesta en el vestidor."
Dejé la nota como estaba y fui al mueble para coger una taza, luego me eché leche y finalmente café, lo calenté en el microondas y me lo tomé en silencio con unas galletas.
Después de desayunar fui al jardín con el móvil, ni siquiera subí al vestidor para ver la ropa que me había dejado, me daba igual, no quería ir, pero suponía que mi opinión no valía nada.
Miré en la agenda y el primer número que busqué fue el de Iam, me lo cogió enseguida y le conté todo, necesitaba desahogarme y en él fue el primero que pensé. En cuanto se lo conté se cabreo tanto que escuché como daba un puñetazo a algo.
- ¿Qué ha sido eso?; le pregunté.
- Que soy imbécil, en vez de ir allí y darle un puñetazo a tu marido, le he dado un puñetazo a la pared y me he hecho sangre, pero esto no se va a quedar así, pienso esperarle a la salida del trabajo y le voy a dar su merecido.
- No hagas eso, si lo haces pensará que seguimos en contacto y me volverá a pegar, por favor; le supliqué.
- Está bien, lo haré por ti, pero en breve saldrás de ahí, te lo prometo.
- Me lo has dicho muchas veces y sigo aquí, pienso que podrás sacarme, pero es muy difícil, lo mejor es que no hagas nada.
- Por ti daría mi vida y lo sabes, si aún sigues ahí es porque aún no he trazado ningún plan.
- Y porque sigue el guardia vigilando mi casa.
- Voy a pensar, esconde bien el móvil, te amo.
- Y yo a ti; le dije y colgamos.
Tras hablar por teléfono llamé a Rocío, igualmente se lo conté a ella y se puso histérica, antes de colgar me recordó que mañana era el cumpleaños de nuestra madre e iríamos a su casa a comer, yo no quería después de haber recuperado parte de la memoria sobre ella, pero no tenía otra opción.
Sobre la una, cuando llegó Harrison, ilusionado pensando que estaría arreglada, y vio que no era así, se puso serio, o enfadado, tampoco gaste mi tiempo en averiguarlo. Se acercó a mí, que estaba sentada en un banco del jardín, y me dijo:
- ¿Por qué no estás arreglada?
- No me apetece ir a ningún sitio.
- Pues a mí sí, vístete.
- No me voy a vestir; dije y me cogió fuerte del brazo para que le mirara a la cara.
- Estoy poniendo todo de mi parte para que seamos un matrimonio feliz.
- Pues no se te nota mucho, ¿y esta es la manera de hacerlo? ¿Maltratándome y hablándome mal?
- Es que me sacas de quicio.
- Escúchame bien, no voy a aparentar algo que no soy, cada día que pasa me doy cuenta que nunca voy a ser feliz contigo, nunca te amaré por mucho que me pegues, nunca voy a ser la esposa que tú quieres que sea.
- Duele, eso que has dicho duele, pero soy fuerte, si lo que quieres es el divorcio ya te adelanto que nunca te lo voy a dar, y por cierto, no digas nunca de este agua no beberé, porque voy a conseguir que me ames, o por lo menos que lo finjas, por tu propio bien, y ahora vístete porque ya he cancelado mis citas en mi trabajo y no quiero que me dejes en ridículo.
Tras decirme eso y por no seguir discutiendo, subí arriba y me metí en el vestidor, vi que encima del asiento había un vestido informal, de color beige, hecho de punto y con rombos en el medio, a su lado unas medias de color oscuras y unos botines. Me vestí en silencio y cogí el bolso, donde metí el móvil.
Bajé por las escaleras y tras decirme que guapa estaba, me cogió de la mano y nos dirigimos a la cochera.
Cuando entramos y arrancó el coche, le pregunté a dónde íbamos, me dijo que iríamos a pasar la tarde a Alcalá de Henares, una ciudad de la comunidad de Madrid al que solíamos ir muy a menudo, pero como aún no había recuperado del todo la memoria, no me acordaba y quería que lo recordara.
Alcalá de Henares estaba a 31 km de Madrid. Cuando llegamos empezó a buscar aparcamiento, tuvo que hacerlo en un parking, ya que todo estaba ocupado. Desde allí nos dirigimos a la plaza San Diego, donde estaba la Universidad de Alcalá, según Harrison, era uno de los monumentos más bonitos de la ciudad y que a mí me gustaba mucho.
Tardamos un poco en llegar, ya que donde aparcó estaba dando un paseo. La verdad, es que era muy bonita, la fachada tenía aspecto antiguo, delante había unos jardines, lleno de flores. Harrison me contó que por dentro era muy bonita todavía, pero no dejaban entrar sin visita guiada y había que pedir cita, costaba 6€ y duraba una hora, hora que podríamos aprovechar para ver más cosas, ya que había muchas cosas por ver y que en una tarde no daba tiempo.
Desde allí fuimos a la plaza Cervantes, era muy grande, a los lados había bancos y unos jardines llenos de flores, en el medio un largo paseo con la estatua de Cervantes. Toda la plaza estaba rodeada de bonitos árboles.
Después fuimos a otra plaza donde estaba la catedral, la plaza se llamaba de los Santos Niños, preciosa. La catedral era muy bonita, construida de diferentes piedras y era muy alta, donde estaba el campanario.
A continuación, fuimos a la plaza de las Bernardas, un lugar muy tranquilo y agradable, rodeada del Palacio arzobispal, iglesia convento de las Bernardas y el Museo arqueológico regional, además me fijé de las emblemáticas cigüeñas que había en lo alto de los árboles, con su nido.
Miramos la hora y quedaba poco para cenar, eran casi las diez de la noche y ya estaba anocheciendo, la hora se cambió un día antes de que yo despertara en el hospital y anochecía más tarde.
Mientras buscábamos un sitio para cenar, Harrison me vio pensativa y me preguntó que me pasaba.
- Estaba intentando recordar mi cumpleaños, creo que me acaba de venir otro recuerdo; le dije aunque no quería contárselo, era la única persona que me escuchaba en ese momento a pesar de que me trataba mal.
- ¿Cómo cuál?
- Recuerdo mi cumpleaños, ¿fue el 24 de marzo?
- Así es.
- ¿Y a qué día estamos?
- Hoy es 6 de abril.
Me dijo y estuve calculando desde que salí del hospital pero estaba hecha un lío.
- El 25 de marzo ingresaste en el hospital y despertaste tres días después, el 28.
- ¿Ingresé el día después de mi cumpleaños?
- Te caíste.
- Deja de mentir, tú me tiraste por las escaleras.
Al decir eso vimos que la gente que paseaba a nuestro alrededor se nos quedaba mirando, eso Harrison no lo soporto y me llevó a un rincón cogiéndome del brazo.
- Deja de dejarme en ridículo, tú te caíste, no me eches la culpa de tu mala pata.
- ¿Por qué eres tan cínico? Tú me empujaste porque te enteraste se mi infidelidad con Iam.
- Basta de tonterías, piensa lo que quieras, pero de puertas para dentro, deja de echarme la culpa por favor te lo pido.
- He recordado lo que pasó, recuerdo que nos pillaste y me empujaste, demostraré que lo que digo es verdad.
Se produjo un silencio hasta que me cogió de la mano y me llevó a cenar a algún sitio.
Entramos en el primer restaurante que nos encontramos y pedimos algo para comer, todo en un profundo silencio. Harrison intentaba hacerme hablar sacando algún tema de interés, pero yo solo le respondía con monosílabos, desganada.
Tras terminar de cenar nos dirigimos al coche y fuimos rumbo hasta Madrid, nuestra casa.
Cuando llegamos, me dijo que me preparara para ir a la cama, pero que no me durmiera, le apetecía hacer el amor y aunque yo no quisiera, no importaba, quería que me dejase llevar para que no pareciera que me violaba, no quería que me volviese a doler e ir a urgencias por segunda vez, si volviera a pasar, el ginecólogo llamaría a la policía, por ley; el ginecólogo, al igual que cualquier médico, tenía la obligación de si un paciente iba al hospital con una señal de violación, o herida por balas de fogueo, o herida de intento de asesinato, o cualquier otra cosa, tenía que llamar a la policía.
Subí a la habitación y empecé a quitarme la ropa, cuando me disponía a ponerme el camisón, entró a la habitación.
- No hace falta que te lo pongas, no te va a hacer falta.
Al decirme eso se me acercó por detrás y mientras me acariciaba los pechos, me daba besitos por el cuello, luego me tumbo en la cama y... Bueno, no hace falta dar detalles, pasó lo que iba a pasar, terminó dentro de mí, seguía empeñado en dejarme embarazada, por suerte y gracias a las pastillas, no me había dejado.
A la mañana siguiente, cuando desperté, vi que Harrison no había ido a trabajar, me preguntaba por qué, y como si hubiera escuchado mis pensamientos, me contestó.
- Hoy es el cumpleaños de tu madre y nos ha invitado a comer unas buenas migas, por eso no he ido a trabajar, he pedido el día libre.
Se produjo un silencio y miré el techo, pensativa, Harrison me interrumpió.
- ¿Sería mucho pedir que fingieras que somos felices? Bueno has mentido tantas veces que te has vuelto una gran actriz, seguro que te saldrá muy bien.
- Tu también eres un gran actor cariño, no lo olvides; le dije con retintín y me metí en el baño para darme una ducha.
Al rato vi que entraba y se metía conmigo en la ducha, me quedé a cuadros.
- ¿Qué haces?
- Ducharme contigo, para ahorrar agua; me fijo Harrison con una sonrisa ridícula.
- Yo así no puedo; dije e intenté salir pero no me dejó.
- Tú de aquí no sales, déjame que te enjabone.
Sin decir palabra le di la espalda y empezó a frotarme la espalda con una esponja, después se lavó él mientras yo me lavaba el pelo.
Cuando terminamos, salí yo primero y después él, me sequé, me peiné y me vestí, y cuando estuvimos listos, nos fuimos a comprarle un detalle a mi madre, le compramos un perfume y una caja de bombones.
Mis padres vivían cerca de la Gran Vía, mucho ajetreo a la hora de aparcar, tardó bastante en encontrar sitio pero al final lo encontró. Salimos del coche y me llevó hasta la casa de mis padres, justo en la entraba me fijé que era un piso normal y corriente, de ladrillos anaranjados, de aspecto viejo, vivían en el 2°B. Harrison llamó al telefonillo y nos abrió, entramos y subimos las escaleras, ya que no tenía ascensor. Al llegar, mi madre ya nos esperaba en la puerta, Harrison la felicitó sonriente, a lo contrario que yo, la felicité con mala cara y le di dos besos, ella lo notó y cuando Harrison entró dentro para saludar a mi padre me paró.
- ¿Estas bien hija? Te veo muy feliz con Harrison.
- Las cosas no son lo que parecen.

La inocencia de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora