1. ¿Quién eres tú?

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Desperté aturdida, cegándome la luz que entraba por las ventanas, por un sol tan radiante, que hacía que los muebles brillarán. Miré a mi alrededor, a un lado, a otro... Pero no sabía dónde me encontraba, parecía una especie de habitación, ya que, en la ventana, había un sofá color rojizo de dos plazas, a su lado una mesita de madera con varias revistas y en la esquina una planta.
Me dolía mucho la cabeza, como si acabara de despertar de una horrible pesadilla. De repente, se me acercó un hombre de aspecto maduro, alto y delgado, de pelo canoso, con pequeñas arrugas en la cara, aparentaba no más de cincuenta años. Me miraba sonriente mientras me acariciaba la mejilla izquierda, tras unos segundos de silencio, que para mi fueron interminables, me dijo:
- Hola cariño, ¿cómo te encuentras?
- Bien papá; dije sonriente, a lo contrario que él, que había desaparecido su sonrisa de la cara, ¿había metido la pata? ¿No era mi padre? Y si no lo fuera, ¿quién sería?
En ese momento entró un hombre con bata blanca, supuse que sería el médico.
- ¿Por qué no me ha reconocido?
Preguntó el hombre al que había llamado "papá".
- Eso venía a comunicarle, su mujer ha perdido completamente la memoria, sufrió un duro golpe en la cabeza y se ha quedado amnésica.
Le contestó el médico. Espera un momento, ¿mujer? ¿Ha dicho mujer? ¿Estoy casada con ese señor que podría ser mi padre? A lo mejor yo tenía la misma edad que él, aún no me he visto en el espejo y no sabía que aspecto tenía, así que empecé a tocarme la cara para ver si tenía yo también arrugas o si mi cuerpo tenía aspecto de una mujer cincuentona. El hombre se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me ofreció un espejo que cogió de un bolso de mujer, supongo que sería el mío, y me miré. Era joven, muy joven, o me cuidaba mucho, me echaba alrededor de 23 años.
- Os dejo a solas y así puede explicarle quién es usted, más tarde vendré a ver como está; dijo el médico y salió de la habitación.
- ¿Cuántos años tengo?; le pregunté.
- Tienes 28; me contestó.
- ¿De verdad no sabes quién soy? ¿No me recuerdas?; me preguntó y niego con la cabeza.
- Soy tu marido, Harrison, y tú eres Leire.
- ¿Y cuántos años tienes tú?
- 51; me contestó y sin querer puse los ojos como platos de lo sorprendida que estaba por la diferencia de edad.
- Puede que te asuste o te preocupe la diferencia de edad, pero no pasa nada, pronto recordarás y todo volverá a ser como antes.
- ¿Y mis padres?, le pregunté, la verdad es que tenía tantas preguntas que hacerle que no sabía por dónde empezar.
- Tus padres ahora vendrán, fueron un momento al restaurante a comer.
- ¿Y qué hago aquí?
- Ya oíste al médico, te caíste y te diste un golpe en la cabeza.
- ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
- Tres días, estuviste en coma, temía que no despertaras; me dijo preocupado y agobiado por tantas preguntas que le iba haciendo.
Se me quedaba mirando en silencio hasta que poco a poco se iba acercando a mí sin dejar de mirar mis labios, intuyo que iba a besarme, pero unos nudillos golpeando la puerta interrumpieron lo que iba a pasar y giró la cabeza para ver quién era; parece como si le hubiera molestado que le interrumpieran. Por un lado suspiré aliviada porque me parecía muy pronto besarle, para mí era un auténtico desconocido.
Harrison, al ver quién era, se levantó y salió al pasillo, por suerte dejó la puerta entre abierta y pude escuchar la conversación con esa persona que había llamado a la puerta.
- ¿Qué haces tú aquí?
- Vengo a ver qué tal está.
Contestó un hombre cuya voz era seductora.
- Está bien, acaba de despertar, ¿algo más?
- Sí, quiero verla.
- Imposible, tú no eres bienvenido aquí.
- Esto es un lugar público, puedo venir si quiero.
- Pero yo soy su marido y te prohíbo que te acerques a ella o llamaré a la policía.
- ¿Me estás amenazando? Porque no te tengo ningún miedo, no pienso irme de aquí sin verla antes.
- A ver si te enteras de una vez, Leire es mía y no permitiré que vuelvas a hacerle daño.
- ¿Daño yo? Por favor... Aquí el único que le hace daño eres tú, contigo corre peligro.
- No digas tonterías, eso lo dices porque estás celoso, pero me da igual, lo importante es que ella sigue conmigo y contigo no, y ahora si me disculpas, mi mujer me necesita y tengo que ayudarle a recuperar la memoria; le dijo entrando pero se volvió a parar, parecía que la conversación aún no había terminado.
- ¿Qué?
- ¿Ah no te lo he dicho? Está amnésica y no voy a dejar que te aproveches de eso para meterle alguna mala idea en la cabeza.
Al contestarle mi marido le cerró la puerta en todas las narices. Rápidamente se acercó a mí y me dio un beso en los labios como si nos volvieran a interrumpir.
- ¿No vas a decirme con quien has hablado?, le pregunté.
- No era nadie, no le des vueltas a la cabeza, conmigo estás a salvo.
Me decía lentamente como queriendone convencer de que decía la verdad.
A los pocos minutos comenzó a hablarme sobre nuestro matrimonio, sobre cómo nos conocimos, sobre mí, sobre mi familia... El momento en que nos conocimos fue un flechazo y tras tres meses de noviazgo nos casamos; ahora llevábamos cinco años casados. Nos conocimos en Ibiza, yo pasaba por allí unas vacaciones y él estaba allí por negocios, era un empresario de éxito y con una enorme fortuna; tenía una casa en el centro de Ibiza, un lujoso barco, para consumo propio, ya que le gustaba navegar en su tiempo libre, también poseía un jet privado, le gustaba hacer vuelo sin motor, otra de sus aficiones eran los coches de lujo. Además de todo eso, poseí un chalet en la zona norte de Madrid y un lujoso apartamento en pleno centro de Marbella, sin contar las propiedades que tenía en diferentes puntos de España.
Me quedaba de piedra, estaba casada con un multimillonario y no me lo podía creer.
Luego me habló sobre mí, yo trabajaba de psicóloga en unas oficinas muy importantes de Cádiz, puesto que era de allí; allí nací y me crié, sin embargo mis padres eran vascos, nacieron allí y bajaron para el sur por cambiar de aires. Al comenzar una relación con Harrison, dejé el trabajo por amor y me fui a vivir con él a Madrid, donde me consiguió trabajo rápidamente a través de sus contactos en un hospital como psicóloga también.
Tras contarme todo eso, entraron a la habitación una pareja, un hombre y una mujer de mediana edad, él era muy canoso y se le veía un poco la calva, era alto y delgado, de piel oscura, todo lo contrario a ella, era bajita, gordita, piel clara, de pelo corto y teñido de color rojo, se le notaba por la raíz que empezaba a clarear por algunas canas que aparecían. Se acercaron a mi para abrazarme y darme dos besos.
- ¿Quiénes sois?
Pregunté y Harrison les puso al día ya que se quedaron perplejos ante mi pregunta.
- ¿Asi que no se acuerda de nada?, preguntó la mujer, mi madre.
- Ha dicho el médico que ha perdido el conocimiento pero que con nuestra ayuda lo recuperará poco a poco, será un proceso muy largo.
Mis padres me miraban tristes, sobretodo mi madre. Después empezaron a hablar los tres sobre mí y de cómo ayudarme, luego hablaron del trabajo de Harrison y ahí perdí el hilo, ya que mi mirada se quedó fija en el paisaje que se veía a través de las ventanas, tenía que estar en una planta alta ya que sólo veía el cielo azul y a lo lejos montañas con casitas pequeñas. Intenté incorporarme pero Harrison me lo impidió, me dijo que aún estaba débil y no era conveniente moverme mucho.
- Me aburro, quiero moverme, hacer algo, estar aquí en la cama todo el día no me gusta; le dije a Harrison.
- Tranquila, pronto te darán el alta e iremos a nuestra casa, verás que es muy bonita y muy grande, Cocker te echará de menos.
- ¿Cocker?; pregunté extrañada.
- Sí, se me olvidó comentártelo, Cocker es nuestro perro, se lo pusiste tú el nombre porque como es esa raza no se te ocurrió ningún nombre y ese era original.
- ¿Y tenemos más animales?
- En el estanque del jardín trasero hay peces, te los compré porque te encantan, es tu animal favorito a parte del tigre.
- Vaya, otro dato más que se de mí.
Harrison me contó cómo era nuestro perro, era mediano, de color marrón, con orejas grandes... Era el mismo perro que los dibujos de "la dama y el vagabundo", sólo que en este caso era como la dama.
El día fue pasando muy lento, por la noche la auxiliar me trajo la cena, pero no comí mucho, apenas tenía apetito además de que el menú no daban ganas de comer, en un plato había una merluza en su salsa con guisantes y zanahorias, y en el otro plato un puré de patatas, con un bollo de pan y una manzana.
Tras cenar un poco, mis padres se fueron a casa y Harrison se quedó conmigo toda la noche, me dormí enseguida.
A la mañana siguiente, serían las ocho de la mañana, Harrison me despertó con un beso muy tierno.
- ¿Cómo te encuentras hoy preciosa?; Me preguntó.
- Algo cansada.
- Mira, tengo que irme a trabajar, pero no estarás sola, se quedará contigo tu madre, vendré a verte al medio día.
No dije nada y salió de la habitación cuando entró mi madre y se sentó a mi lado.
- Te he traído tu móvil, para que no te aburras, aunque no sé si es pronto para dártelo, aún estás débil; me dijo mi madre.
- Mamá estoy bien, dámelo.
- Mejor no, no hasta que venga el médico.
- ¿Cuándo me dará el alta?
- Espero que pronto, a ver hoy que te dice, pasará a las nueve.
Empezó a hablarme contándome cosas de mi vida; tengo una hermana, Rocío, aún no ha podido venir a verme por trabajo, además no vive en Madrid, sino en Guadalajara, de secretaria, en una academia.
Mientras hacía tiempo para que viniera el médico, alguien llamó a la puerta y mi madre miró a ver quien era, sin darle tiempo a reaccionar, pasó decidido hasta a mí; era un chico alto, delgado, pelo negro azabache, ojos verdes que hacían que tuviera una mirada seductora.
- Tú no deberías de estar aquí, ¡fuera!; le dijo mi madre muy nerviosa.
- Mamá por favor, tranquilízate; le dije a mi madre.
- Señora por favor, sólo le robaré cinco minutos, quiero saber qué tal está su hija; dijo el chico suplicándole.
- Ya ves que esta bien.
- ¿Tú eres el de ayer?; le pregunté pero no me contestó, simplemente miraba a mi madre para que le dejara estar a solas conmigo.
- Sólo cinco minutos, ni uno más.
- Si Harrison se entera de que has vuelto... Se va a enfadar muchísimo.
- Mire el reloj, si pasa un minuto más me echa a patadas, por favor.
- Está bien, pero después de esto no quiero que vuelvas a acercarte a ella, ¿entendido?
- De acuerdo; dijo el chico y mi madre salió de la habitación. Estaba intrigadísima de quien era ese chico para que ni Harrison ni mi madre le dejaran verme.
- Hola princesa, me he enterado de que has perdido la memoria, es una putada, justo en el peor momento ha tenido que pasar esta desgracia.
Decía chico apenado y continuó hablando.
- Espero que la recuperes pronto para que puedas salir de este infierno y vuelvas conmigo, éramos tan felices... Qué pena que no recuerdes nada, que no recuerdes los mejores momentos que pasamos juntos, estábamos muy enamorados y lo seguimos estando, aunque no te acuerdes, sé que me amas tanto como yo a ti.
Parecía como si se tratase de un ex novio.
- Aunque no me dejen acercarme a ti, te prometo que te vigilaré y no permitiré que ese mal nacido de Harrison te vuelva a poner una mano encima.
- Perdona, ¿pero quien eres tú?
Logré preguntarle y tras mirarme con esos ojos penetrantes y esa dulce mirada, me dijo:
- Soy Iam, tu amante.

La inocencia de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora