[ML] Siempre a tu lado [Terminada]

Visita no planeada [Ladrien]

Previamente:

Los jóvenes se separaron. Chat le dió un pequeño beso en la mano a su amada y se despidió, alejándose del lugar con sus grandes saltos.

El héroe llegó a su hogar, adentrándose en su habitación por la ventana transformándose así en su yo original.

Se dirigió al baño para poder verse en el espejo, un horrible golpe se posaba en su brazo cerca del codo, impidiéndole moverse con facilidad y evitando que éste se ocultara hacia los demás.

—Valió la pena... No se como hubiera reaccionado si esto le hubiera ocurrido a mi Lady.— dijo para sí mismo en voz alta el joven Agreste, el cual se tocó el grave moretón haciendo queja de él.

—Vamos Adrien, no digas eso. Mejor come un poco de mi delicioso queso para que te animes.— el Kwami le acercó un pedazo de Cammenbert a su portador; en seguida el modelo lo alejó por su fétido olor.

—Mañana temprano le tendré que dar una explicación a mi padre...— dijo sin ánimos el de cabellos oro mientras apagaba la luz del baño para dirigirse a su cama y dormir unas cuantas horas.

El resto de la noche transcurrió como regularmente lo hace. Un sonido molesto e insistente despertó al Agreste, se trataba de su reloj, el cual apuntaba a las 6:30 en punto.

—¡Apaga esa cosa del infierno!— decía medio dormido y un tanto enojado el pequeño Plagg, al cual le encantaba hacer nada.

Adrien sólo lo vió de reojo, mientras una pequeña sonrisa aparecía en sus labios. Decidió levantarse y siguió la rutina de todos los días: cambiarse la pijama por su ropa característica, peinarse un poco y bajar a desayunar mientras Natalie le informaba de sus actividades para el día transcurrido. Todo iba a ser monótono, a excepción de un gran golpe en su brazo derecho, el cual le impedía hacer sus actividades.

Cambió su ropa con mucho trabajo y su peinado había quedado extraño gracias a que éste fue hecho con la mano izquierda. Bajó al comedor y saludó con un habitual "buenos días" a la asistente de su padre, entonces ella se exaltó.

—Adrien, ¿qué te ocurrió en el brazo derecho?— señaló la herida superficial con cara de asombro. La mujer estaba más preocupada por lo que le diría su jefe que a lo que le había ocurrido al modelo.

—Ayer en la escuela, en clase de Educación Física, estábamos jugando soccer. Sin querer alguien pateó el balón y me cayó en el brazo.— su mentira sonaba convincente, por lo que la de lentes llamó de inmediato vía electrónica a Gabriel. Al explicarle la situación, el padre nada afectuoso ordenó que moviera la tableta para observar a su hijo.

—Al ver que te haz causado una herida leve, te quedarás en casa hasta que sane. Enviaré a un doctor para que le dé seguimiento a tu golpe.— y sin más, el afamado diseñador colgó.

—Pero, ¡padre!...— atinó a decir Adrien, aunque como siempre, su padre no lo había escuchado.

Se levantó de la mesa; todavía no había desayunado pero las ganas de comer desaparecieron de su cuerpo. Decaído, se dirigió a su recamara y se encerró en ella.

Marinette estaba impaciente. Las clases estaban a punto de comenzar y su ya-no-tan-amor platónico no había llegado a la escuela.