Destinos enlazados [Marichat]

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Previamente:

¿Cómo era posible que no aclaráramos eso? se acusaban mentalmente ambos chicos apenados.

—¡Marinette!— le gritó el modelo mientras se acercaba a ella algo agitado debido a su rápida caminata. Al escuchar su nombre la de coletas se detuvo en seco, justo al terminar de bajar las escaleras principales que daban a la calle.

Se dió una vuelta para encontrarse con el Agreste. La adolescente tenía un semblante triste y un poco preocupado: aunque trató de cambiarlo cuando había dado la cara, no lo consiguió por completo.

—¿Q-Qué sucede, Adrien?— dijo sin ánimos la dama. Su corazón empezó a latir rápidamente, aunque la emoción empezaba a recorrer sus venas, el retumbar de su principal órgano le dolía un poco.

—Princesa...— la preocupación del joven aumentó al notar el estado de ánimo de su amada. Antes de continuar su frase, el sonido de un cláxon interrumpió la plática: se trataba de la limosina que estaba lista para llevarse al hijo del Señor Gabriel a sus clases de piano. El disgusto se postró en la cara del chico, pero ésta se esfumó cuando observó de nuevo a la Cheng.— Yo... Quiero hablar contigo, Marinette. Se... Se que ahora no podemos, pero te juro que no pasará de hoy...— de nuevo, aquel sonido irritante se escuchó en el ambiente.

—Adrien... C-Creo que será m-mejor que ya te vayas...— musitó en voz baja y con la cabeza agachada la azabache tratando así de esconder su sonrojo.

El cláxon sonó de nuevo, pero ésta vez por un poco más de tiempo volviéndose más irritante. El rubio gritó enfadado un "¡Ahora voy!" hacia el chofer.

—Por eso...— suavemente, Adrien tomó la barbilla de su contraria para subir la cabeza de ella y que se observasen a los ojos directamente.— No estés triste, sino harás que tanto el modelo como el gato se preocupen.— dijo para después hacer un gesto exagerado a forma de llanto.

Una risa salió de la garganta de Marinette, no fue tan viva como las demás, pero por lo menos lo hizo. Al escucharla, el de ojos verdes soltó una sonrisa entre labios. El adolescente le dió un ligero y rápido beso a su dama en la frente para luego despedirse.

Apresuró el paso y subió al lujoso auto; cuando éste empezaba a avanzar, el chico bajó la ventana y envió otro beso hacia la azabache, ésta no pudo evitar sonrojarse más de lo que ya estaba. Lo último que pudo visualizar la chica fue a su amado riendo mientras subía la ventana.

Alya observó toda la escena: por supuesto la había grabado. Se juntó a su amiga para darle un pequeño y suave golpe en el hombro con su puño cerrado.

—Lo lamento.— atinó a decir la morena con cara despreocupada.

—No te disculpes... Incluso, creo que nos ayudaste.— mencionó la de coletas para después soltar un pequeña risa.

El día avanzó como cualquier otro. La heroína de París ayudaba a sus padres con la panadería ya que últimamente habían tenido más clientela que de costumbre, hecho que era muy bueno.

El Sol empezaba a ocultarse, la tienda ya había cerrado y los propietarios empezaban a limpiar el lugar.

—Marinette, puedes irte. Tu padre y yo nos ocuparemos de lo que falte.— le mencionó Sabine a su hija con una sonrisa dulce, haciendo que ella asintiera. Subió a su recámara y se tiró al sillón-cama que tenía cerca; estaba cansada de tanto ajetreo tanto físico como mental: no podía dejar de pensar en la platica que iban a tener Adrien y ella.

[ML] Siempre a tu lado [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora